Los constituyentes rompen con antiguos ceremoniales, las mujeres presentan una propuesta de regulación feminista que podría cambiar los destinos de nuevo Chile y, en este primer momento, parece que la reescritura de las reglas no estará exenta de obstáculos.
Pañoletas verdes, “libertad a los presos de la revuelta” en las camisetas, cabellos rojos y azules, gorros de lana, flores, banderas diversas y vestimentas tradicionales indígenas llenaron el espacio. Símbolos y formas que han sido parte de las protestas sociales en Chile se constituyeron esta vez en el antiguo Congreso Nacional de Santiago, lugar privilegiado -hasta ahora- para la solemnidad y la uniformidad.
Así comenzó el domingo 4 de julio la primera Convención Constitucional paritaria del mundo, que fue coronada con la elección de una presidenta mujer y mapuche: Elisa Loncón.
“Esta vez estamos instalando aquí una manera de ser plural, una manera de ser democrático, una manera de ser participativos. Por eso, esta Convención que hoy me toca presidir transformará a Chile en un Chile plurinacional, en un Chile intercultural, en un Chile que no atente contra los derechos de las mujeres, contra los derechos de las cuidadoras, en un Chile que cuide la madre tierra, en un Chile que también limpie las aguas contra toda dominación, pu lamnien (…) Es posible refundar este Chile”.
Con estas palabras inició su presidencia Elisa Loncón, quien desde su niñez fue catalogada de “india” y quien desafiando todos los prejuicios y precariedades económicas se doctoró en Literatura y se consagró como académica universitaria dedicada a rescatar y difundir el mapudungún y otras lenguas de pueblos originarios.
Setenta y siete mujeres, junto a 78 hombres, escribirán la primera constitución chilena construida por ciudadanos y ciudadanas de a pie. La mayoría de los constituyentes que asumieron este domingo proviene de movimientos sociales u organizaciones territoriales, tienen en promedio 45 años, no han ocupado cargos de representación política anteriormente y se ubican a la izquierda del espectro político nacional.
La primera reunión de la Convención ha sido prometedora: la forma de hacer política ya empezó a cambiar.
Primero, salió de escena el ceremonial de hombres en trajes negros para dar espacio a constituyentes marchando desde la rebautizada Plaza de la Dignidad hasta el exCongreso, junto a ciudadanas y ciudadanos comunes y corrientes; luego el himno nacional fue suspendido hasta que cesara la represión en los exteriores del edificio que albergaba la sesión inaugural, una expresión de la procedencia de algunos constituyentes que hasta hace pocas horas estaban también en las calles.
El silencio por todas las víctimas del Estado chileno en su historia republicana fue otro de los símbolos que reafirmó el carácter diverso, pluricultural y ciudadano de la Convención, así como la presentación de una propuesta de reglamento feminista emanada desde la sociedad civil.
Pero lo que coronó la jornada fue la elección de Elisa Loncón como presidenta del órgano constituyente, quien asumió junto a una autoridad ancestral mapuche, la machi Francisca Linconao, también constituyente y presa sin pruebas que la inculparan en 2017 junto a otros siete mapuches.
Así, la Convención Constitucional dio muestras de la mayor innovación política vista en la política institucional chilena en las últimas décadas.
“No podemos partir una nueva vida de la nación cuando hay gente herida en estos momentos y todos los que estamos acá: la gente independiente, la gente invisible por siglos, estamos gracias a la gente que está fuera”, dijo Loreto Vallejos, constituyente de la Lista del Pueblo, durante las casi dos horas que duró la suspensión de la ceremonia producto de la represión policial.
“Lo que pasa es que hay una situación tan fuerte y dolorosa, de tanta gente mutilada y presa”, reforzó la constituyente Malucha Pinto, actriz independiente que salió electa en un cupo del Partido Socialista.
