“Bolsonaro se acabó”, dictaron carteles luminosos durante el cacerolazo de protesta contra el gobernante de Brasil, y reflejo lo que antes le dijo un inmigrante a su cara tras introducirse entre el grupo de fanáticos que suele jalearlo cada mañana a la entrada de la sede presidencial en la capital de país.
La sentencia de muerte política es por ahora solo un deseo de manifestantes opositores, que se expresaron la noche del miércoles 18, pero refleja un cuadro de deterioro de la credibilidad del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro que puede ser terminal.
Su actitud negacionista hacia la pandemia de coronavirus fue quizás la última gota en la acumulación de gestos antidemocráticos, ineptitud, agresiones, mentiras y decepciones que protagonizó desde su toma de posesión el 1 de enero de 2019.
El impacto social de la crisis sanitaria será tan brutal que, por razones distintas o parecidas, tiende a amenazar también la sobrevivencia de otros gobernantes en América Latina, especialmente los que ya viven crisis profundas, como los de Chile y Venezuela.
Pese a las cuatro muertes y 428 brasileños contagiados hasta el 18 de marzo, entre los cuales dos ministros y el presidente del Senado, David Alcolumbre, y recesión económica mundial considerada inevitable, con fuerte reflejo en Brasil, Bolsonaro sigue atribuyendo todo a una “histeria” provocada por los grandes medios periodísticos.
Antes dijo que el nuevo coronavirus y su enfermedad, la covid-19, son una “fantasia”, luego reconoció la pandemia, pero considerándola “superdimensionada”.
Casi todos los países sudamericanos con fronteras cerradas, vuelos cancelados, el cierre de escuelas, y parte del comercio y las empresas, espectáculos suspendidos, la población orientada o forzada a quedarse en su casa y evitar el contagio son una nueva realidad de la que, por ahora, se aísla Bolsonaro.
Chile decretó el Estado de Catástrofe Nacional, que autoriza el gobierno a adoptar medidas excepcionales para hacer frente a la crisis sanitaria.
“Con un sistema público de salud que atiende a más de 70 por ciento de la población, Chile enfrentó con éxito las epidemias anteriores, como el cólera y el brote de H1N1” (gripe porcina), recordó Valeria Prado, profesora emérita de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Pero el país vive desde octubre una crisis política que debilitaron el gobierno. Las prolongadas y masivas protestas obligaron el presidente derechista Sebastián Piñera a aceptar un proceso constituyente y su popularidad cayó a 6 por ciento en enero, según encuesta del Centro de Estudios Políticos.
“Si bien la mayoría de la población está entendiendo la gravedad de la situación, esto se mezcla con la protesta social y el 8 de marzo, por ejemplo, se realizó una marcha multitudinaria de mujeres en Santiago, cuando ya estaba circulando el virus en Chile”, señaló a IPS la también ex secretaria general de la Sociedad Panamericana de Infectología.
Los sistemas público y privado tienen buena calidad técnica y se está implantando más camas hospitalarias, respiradores para las unidades de cuidados intensivos y laboratorios para el diagnóstico de covid-19.
“Esta pandemia es una oportunidad para el gobierno de mostrar liderazgo positivo, aunque está claro que representa un gran desafío para el sistema sanitario chileno y tendrá un impacto económico grave”, evaluó la infectóloga.
“A mi juicio se están tomando las medidas adecuadas, pero la población tiene también una gran responsabilidad de acatar el aislamiento social y seguir las instrucciones de las autoridades”, la conducta humana influye en la diseminación de la epidemia, concluyó.
El gran problema en América Latina es que algunas medidas, como adelanto de bonificaciones anuales, abonos salariales, descuentos o postergación de tributos, crédito, pueden mitigar los efectos económicos y sociales pero solo en el sector formal de la economía.
El gobierno brasileño anunció varias iniciativas que suman el equivalente a unos 30 000 millones de dólares.
Pero en la región, según puntualizó el miércoles 18 la oficina para América Latina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tiene más de 52 por ciento de su población activa ocupada en el sector informal, lo que se eleva en 10 puntos entre los jóvenes, por lo que las respuestas de asistencia no les alcanzan o lo hacen débilmente.
Y esa población será la más afectada por la casi paralización económica prevista para algunos meses, al no tener acceso a la protección social, ya muy inferior a la de países del Norte industrial.
