Con el respaldo del Fondo Verde para el Clima (GCF, en inglés), Cuba prevé fortalecer la protección de humedales, manglares, arrecifes y pastos marinos en su costa sur, amenazados por los efectos del cambio climático.
Será posible gracias al “Proyecto para la resiliencia costera al cambio climático en Cuba a través de la adaptación basada en ecosistema – Mi Costa”, que durante los próximos 30 años incentivará la adaptación efectiva en 24 de los 168 municipios de este país insular caribeño.
Implementado por la Agencia de Medio Ambiente, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como entidad acreditada del GCF, y de conjunto con otras entidades nacionales, la iniciativa respalda el compromiso gubernamental con el Acuerdo de París, aprobado en 2015.[pullquote]3[/pullquote]
Permitirá poner en práctica los principales elementos del plan del Estado cubano de enfrentamiento al cambio climático, más conocido como Tarea Vida, vigente desde 2017 y con énfasis en la mitigación de vulnerabilidades costeras.
“Mi Costa permitirá innovar mediante el uso de prácticas de Adaptación Basada en Ecosistemas (ABE) como estrategia principal para la resiliencia y la protección costera”, explicó a IPS la oficial nacional del Programa, Gricel Acosta, a cargo del área de Medio Ambiente y Energía de la Oficina del PNUD en Cuba.
El proyecto significará un cambio en las prácticas de gestión de los impactos de las inundaciones costeras a través de soluciones basadas en infraestructuras, que “si bien son efectivas, requieren un alto costo de mantenimiento y no siempre se adaptan a los paisajes costeros donde intervienen”, valoró la experta.
En cambio, contrastó, aplicar medidas de ABE “proporciona beneficios protectores flexibles ante condiciones diferentes, son más rentables de mantener y aumentan sus aportes con el tiempo”.
Significó que además de proteger las comunidades costeras generará información que facilitará extender la ABE a nivel nacional, y que el modelo pueda ser utilizado en otras naciones insulares con condiciones similares.
Otro elemento innovador de Mi Costa, será el papel activo de las comunidades en el monitoreo de los beneficios y la gestión del ecosistema, la relación con sus vidas y medios de subsistencia.
“Creará capacidades a partir de un programa local y generará productos informativos, entre ellos un protocolo para medir la resiliencia costera, a fin de tomar decisiones sobre la base de la exposición a las amenazas climáticas”, resaltó Acosta.
También contribuirá a integrar la información dentro de una plataforma nacional de gestión del conocimiento para que sectores económicos y poblaciones utilicen los datos en los procesos de planificación.
Con ello, sintetizó la especialista del PNUD, se crearía un modelo de resiliencia climática basado en el fortalecimiento de las capacidades de la comunidad y de los servicios de los ecosistemas, mediante acciones de adaptación sustentadas en realidades locales y nacionales.
El proyecto
Mi Costa, que recibió el respaldo del GFC el 19 de marzo, sobresale en el área de América Latina y el Caribe, y se suma a los del grupo de 33 países del Sur global que verán apoyados con 1200 millones de dólares planes de resiliencia climática que favorezcan bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Durante los primeros ocho años, será cofinanciado con 23,9 millones de dólares del GFC, mientras la parte cubana aportará otros 20,3 millones en el lapso restante.
Contempla intervenciones en dos tramos del litoral sur cubano, que mira al Caribe, en 1337 kilómetros de costa y unas 2,8 millones de hectáreas, de las cuales 63 por ciento se encuentran en tierra y el resto en espacios marinos.
En esas zonas que van de La Coloma a Surgidero de Batabanó, en la parte occidental de la alargada isla, y de Júcaro hasta Manzanillo, en la región centro-oriental, residen 1,3 millones de los 11,2 millones de habitantes de Cuba.
La iniciativa proyecta restaurar más de 11 400 ha de manglares, más de 3000 ha de bosques de ciénaga y 900 ha de hierbazales de ciénaga, mientras aspira a mejorar la salud de 9287 ha de pastos marinos y 134 kilómetros de crestas de arrecifes coralinos, precisa la descripción del proyecto.
Estudios científicos corroboran que dichos ecosistemas interactúan entre sí y devienen barreras que mitigan la erosión costera, inundaciones y la intrusión salina, fenómenos que amenazan a pequeños estados insulares en desarrollo.
Incluirá además la restauración de los flujos de agua mediante zanjas de drenaje, limpieza y mantenimiento de canales, eliminación de microvertederos, erradicación de especies vegetales invasoras y la rehabilitación de la franja de mangle rojo (Rhizophora mangle) y otras especies de los bosques de ciénaga, entre otras acciones.
Tuvo como antecedente el proyecto Manglar Vivo, dirigido a la rehabilitación de manglares y pantanos en la costa sur de las occidentales provincias cubanas de Artemisa y Mayabeque, ejecutado de 2014 a 2020, financiado por el Fondo de Adaptación e implementado por el Ministerio de Medio Ambiente y el PNUD junto a otras entidades.
Vulnerabilidades
El archipiélago cubano, el mayor del Caribe, es muy vulnerable a los impactos del cambio climático, más visibles durante los últimos años con prolongadas sequías y huracanes cada más devastadores.
Científicos pronostican que el nivel medio del mar aumentará en 0,29 metros para 2050 y 0,95 metros para 2100.
Sin adecuadas acciones de intervención se estima que, para inicios del próximo siglo, podrían desaparecer por dicha causa 21 comunidades costeras cubanas y otras 98 quedar gravemente afectadas en los 119 asentamientos humanos en litorales catalogados en riesgo, de un total de 262.
Entre los instrumentos legales para la protección del litoral sobresale el decreto ley 212 Gestión de la Zona Costera, vigente desde 2000, que prohíbe acciones humanas que aceleren la erosión natural del terreno.
En años recientes, destacan acciones estatales para fortalecer la resiliencia ante eventos naturales extremos como la reubicación de comunidades costeras, demolición de viviendas e instalaciones mal ubicadas en las dunas, la restauración de la vegetación autóctona y el vertimiento en playas de arena proveniente de fondos marinos.[related_articles]
No obstante, persisten malos manejos, la tala indiscriminada, al igual que derrames industriales y de residuos desde las viviendas hacia los ríos y el mar que aceleran la destrucción de hábitats naturales.
“Aprecio un deterioro del entorno costero y de la flora y fauna. La vegetación está muy maltratada y en las zonas donde existen viviendas pueden notarse vertederos y la quema periódica de residuos que afectan el mangle”, manifestó a IPS vía electrónica la psicóloga Kryster Álvarez, residente en Cienfuegos, urbe costera a 232 kilómetros al sudeste de La Habana.
Por su parte, el artesano y activista Hanser Ramírez, en diálogo digital con IPS, defendió la pertinencia de estrategias que también prioricen “nuevas zonas protegidas, educar a la comunidad, invertir en cestos y carteles informativos, así como apoyar a pequeños proyectos que ayudan con el cuidado del medio ambiente”.
Residente en la ciudad de Trinidad, a 360 kilómetros al sudeste de la capital cubana, Ramírez lidera Tú también puedes ayudar con Snorkeling, un proyecto ambiental sin fines de lucro nacido el 11 de julio de 2019 en esa urbe patrimonial.
En las playas La Boca y Ancón, próximas a Trinidad, la treintena de voluntarios de ese grupo ha protagonizado recogidas de desechos de los fondos marinos e impulsado la manufactura de cestos ecológicos con envases plásticos desechables, para contribuir con la recogida de basura en ecosistemas tan sensibles.
ED: EG