En todo momento, al interior y fuera del edificio que albergó la instalación de la Convención Constitucional, estuvieron presentes las imágenes del estallido social que incendió Chile en octubre de 2019, las movilizaciones que hasta el día de hoy -con más o menos intensidad- siguen sucediendo, las más de 400 víctimas de ceguera total o parcial por los disparos de la policía chilena.
También los casi 2500 presos, el rostro de Fabiola Campillay -mujer que recibió una bomba lacrimógena en su cara mientras se dirigía a trabajar- y los más de 30 años en los que la ciudadanía venía exigiendo un cambio a la Constitución de Pinochet y el cumplimiento de derechos sociales (como salud, educación y garantías laborales).
Con esa misma épica en el ambiente, las mujeres se movilizaron a sufragar en octubre de 2020 por el “apruebo” y los pasados 15 y 16 de mayo para elegir a sus representantes para la Convención.
En el plebiscito que aprobó la existencia de la Convención Constitucional más de 50 % del padrón acudió a las urnas, cifra que superó con creces la participación electoral que venía disminuyendo con el paso de los años, lo que modificó la composición del electorado y sumió a los expertos de siempre en una serie de dudas sobre el comportamiento de la nueva masa de votantes.
“Tenemos la esperanza de estar ahí, de estar incidiendo en un espacio de toma de decisiones que es tremendamente relevante, de pensar en lo colectivo, de pensar en la defensa de los territorios, de exponer estos temas, es una oportunidad de visibilizar nuestras problemáticas, que no seamos más ajenos a la toma de decisiones que se toman respecto a nuestras vidas”, dijo la constituyente Natividad Llanquileo, electa como uno de los 17 asientos reservados para representantes de los pueblos indígenas, antes de saber que su pueblo le había dado los votos necesarios para integrar la Constituyente.
A más de 1100 kilómetros hacia el norte de Tirúa, en la ciudad de Coquimbo, Alejandra Vivanco -quien fue precandidata a constituyente por el partido Demócrata Cristiano- reflexionó sobre los resultados del proceso electoral: “Yo estoy muy contenta porque la elección de constituyentes efectivamente refleja lo que fue el movimiento del estallido social, refleja las diferentes perspectivas o visiones que pueden haber”.
“¡La revolución será feminista, o no será!”
Las expectativas sobre este proceso abundan, no sólo por ser el primer órgano constituyente paritario del mundo, si no también por su origen, en las demandas ciudadanas que se impusieron en la calle y que obligaron a un Congreso Nacional ya deslegitimado –solo 8 % de credibilidad tiene el parlamento chileno según la encuesta CEP de abril de este año– a sesionar de manera extraordinaria el 15 de noviembre de 2020 para llegar al acuerdo político que iniciaría este proceso constituyente.
“Lo que pudimos experimentar fue una sensación de poder, de la capacidad que tienen los sectores movilizados cuando somos millones en la calle al mismo tiempo. En tres semanas fuimos capaces de habilitar el fin de la Constitución de (el dictador Augusto) Pinochet, que llevaba 40 años. ¡En tres semanas! Y nadie lo hizo por nosotros”, recordó en medio del proceso electoral Karina Nohales, dirigente de la Coordinadora Feminista 8 de Marzo y candidata a la Convención Constitucional por la Lista de Movimientos Sociales.
Ella tuvo una de las votaciones más altas de su distrito (14630 votos), pero no resultó electa por el sistema de elección utilizado (doble D´Hondt), que privilegia la representación de las listas.
Desde ese 15 de noviembre, las mujeres de organizaciones feministas volcaron todas sus fuerzas a lograr que 51,1 % de mujeres que compone la población chilena se viera justamente representada en la participación política al interior del organismo constituyente.
Diálogos transversales, presencia en el Congreso Nacional, protestas en medio de las restricciones sanitarias de la pandemia, caceroleos que resonaron en todos los rincones de Chile durante la discusión de la ley de paridad, lograron que el 4 de marzo de 2020 se aprobara la igualdad en la participación política de hombres y mujeres al interior del órgano constituyente, una expresión de la transversalización del discurso feminista que se instalaba como un eje de las demandas de la ciudadanía.
