Defendiendo a los defensores: un llamado a que cambiemos la conversación

Mujeres indígenas protestan por la violación de una niña de la comunidad Embera por parte del ejército, en Bogotá, la capital de Colombia,, en junio de 2019. Foto: Sebastian Barros/ NurPhoto/PA Images/ all rights reserved
Mujeres indígenas protestan por la violación de una niña de la comunidad Embera por parte del ejército, en Bogotá, la capital de Colombia,, en junio de 2019. Foto: Sebastian Barros/ NurPhoto/PA Images/ all rights reserved

Aprincipios de marzo de 2020, justo antes de que el novedoso coronavirus explotara en los titulares de todo el mundo, el relator especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Michael Forst, presentó un informe ante el Consejo de Derechos Humanos sobre una pandemia mortal en Colombia: los defensores de los derechos humanos, especialmente los que defienden su territorio y el medio ambiente, estaban muriendo a niveles alarmantemente altos debido a los índices incontrolados de violencia, amenazas y una impunidad sin freno.

Meses más tarde, con las cuarentenas en curso y el aumento del número de muertes, un informe de Global Witness calificó a Colombia como la zona cero para los defensores del medio ambiente. En el mismo documento también se estableció que de los países más mortíferos para la defensa de los derechos ambientales en todo el mundo, cinco se encontraban en América Latina.

Según el informe, «más de dos tercios de los asesinatos de defensores de los derechos humanos tuvieron lugar en América Latina» y los asesinatos en Honduras aumentaron de cuatro en 2018 a 14 en 2019, convirtiéndose en el país con el mayor aumento porcentual. Mientras tanto, en el Amazonas se produjeron 33 muertes, el 90% de ellas en el Brasil.

Lamentablemente, los datos muestran que cuando no se controla, la violencia contra los defensores es viral. Además, si no encontramos un tratamiento adecuado, sólo seguiremos perdiendo la mejor línea de defensa contra la destrucción de nuestros bosques, selvas, ríos; y la preservación de la igualdad y la democracia.

La autora, Viviana Krsticevic
La autora, Viviana Krsticevic

En el día de los defensores de los derechos humanos, he aquí tres principales lecciones del año 2020 que pueden guiar nuestra importante labor de defensa de los que defienden nuestros derechos y el medio ambiente en el nuevo año:

En primer lugar, cualquiera de nosotros puede ser un defensor de los derechos humanos desde el momento en que protestamos pacíficamente en las calles, litigamos casos en un tribunal o denunciamos crímenes en línea.

Reconocer el valor de los derechos humanos apoya nuestra propia capacidad de disentir y soñar. La violencia y las amenazas no deben ser naturalizadas como el peaje necesario para la defensa de los derechos.

Según una encuesta mundial de 196 defensores de los derechos humanos realizada por el Centro para la Justicia y el Derecho Internacional y finalizada a principios de 2020,  85% de los participantes tenían, o conocían de primera mano, a alguien que había recibido alguna forma de amenaza debido a su trabajo.

En América Latina y el Caribe, donde se recibió la mayoría de las respuestas, aproximadamente el 95% de los defensores de los derechos humanos respondieron que creían que no se enfrentarían a amenazas si no participaban en su actual activismo, frente a 60% de otras regiones.

El efecto inmediato de las amenazas es que interrumpen la labor de los defensores de los derechos humanos de ayudar a las comunidades en peligro a defender el agua, los alimentos, la seguridad y otros derechos y recursos durante los cierres y el proceso de recuperación de la covid-19, por ejemplo.

O asegurar que las protestas pacíficas contra la discriminación racial y la brutalidad policial reciban el apoyo logístico y jurídico necesario, especialmente frente a la creciente militarización regional y las tácticas de línea dura provocadas por la pandemia; y hacer un seguimiento de la distribución de los suministros médicos a una comunidad indígena de la región trifronteriza del Amazonas, a pesar de las amenazas de los grupos armados.

En segundo lugar, los Estados deben seguir investigando, procesando y sancionando a los responsables de los delitos contra los defensores de los derechos humanos. Colombia es un ejemplo de lo que sucede cuando la impunidad alimenta los ciclos de violencia contra los defensores.

Basta con mirar el reciente caso de espionaje contra defensores de los derechos humanos, abogados y periodistas que la revista Semana, con sede en Bogotá, puso al descubierto a finales de 2019.

Si bien las tecnologías utilizadas para interceptar teléfonos móviles y correos electrónicos eran nuevas y probablemente financiadas por los Estados Unidos, históricamente existe una larga línea de abuso y control por parte del gobierno colombiano y las autoridades militares contra aquellos que se perciben en oposición a sus agendas políticas que se remontan a los años 50 y más famosamente bajo el presidente Álvaro Uribe Vélez.

En una audiencia reciente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló este abuso persistente, indicando que la ausencia de una investigación exhaustiva para identificar un motivo y una estructura operativa sólo había llevado a la repetición de este fenómeno.

En tercer lugar, debe celebrarse la labor de los defensores de los derechos humanos. Esto no sólo implica cambiar las actitudes culturales que nos rodean, sino examinar cómo nosotros, como defensores de los derechos humanos, organizaciones y partes interesadas, seguimos apoyándonos unos a otros para responder a nuestra vocación de defender nuestras comunidades y nuestro planeta en los próximos años.

Con demasiada frecuencia, los defensores de los derechos humanos, al conversar entre sí, minimizan las amenazas y otros actos de violencia; o consideran que son el resultado esperado de un trabajo bien hecho en contextos adversos.

Pero para hacer de este mundo un lugar más justo, equitativo y democrático, libre de discriminación estructural y ambientalmente sostenible, necesitamos que millones de personas más se comprometan en esta importante labor. ¿Cómo podemos inspirar a la próxima generación de defensores para que mantengan o mejoren el progreso social, sin esperar que ellos también paguen un peaje emocional o físico?

Cuando los defensores de los derechos humanos se ven afectados por amenazas, muerte e impunidad, nuestras sociedades, economías y democracias se ven interrumpidas. Las normas universales que abordan el derecho a defender los derechos, que contrarrestan las amenazas generalizadas y la impunidad, deben ser una prioridad regional en 2021 y deben ir de la mano de una conversación cultural sobre el valor del derecho a defender los derechos.

La invitación para este Mes de los Derechos Humanos es a profundizar en la conversación y encontrar caminos para asegurar que podamos dar pasos adelante en el logro de nuestros objetivos compartidos de un continente más democrático, sostenible, justo y equitativo.

Este artículo fue publicado originalmente por democraciaAbierta.

RV: EG

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