No se derrotará el hambre sin mejor ambiente, nutrición y salud

Este es un artículo de opinión de Mario Lubetkin, subdirector general de la FAO.

Sesión de la jornada de apertura de la Precumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas, que se realizó en la sede de la FAO en Roma entre el 26 y el 28 de julio. Foto: Giuseppe Carotenuto /FAO

ROMA – La Precumbre  sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU, realizada del 26 al 28 de julio en Roma, destacó, como quizás nunca antes, que al hambre se lo derrota si logramos también mejorar el medioambiente y la nutrición, si lo relacionamos con una mejor salud, si pensamos en un mayor nivel de inversiones económicas estimulando el comercio de la agricultura y la alimentación, y si pensamos en la sostenibilidad del futuro. Todo ello determina una nueva mentalidad y un nuevo enfoque integral.

En ese encuentro se acordó el establecimiento de formas de interacción común a través de coaliciones temáticas que permitan sumar esfuerzos para lograr el hambre cero, reducir el desperdicio de alimentos, garantizar la alimentación escolar, afrontar aspectos determinantes de la agroecología, así como el  manejo de datos en el área agrícola y alimenticio y distintas resiliencias, entre otras metas.

Por primera vez en la era de la covid-19, la Precumbre permitió reunir físicamente en la sede de la FAO en Roma a más de 500 representantes de gobiernos, del sector privado, de la sociedad civil y de la ciencia, mientras en forma virtual participaron miles de altos funcionarios de gobierno, del sector privado y de la sociedad civil de más de 130 países,

Los datos actuales siguen mostrando un panorama negativo en relación con el aumento permanente de personas en situación de hambre, que al momento superan los 810 millones, con el peligro de seguir acelerando esta tendencia por los efectos que la covid ha generado en la economía mundial, lo que podría determinar que en esta fase se sumen más de 100 millones de personas a esta situación de hambre.

Como destacaron numerosos especialistas, al aumento de los niveles de hambre se han sumado crecientes niveles de obesidad que ya superan los 900 millones de personas, de los cuales 140 millones son niños, mientras las personas que no se alimentan correctamente ya alcanzan los 3000 millones.

La necesidad de nutrirse en forma correcta a través de dietas saludables que tengan costos sostenibles y accesibles, relaciona, como nunca antes, el tema del hambre a la salud.

El desperdicio de alimentos, que ya supera un costo anual de 400 millones de dólares y que alcanza o supera un cuarto de la producción mundial de alimentos que perfectamente alcanzaría a cubrir las necesidades de la población mundial, ha sido nuevamente identificado como uno de los factores cuya modificación permitiría mejorar la oferta alimentaria global.

Para que ello ocurra, se deberían adoptar nuevas inversiones económicas, mejoras sustanciales en el propio sistema de producción de alimentos, en la adecuación de la infraestructura, en el propio comercio y etcétera.

La innovación y el desarrollo tecnológico son clave en el futuro inmediato de este sector, así como la protección social y el respeto de las culturas locales, especialmente la indígena, son otros aspectos a tomar en consideración para la sostenibilidad de la transformación de los sistemas alimenticios.

Avanzar en este proceso para lograr en el 2030 el fin de la pobreza y el hambre cero, que representan el 1 y el 2 de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda mundial lanzada por más de 150 jefes de Estado y de gobierno en septiembre de 2015 en Nueva York, exige -más allá de las dudas de lograrlo en los tiempos establecidos- fuertes inversiones que se calculan en 14 000 millones anuales en los nueve años que restan a la fecha establecida.

Eso debe determinar que los gobiernos ajusten sus presupuestos en esa dirección, que los bancos de desarrollo jueguen un rol más activo y que los sectores privados asuman un mayor compromiso en esta delicada fase, generando así también un mayor respaldo a los pequeños y medianos productores rurales y a la agricultura familiar.

Generar sinergias y coalición de países, regiones, actores públicos y privados también fue centro de atención también de la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores y Cooperación del Grupo de los 20 (G20), que se realizó el 29 de junio en la ciudad italiana de Matera y en la que acordaron sumar esfuerzos para avanzar en la construcción de una coalición operativa que permita lograr el hambre cero en el 2030.

Para disponer de alimentos saludables se precisa un entorno saludable, revirtiendo la pérdida de la biodiversidad y la degradación de la tierra, incrementando la eficiencia del uso del agua y el fomento de la gestión sostenible de los recursos hídricos para mejorar la calidad de los alimentos.

La vida de más de 1000 millones de personas está gravemente limitada por la escasez o restricción de agua, casi 1000 millones de hectáreas de pastos y tierras cultivables se encuentran gravemente afectadas por las sequias recurrentes y más de 60 por ciento de la tierra cultivable de regadío se encuentra sometida a un estrés elevado o muy elevado por falta de agua.

En septiembre, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, se realizará la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, con la participación de jefes de Estado y de gobierno, que hará una síntesis de los debates de Roma sobre cómo abordar la transformación del sector y que deberá permitir acelerar el paso para pasar a una fase de mayor acción que busque recuperar el tiempo perdido y permita dar más confiabilidad al logro de los ODS a alcanzar en 2030.

RV: EG

 

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