La Constituyente paritaria es la gran chance de acabar con la desigualdad de género
Junto con “que la dignidad se haga costumbre”, “Chile despertó” y muchas otras consignas que se tomaron las calles, “la revolución será feminista o no será” marcó una de las líneas del estallido sociales.
La Constituyente paritaria es la gran chance de acabar con la desigualdad de género remanente de una sociedad que no garantiza los mismos derechos a hombres y mujeres. “Sabemos que con la paridad entrarán no solo feministas, sino también mujeres anti derechos de las mujeres, pero incluso ellas entrarán gracias a una paridad lograda por el feminismo”, reconocía Karina Nohales antes de las elecciones.
Según el Observatorio Nueva Constitución, 64,9 % de las electas tienen en sus programas propuestas feministas. O sea: aunque son mayoría, no todas las electas están en favor de los derechos femeninos. La candidata más votada por la derecha, Marcela Cubillos, exparlamentaria, presentó en 2002 un proyecto de ley que aumentaba las penas de cárcel contra las mujeres que abortaran.
Antonia Orellana Guarello, feminista que fue candidata a la Convención por el partido Comunes -parte del Frente Amplio- cree que la Convención paritaria instala un estándar distinto para todo el Estado.
«Wl órgano constituyente soberano sea paritario, de por sí es una señal muy potente, y pese a que no todas las mujeres al interior de la Convención son feministas, las evidencias anteriores nos han demostrado que aún sin serlo pueden ser votos probables o incluso aliadas en situaciones específicas”, dijo.
La agenda de género no es la única que traen las mujeres a la Convención. Tras la marcha del 8 de marzo de 2019, el presidente Sebastián Piñera cuestionó que el feminismo levantara como demanda la desmilitarización del Wallmapu (territorio mapuche)”, por considerar que esto no era parte de la agenda que debían levantar las mujeres feministas.
Karina Nohales recuerda ese momento: “Nadie nos va a decir cuáles son nuestros problemas, nadie nos va a decir desde dónde estamos autorizadas a hablar. Desde los diversos feminismos nos hemos salido de lo que clásicamente se nos ha dicho que son los temas de mujeres: podemos hablar de derechos sexuales y reproductivos, diferencia salarial y violencia machista, pero no de otros temas.
«Por supuesto que esos son nuestros problemas, pero no son nuestros únicos problemas. Sin duda lo que nos lleva a movilizarnos es la violencia, en primer lugar, pero también la precarización de la vida: que la violencia tiene sus causas muy concretas, con responsables muy concretos, en políticas económicas, en políticas materiales, que no tener casa es estar condenada a la violencia… todo eso se ha ido instalando. El movimiento feminista ha sido prefigurativo de la revuelta y hoy no parece desligarlo de ese fenómeno, como cosa aparte o problemas puntuales de las mujeres”, añadió.
Una revuelta que aumentó la politización de la población chilena, lo que se demostró no sólo en la participación en los últimos procesos electorales y en la enorme cantidad de candidatas y candidatos que se presentaron (3382, de los cuales 2213 correspondían a independientes); sino también en la organización de asambleas locales que nacieron al calor del estallido social para protestar, levantar iniciativas ciudadanas y -en algunos casos- presentar o apoyar candidaturas provenientes de los mismos territorios o de organizaciones sociales.
“La escritura de una nueva constitución es parte de un proceso constituyente que venimos viviendo en el país y que nació en las localidades, en los barrios, en las poblaciones, en las calles. Cada vez estamos teniendo un poco más definido el país que queremos y cómo queremos vivirlo, que queremos vivirlo mejor», opinó Paola Araneda, integrante de la Asamblea Territorial San Borja San Isidro.
«Creo que para el proceso constituyente se han levantado muchas personas con conciencia desde ámbitos no tradicionales para la política: juntas de vecinos, asambleas, organizaciones feministas, ambientales. Se ve el entusiasmo de las personas de querer participar, de querer aportar desde sus propios saberes”, aseguró la representante de una organización en torno a un barrio que está a pocas cuadras del epicentro de las protestas: la Plaza Dignidad, como fue rebautizada por el movimiento social la Plaza Italia, centro histórico de celebraciones y protestas.
