Acidificación amenaza supervivencia marina en el Atlántico Sur

Este artículo integra la cobertura de IPS sobre el Día Mundial de los Océanos, que se celebra este 8 de junio.

La acidificación de los océanos pone en riesgo los ecosistemas marinos. Foto: NOAA's National Ocean Service / Dominio público

BUENOS AIRES – En los últimos 47 años, el aumento de las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) atmosférico que resultan de las actividades humanas ha alterado las características químicas de las masas de agua del Atlántico Sur en todas las profundidades de la Cuenca Argentina, con consecuencias para la supervivencia de los ecosistemas marinos.

Con el aumento de CO2, el ambiente oceánico ve reducida su disponibilidad de carbonato de calcio, principal componente de conchas y esqueletos de organismos como moluscos, corales, fitoplancton y zooplancton. Este último es la única fuente de alimento de peces pequeños, pero además se encarga de descomponer los organismos muertos, volviendo su materia orgánica útil para nutrir a otros organismos.

“El aumento de emisiones de CO2 en las últimas cinco décadas ha sido tal que si hoy pudiéramos frenarlas no evitaríamos el déficit de esos minerales en la capa intermedia de agua proveniente de la Antártida, a 800-1200 metros de profundidad”: Marcos Fontela.

Un estudio que será publicado en Science of the Total Environment (20 de julio) basado en el análisis de datos y observaciones recolectados en campañas realizadas en el Atlántico Sur entre 1972 y 2019, indica que en ese lapso el CO2 atmosférico aumentó en promedio 83 partes por millón (ppm), lo que ha ocasionado un incremento del dióxido de carbono en todas las profundidades oceánicas.

“El aumento de emisiones de CO2 en las últimas cinco décadas ha sido tal que si hoy pudiéramos frenarlas no evitaríamos el déficit de esos minerales en la capa intermedia de agua proveniente de la Antártida, a 800-1200 metros de profundidad”, dice a SciDev.Net Marcos Fontela, investigador del Centro de Ciencias del Mar de la Universidad de Algarve, Portugal, y del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo, España.

El autor del estudio, Marcos Fontela, en plena investigación. Foto: Cortesía de Marcos Fontela

A pesar de ello, el autor de la investigación –que en septiembre 2020 publicó en Scientific Report un estudio sobre el tema en el Atlántico Norte– sostiene que aún tiene sentido actuar. “La capa siguiente del océano, la que está por encima de la intermedia, puede mantenerse en valores óptimos para los organismos carbonatados si se logra cesar las emisiones de CO2”, afirma.

Ricardo Sahade, biólogo del grupo de Ecosistemas Marinos Polares del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (Idea), en Córdoba, Argentina, y quien no participó en el estudio, señala que éste “muestra la crucial importancia de contar con series temporales de datos que permiten contrastar situaciones actuales y verificar los cambios en un sistema”.

Agrega que “resulta importante ver como la señal del CO2 producido por la actividad humana está llegando rápidamente no sólo a aguas superficiales, sino también a aquellas más profundas que además son más sensibles a los cambios del pH”.

Si bien la capacidad de las masas oceánicas de absorber el CO2 atmosférico contribuye a mitigar el calentamiento global, la contracara es que esa misma absorción ocasiona una reducción del pH superficial del agua, lo que produce su acidificación.

Junto con la acidificación de las aguas sobreviene una reducción significativa de carbonato y aragonita, minerales esenciales para la calcificación de organismos planctónicos como ciertos moluscos con concha que viven en aguas del Atlántico Sur.

La acidificación por absorción de carbonato de calcio está siendo potenciada por procesos naturales como la actividad biológica, que desarrolla organismos consumidores y descomponedores al usar la materia orgánica proveniente de las capas superiores de agua, proceso que consume oxígeno y produce CO2.

“La acidificación del océano es un ejemplo ineludible de que hemos pasado a modificar el ambiente a gran escala”, advirtió el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia, en una publicación, hace más de una década.

Con la acidificación, el océano reduce su capacidad de absorción de dióxido de carbono, con efectos negativos en el calentamiento global. Por ello, “los impactos económicos de estos efectos son incalculables”, dice la publicación del citado Foro.

Sahade opina que tanto los ecosistemas como las comunidades constituyen niveles de organización muy complejos en los que es difícil predecir la magnitud y direccionalidad de los cambios. “Lo que si podemos decir, sin temor a equivocarnos, es que estas alteraciones sin duda tendrán sus consecuencias”, afirma.

Pero no para todas las especies las estructuras de carbonatos son esenciales para la supervivencia. “Aquellas que pueden vivir con estas debilitadas, o incluso, sin ellas, quedarán más expuestas a ataques de predadores, y aun cuando sobrevivan serán más vulnerables”, dice Sahade.

Fontela destaca que el hecho de que haya podido analizar una serie temporal de casi 50 años en esta investigación es obra de su colega, la bióloga y oceanógrafa Aída Ríos, “una de las mejores científicas gallegas, que desafortunadamente murió en un accidente de tráfico hace 6 años”.

Para profundizar en la comprensión del mecanismo de captación de CO2 por parte de las masas de agua, los investigadores iniciaron el 29 de mayo una nueva campaña oceánica en Groenlandia, donde estudiarán la física y la química de las aguas de los océanos del Atlántico Norte y Ártico.

Este artículo se publicó originalmente en SciDevNet América Latina.

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