En los hogares de todo el mundo son predominantemente las mujeres, a menudo con menos sueldo y menos seguridad laboral que los hombres, las que están sacrificando sus empleos y carreras ante la covid-19, expuso este lunes 30 un reporte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La pandemia golpea con más fuerza las oportunidades de trabajo de la mujer, una vez que las familias toman decisiones difíciles sobre quién mantiene su trabajo remunerado y quién lo deja, para proporcionar el cuidado sin remuneración que se necesita en el hogar.
Según datos de 55 países de ingresos altos y medios, 29,4 millones de mujeres mayores de 25 años perdieron sus empleos entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo trimestre de 2020.
Un número ligeramente menor de hombres (29,2 millones) perdió el suyo, pero como había muchas menos mujeres en la fuerza de trabajo, la pérdida proporcional de las mujeres es mayor, y a finales del segundo trimestre de 2020 había 1,7 veces más mujeres que hombres fuera de la fuerza laboral en esos 55 países.
La misma proporción era de 2,1 veces en América Latina, una región muy afectada por las consecuencias económicas de la covid, y donde el número de mujeres fuera de la fuerza de trabajo aumentó a 83 millones, frente a 66 millones antes de la pandemia.
En comparación, el número de hombres fuera de la fuerza de trabajo llegó a 40 millones, frente a 26 millones antes de la pandemia.
Un estudio previo de la OIT mostró que la participación global de las mujeres entre 25 y 54 años en la fuerza laboral era de 51,6 por ciento versus 94,6 por ciento de hombres, con marcadas diferencias entre regiones y con porcentajes femeninos más bajos a medida que los hogares son más numerosos y con hijos menores de seis años.
En Europa, América del Norte y África al sur del Sahara trabajan más de 77 por ciento de las mujeres en ese rango de edad, mientras solo 29 por ciento de Asia occidental y Norte de África, 72 por ciento en Asia sudoriental y 64,5 por ciento en América Latina y el Caribe.
Asimismo, 80 por ciento de mujeres y 90 por ciento de hombres trabajan cuando el hogar es de una sola persona, pero la brecha se ensancha a medida que aumenta el número de integrantes en el hogar y hay niños menores de seis años, hasta una cifra global promedio de 93,3 por ciento de hombres y 41,1 por ciento de mujeres.
Las mujeres también constituyen el grueso de los trabajadores del sector de los cuidados esenciales, incluido el 70 por ciento de los trabajadores de la salud.
En el pico de cierres relacionados con la actual pandemia, 1700 millones de estudiantes se vieron afectados por el cierre de escuelas –todavía afectan a 224 millones-, y muchos han regresado a las aulas pero a través de modelos remotos o híbridos que les ocupan en el hogar, donde requieren de supervisión.
Esa situación incrementó las cargas domésticas de las mujeres en detrimento de su condición laboral, y por ejemplo en Estados Unidos una de cada cuatro mujeres que perdieron su trabajo durante la pandemia dijo que fue por necesidad de cuidado de los niños, el doble que entre los hombres.
En Brasil, Chile, Costa Rica y México, las mujeres con hijos que viven en pareja han experimentado descensos más pronunciados que los hombres en la participación en la fuerza de trabajo, relacionados con la pandemia, y más aún en el caso de las mujeres que viven con niños menores de 6 años.
En Colombia, las mujeres con empleo pasaron de 9,2 a 6,7 millones, una caída de 28 por ciento, dijo por su parte María Eugenia Pérez, presidenta de la Asociación Colombiana de Cooperativas.
La OIT reconoce que muchos gobiernos han tratado de reducir las cargas adicionales del trabajo de cuidado no remunerado con subsidios especiales, y que muchos empleadores ofrecen modalidades de trabajo flexibles, que pueden favorecer el equilibrio entre el trabajo y la vida privada.
Entre sus recomendaciones, la OIT insistió en más inversiones en la economía del cuidado, para crear empleos y fortalecer los tan necesitados sistemas de salud, con mejores condiciones para los trabajadores del sector y otros esenciales.
Pidió más acceso a servicios de atención asequibles para los niños, las personas de edad y las que están enfermas o con discapacidades, y disposiciones más inclusivas sobre la licencia por enfermedad remunerada.
También abogó por la disponibilidad de acuerdos de trabajo favorables a la familia, incluido el teletrabajo, horarios flexibles de inicio y finalización, bancos de tiempo y la posibilidad de trabajar semanas condensadas.
Agregó la promoción de la participación de la mujer en puestos de dirección y liderazgo, y la construcción de ambientes de trabajo libres de violencia y acoso.
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