Algunas propuestas para la participación de la ciudadanía en la Convención ya están sobre la mesa
Y, efectivamente, una de las grandes temáticas que cruzó la campaña de las y los constituyentes fueron los posibles mecanismos para la participación ciudadana que debe tener el proceso, por la demanda de participación e incidencia política que ha manifestado la ciudadanía a partir del 18 de octubre de 2019.
Paola pone sus esperanzas en el proceso de transformación que, dice, se levanta desde las comunidades: “el gran rol que tendremos desde las calles es el de hacer presión, seguir viendo en las calles qué es lo que el pueblo quiere, necesita, exige”.
Propuestas para la participación de la ciudadanía ya están sobre la mesa: una señal en la televisión abierta para transmitir las sesiones de la Convención, la instalación de cabildos locales que levanten propuestas, la rendición de cuentas de los representantes en sus respectivos territorios, o sesiones de la convención a lo largo del país son algunas de las que se han barajado.
“De ese ‘históricas’, el sabernos más de 2 millones de mujeres en las calles de Santiago ese 8 de marzo de 2020, en eso es lo que confiamos. La posibilidad de construir un programa entre miles, el saber que eso se puede hacer. Desde la Coordinadora Feminista 8M todos los años hemos generado grandes encuentros con personas de todas partes del país, sin plata, sin recursos… y lo hemos hecho. Tenemos confianza en nuestras propias fuerzas”, dijoe Karina Nohales, que tras la elección anunció que se dedicará a organizar a las mujeres trabajadoras.
No es la única. Antes de que se instalará la Convención, Alejandra Vivanco comenzó a articular desde su organización, Chile Descentralizado, con abogados constitucionalistas para capacitar y entregar insumos a quienes participarán del debate.
“Algo muy importante es la articulación con las organizaciones de mujeres y feministas, las que están fuera de la Convención, porque si algo nos demostró la ley de aborto en 3 causales es que cuando haces una ley sin espalda social, sin el acuerdo, quedas atrapada entre la espada y la pared de los conservadores”, sentencia Antonia Orellana a un par de semanas de comenzar la Convención.
El lunes 5 de julio se reunieron las y los 155 representantes de la ciudadanía que redactarán -durante nueve meses, prorrogable por otros tres- la primera constitución chilena escrita con la participación popular.
Pero desde el primer día se supo que el proceso no estará libre de obstáculos.
Pasadas las tres de la tarde de ese día, la indignación se apoderó de la gran mayoría de constituyentes al constatar de que las dependencias del ex Congreso no contaban con computadores, micrófonos, condiciones sanitarias para prevenir la covid, ni papel higiénico en los baños… todas cuestiones que debieran haber estado resueltas por parte del gobierno (obligado por ley a prestar el apoyo técnico, administrativo y financiero que sea necesario para la instalación y funcionamiento de la Convención).
Tras dos días en que el ejecutivo se excusó, constituyentes exigieron la salida del ministro Secretario General de la Presidencia, Juan José Ossa, y la sociedad civil -universidades del Estado, Colegio Médico y otros- se puso a disposición de la presidenta de la Convención para sacar adelante el órgano constituyente, este miércoles 7 de julio comenzó a sesionar la primera convención paritaria de la historia en el ex-Congreso.
Ahora, las reglas están por escribirse, incluso las que regirán la misma Convención Constitucional, por lo que el primer debate que ya enfrentan los constituyentes es de qué forma tomarán las decisiones, cómo se organizará la discusión, qué reglas de transparencia aplicarán y cómo se canalizará la gran demanda del momento: la participación ciudadana de una población que ya se está organizando para incidir, a toda costa, en los destinos del nuevo Chile.
Este artículo se publicó originalmente en democraciaAbierta.