El gobierno brasileño, alertado por esa laguna en sus primeras medidas, prometió donar 200 reales (40 dólares) mensuales durante tres meses a los informales estimados entre 15 y 20 millones, como vendedores callejeros, prestadores de servicios eventuales y trabajadoras domésticas.
Es insuficiente para evitar una crisis social que tiende a generalizarse por los países latinoamericanos a medida que el coronavirus se expande entre sus poblaciones.
El resultado son gobiernos en la cuerda floja, tanto en el espectro de la derecha como del centro y la izquierda.
¿Cómo resistirán gobernantes ya impopulares, como Piñera que además tendrá probablemente que aplazar el plebiscito del 26 de abril que decidiría la elaboración de una nueva Constitución en Chile?
¿Y países que ya sufren una pobreza dramática? Venezuela es el caso emblemático con su colapso económico que provocó la emigración de casi cinco millones de personas, incluyendo de 25 000 a 30 000 médicos?
Fallas de electricidad y en suministro de agua afectaron 63 y 78 por ciento de los hospitales venezolanos respectivamente en 2019, según encuesta de la organización Médicos por la Salud en 40 grandes centros de salud estatales.
El desabastecimiento de insumos y medicamentos esenciales es otra llaga. Solo hay 85 camas dotadas de ventilación mecánica para pacientes graves, mientras la dotación de test de detección del virus es mínima. ¿Qué pasará con una epidemia de covid-19 en ese país y qué impacto tendrá para el gobernante izquierdista Nicolás Maduro?
El coronavirus atacó inicialmente los ricos, es decir los viajeros internacionales y sus allegados. Su explosión debe ocurrir cuando llegue a las “favelas”, villas, o barriadas, algunos de los nombres que reciben los barrios hacinados e insalubres que facilitan el contagio y cuyos pobladores carecen de condiciones para cuidarse.
Gobiernos como el izquierdista de Nicaragua, que ignora el protocolo internacional que dicta cuarentenas, aislamiento social y suspensión de actividades multitudinarias, corren el riesgo de pagar por los efectos trágicos.
En Brasil, de hecho el presidente Bolsonaro ya sufre los daños de su propio oscurantismo.
El retumbar de las ollas en muchas ciudades brasileñas, en la noche del 18 de marzo, con los gritos de “fuera, Bolsonaro”, recordó los cacerolazos que en 2015 dieron inicio a las manifestaciones que impulsaron la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff al año siguiente.
En edificios de algunos edificios de Río de Janeiro y São Paulose se destacaron letreros que señalaban en luces que estaba extinto el poder del actual presidente, elegido en octubre de 2018.
El inmigrante negro, supuestamente haitiano, no identificado, también usó dos días antes la expresión “Bolsonaro se acabó” antes de decir directamente al presidente, en portugués con acento, que “Usted ya no es presidente, tiene que dimitir”, en un video que circula profusamente en las redes sociales.
El manifestante tuvo la osadía de acusar Bolsonaro de “propagar el virus y matar los brasileños”, antes de ser acallado por gritos de los bolsonaristas que se encuentran casi diariamente con su líder delante del Palacio de Planalto, la sede de la presidencia, en Brasilia.
Bolsonaro cometió “un crimen contra la salud pública”, al juntarse a la multitud que se manifestó en su apoyo el domingo 15 en la capital, opinó Janaina Paschoal, la diputada más votada en 2018, con 2,06 millones de votos en el estado de São Paulo.
Bolsonarista de primera hora y coautora del pedido de inhabilitación de Rousseff, se declaró “arrepentida” de haber apoyado el excapitán del Ejército que ahora gobierna Brasil.
El presidente estaba bajo sospecha haberse contagiado del coronavirus. Había regresado cuatro días antes de una visita a Florida, en Estados Unidos, y 17 miembros de su comitiva, incluyendo dos ministros, sufren covid-19.
Políticos e intelectuales progresistas pidieron la inhabilitación de Bolsonaro, por haber alentado las manifestaciones que pidieron el cierre del Congreso Nacional y del Supremo Tribunal Federal, y por violar orientaciones de su propio gobierno en relación al coronavirus.
Bolsonaro encara la pandemia como “disputa de poder”. “Quieren paralizar actividades para hundir la economía brasileña y así “acaba mi gobierno”, dijo en una entrevista a una radio.
A este artículo contribuyeron los corresponsales Humberto Márquez, desde Caracas, y Orlando Milesi, desde Santiago de Chile.
E: EG