Tras décadas de luchas, diálogos y resistencias, el movimiento del cine independiente cubano atraviesa un momento complejo, ante los efectos de la covid-19 y las expectativas sobre cómo funcionará la primera norma interna que lo reconoce a través de un registro.
“La pandemia trajo una paralización casi total del desarrollo audiovisual, pues la mayoría de las salas de cine están cerradas desde marzo. También hay muchas dificultades de movimiento a nivel nacional y en los últimos tiempos en La Habana para rodar una película”, dijo a IPS el investigador y crítico de cine Gustavo Arcos.
Con impactos económicos y de difusión similares al resto del mundo, la emergencia sanitaria llegó en un momento decisivo para el gremio audiovisual cubano, cuando se ponía en práctica el primer registro de realizadores autónomos.
Tanto es así que la primera convocatoria al estatal Fondo de Fomento del Cine Cubano fue lanzada en julio.
Las normas en implementación buscaron responder a viejos reclamos de este sector pujante dentro de la sociedad civil cubana, que persiste en defender su autonomía y libertad artística en un contexto de centralización de la actividad.
Según las cifras públicas, hasta junio el Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente contaba con poco más de 1800 inscritos, con una fuerte presencia de menores de 35 años y residentes en las provincias y no en la capital.
“Hasta diciembre no se sabrá cuáles serán los proyectos beneficiados por el Fondo. Y hay también que esperar para saber de qué manera el decreto ha favorecido o no a los realizadores: solamente hemos pasado por una etapa de la nueva atmósfera o espectro de la creación audiovisual en Cuba”, afirmó Arcos.
El Decreto Ley 373 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente se publicó en junio de 2019 junto a otras 13 resoluciones para implementarlo, incluido el Fondo.
Fue recibido de diferentes maneras por el gremio artístico, que vio en la nueva norma desde el reconocimiento oficial a la creación fuera de las instituciones estatales hasta otra forma de regulación.
Mientras una parte del sector sigue abogando por una Ley de Cine, el decreto reconoció a un segmento creativo que crece pese a las dificultades, sobre todo en los últimos 20 años, aunque se reportan realizadores independientes desde mucho antes gracias a tecnologías masificadoras como las cintas de video y luego la era digital.
La norma define al creador de cine y televisión también como un actor económico que tiene representación legal, se beneficia con la seguridad social y puede acceder a cuentas bancarias, ser contratado y contratar a personas naturales jurídicas cubanas y extranjeras. Permite inscripciones individuales y en colectivos.
Pero el decreto ley también define al estatal Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Acaic) como “la entidad rectora de la actividad audiovisual y cinematográfica, para ello fomenta y controla la producción, distribución, exhibición, promoción, comercialización y conservación del cine”.
En ese sentido, puntualiza que deberá hacerlo “en estrecha relación con los creadores audiovisuales y cinematográficos independientes; atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana y en los fines de la Revolución que la hace posible y garantiza el clima de libertad creadora”.
Realizadores consultados por IPS compartieron sus percepciones y expectativas hasta el momento, que van desde la esperanza por la reanimación del cine cubano hasta el escepticismo por décadas de obras y autores desautorizados, junto a contradicciones entre el decreto ley y la filosofía de ser independiente.
“La manera en que más podría influir las nuevas normas se relaciona con el Fondo”, comentó el cineasta Enrique (Kiki) Álvarez, uno de los pioneros en la realización autónoma. “El Fondo pudiera crear un renacimiento en el cine cubano, con mucha gente haciendo obras y que se recupere un clima cultural alrededor del cine cubano”, opinó.
Director de largometrajes como La ola (1995) y Marina (2011), Álvarez aboga por una Ley de Cine y considera al decreto como un paso hacia ese objetivo, ya logrado en países latinoamericanos como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
En tanto, Rosa María Rodríguez, una realizadora enfocada a los temas de la mujer con cintas como La costurera (2016) y I love Papuchi (2018), destacó que la preparación de sus presentaciones de obras en diferentes etapas de realización a las convocatorias del Fondo le salvaron la cuarentena.
No obstante, “yo siento que hay muchas dudas… qué significa, qué aporta y qué no aporta”, dijo Rodríguez. “Tengo miedo de qué significa este decreto específicamente para nosotros como cineastas independientes por los temas que tratamos muchas veces”, dijo.
“Casi todas mis películas, para no decir todas, nunca se han puesto en la televisión cubana, ni se van a poner porque no están acordes a la política de programación”, puso como ejemplo, sobre la preocupación compartida respecto a la exhibición de las obras en la televisión y salas de cine, todas estatales.
“Yo no tengo problema con trabajar con la institución… siempre y cuando respeten la idea inicial del proyecto que quiero elaborar”, indicó Víctor Alfonso, reconocido por sus series animadas y humorísticas Yesapín García y Dany y el Club de los Berracos, que circulan por Internet y gracias a mecanismos informales de distribución fuera de línea.
En estos momentos, sucede en redes sociales una intensa polémica sobre si es posible o no hablar de cine independiente en Cuba, dado el entramado legal que exige, por ejemplo, permisos de instituciones del Estado para filmar en espacios públicos.[related_articles]
Para mantener su independencia algunos realizadores decidieron no presentarse, al menos por ahora, al registro.
“Yo prefiero mantener mi libertad individual, pues la colectiva está un poco cerrada”, argumentó Jorge Molina, un director con una amplia obra independiente, de alto contenido sexual y el lado más oscuro de la naturaleza humana. “Yo prefiero por lo menos tener derecho a decidir lo que quiero y eso lleva un riesgo, por supuesto”, insistió.
“Mi cine siempre fue minimalista pero el que viene va a serlo mucho más, dentro de mi casa, en espacios cerrados, para no pedir permisos que no me van a dar porque no soy miembro del registro”, consideró.
Tampoco se postuló Miguel Coyula, un director único dentro del cine cubano por realizar casi todo en sus películas, como Corazón azul, cuyo rodaje concluyó este mes de septiembre. “Ser independiente es simplemente ser independiente… otra cosa es una traición a la palabra misma. Yo pienso seguir como un electrón libre”, aseguró.
La reapertura de salas de cine está prevista, con aforo limitado como sucede en todo el mundo, para la segunda fase de recuperación en la etapa pospandemia. Por ella ya transitan la mayoría de las 15 provincias cubanas, pero La Habana y otros territorios siguen presentando una situación aún complicada de transmisión del virus por lo que esa reapertura no tiene fecha previsible.
De la situación en que esté la capital en diciembre va a depender, de hecho, la realización ese mes del 42 Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, a la que ya se han presentado 1800 obras.
Otros festivales locales optaron por una modalidad en redes sociales, como el Festival Internacional de Cine de Gibara, que realizó este mes una muestra de microcine en aislamiento.
ED: EG