En el municipio de Torit, en la zona meridional de Sudán del Sur, Margaret Itto es una de las productoras que han invertido mucho en la agricultura del país más joven de África. Pero no puede acceder a los mercados de la capital, Juba, porque, simplemente, las malas condiciones de la carretera lo impiden.
«La infraestructura vial en este país es un gran obstáculo», dijo Itto. «Llevar el producto de las fincas a las bodegas de almacenamiento y luego al mercado es un gran desafío. Muchas veces, mis trabajadores han tenido que dormir en el monte porque su vehículo se atascó», añadió a IPS.
Itto cosecha maní, girasol, maíz, fríjoles y ajonjolí, entre otros cultivos, y ha soportado enormes pérdidas posteriores a la recolección, especialmente cuando llueve, ya que los caminos se vuelven intransitables, según contó en vivienda en un área rural del municipio de Torit, a unos 150 kilómetros al sureste de Juba.
En África subsahariana, 40 por ciento de los alimentos básicos no llegan a los mercados por la mala vialidad y otras limitaciones de transporte e infraestructura, según organizaciones internacionales.
Una situación que es aprovechada por los importadores que cubren el déficit de oferta con productos alimentarios de mala calidad, mientras en los campos se quedan las cosechas sin poder llegar hasta los puntos de suministro.
«Dado nuestro alto costo de producción, muchos habitantes urbanos terminan consumiendo alimentos importados de baja calidad porque son mucho más baratos que los producidos localmente», debido a los sobrecostes por las dificultades de transporte e infraestructura, observó para IPS James Nyoro, gobernador del municipio de Kiambu, en Kenia central.
Las ciudades de África de rápido crecimiento y los mercados de alimentos con una facturación de hasta 250 000 millones por año ofrecen la oportunidad de mercados más amplio y de más rápido crecimiento para los 60 millones de fincas productivas del continente, según un nuevo informe publicado durante el anual Foro para una Revolución Verde de África, que este año se realizó en forma virtual entre el 8 y el 11 de este mes.
Para que los agricultores africanos aprovechen el enorme potencial de los mercados urbanos, es necesario invertir en infraestructura de vialidad no urbana, ciudades pequeñas e intermedias, mejorar la gobernanza de los sistemas alimentarios urbanos, generar nuevas regulaciones y potenciar la seguridad alimentaria, indica el documento.
El Informe sobre el Estado de la Agricultura en África (AASR, en inglés) es elaborado anualmente por expertos de las Naciones Unidas, varias universidades del continente y la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, en inglés), entre otras instituciones, y en esta edición destaca cinco áreas prioritarias que deben ser atendidas para mejorar el acceso a los mercados de los agricultores del continente.
«Hay necesidad de mejorar la gobernanza del sistema alimentario urbano, contar con mercados mayoristas urbanos eficientes, así como la regulación y aplicación de la seguridad alimentaria”, dijo Rudy Rabbinge, profesor emérito de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria en la Universidad de Wageningen, en Países Bajos.
Rabbinge, uno de los autores principales del informe, añadió que también se requiere “la, armonización de políticas agrícolas y de libre comercio regional, e investigación agrícola centrada en productos alimenticios de alto valor y crecimiento».
El científico e investigador Daniele Fattibene coincidió con el profesor neerlandés, al subrayar a IPS que es crucial lanzar políticas e iniciativas para preservar la seguridad alimentaria en las áreas urbanas africanas.
«La covid-19 ha expuesto a muchas personas en las zonas urbanas africanas a la pobreza y el hambre. La mayoría de las personas que estaban empleadas en labores ocasionales perdieron sus trabajos durante el confinamiento”, recordó el especialista en seguridad alimentaria del italiano Instituto de Asuntos Internacionales.
Parte de ese contingente poblacional, que en buena parte había migrado del campo a la ciudad, “ha regresado a áreas rurales donde el acceso a los alimentos era más fácil”, aseguró.
“Pero otros no tienen esa opción, pues ya escaparon de la violencia o del hambre de sus lugares de origen”, recordó.
Según Andrew Cox, jefe de personal y estrategia de la AGRA, un conjunto creciente de nuevos actores no tradicionales, incluidos urbanistas, alcaldes, consejos de distrito, organizaciones de comerciantes y profesionales de la salud pública, se están convirtiendo en actores clave en la implementación de una mejor política agrícola en el continente.
Ello obedece a que los sistemas agroalimentarios africanos se están desplazando cada vez más hacia las zonas urbanas.
Fattibene, consciente de ese fenómeno, cree que los alcaldes africanos deberían invertir en la agricultura urbana, como una forma de acortar las cadenas alimentarias y preservarlas de los choques externos repentinos como una intervención a mediano y largo plazo.
«En este sentido, las autoridades locales deben apoyar a los pequeños productores y las pymes para formar cooperativas y alentar a los supermercados y otras tiendas de abarrotes a obtener sus productos localmente en lugar de importarlos», dijo.
El experto agregó desde Roma que los responsables municipales también “deben desarrollar estrategias a medida para mapear eficazmente sus sistemas alimentarios, tomando como referencia otras ciudades del Sur Global como Quito, en Ecuador, que ha desarrollado planes de resiliencia alimentaria urbana efectivos”.
«Esto puede permitir el desarrollo de herramientas de alerta temprana para evitar emergencias alimentarias en áreas urbanas», afirmó.
El informe AASR citó como la peor situación del continente la de la República Democrática del Congo, donde el acceso a los mercados es el más débil de África, lo que eleva los costos de producción agrícola y reduce el margen para inversiones comerciales y agrícolas y conexas rentables.
Otro desafío tiene que ver con las políticas comerciales transfronterizas.
Esto se vio agravado por la covid, cuando países de todo el mundo decidieron restringir las exportaciones de alimentos debido a la pandemia, lo que agravó la inseguridad alimentaria, especialmente en las áreas urbanas de África.
Un ejemplo: en la frontera entre Kenia y Tanzania el bloqueo de las carreteras provocó que los alimentos perecederos se desperdiciaran durante el apogeo de la pandemia, mientras los camiones con esos productos esperaban a ambos lados del límite binacional a que se reanudará el transito binacional.
Sin embargo, los autores de AASR son optimistas de que el nuevo Tratado de Libre Comercio Africano, en que participan 44 países, marque en forma paulatina una gran transformación en la comercialización de los productos agrícolas, que permita escalar la inversión en producción, procesamiento y comercio y costos de operación, bajando los costos de alimentos.
Mientras las ciudades continúan luchando contra la pandemia,
Fattibene dice que las autoridades deben tomar medidas para proteger a los empleados en sectores informales, como los vendedores ambulantes de alimentos en los mercados al aire libre, que se vieron seriamente afectados por la crisis.
Además, adujo, es muy importante y urgente hacer llegar en forma alternativa a los escolares las comidas que consumían en los centros educativos, ahora en muchos países cerrados, porque muchos niños consumían en las escuelas la mayor cantidad de alimentos y la más nutritiva.
«Para implementar todas estas medidas, se necesitarán fondos adicionales para las autoridades locales», dijo.
Mientras, en su finca en Torit, la sursudanesa Itto solo espera caminos transitables y una mejor logística para que sus productos lleguen a los mercados de Juba y otras ciudades y así poder expandir su sus cultivos, mejorar sus instalaciones y contribuir así a la seguridad alimentaria de su frágil país de 11 millones de personas.
Algo similar a lo que necesitan pequeños agricultores en otros muchos países de África.
T: MF