La cubana Rosa del Pilar Luque aprendió por tradición familiar el arte de hacer dulces. En 2014, cuando se vio sin trabajo y sola al cuidado de sus tres hijos, decidió usar ese don para iniciar un negocio en el barrio de San Agustín, en la periferia de la capital de Cuba.
“Sentí que el mundo se me derrumbaba, no sabía cómo enfrentar la economía de mi casa, porque el sostén era yo”, contó a IPS esta repostera, quien comenzó sin apenas capital inicial, ningún socio, un mercado de materias primas deprimido e inestable y un horno rústico.
Convertirse en emprendedora cambió su vida, un proceso en el cual, aseguró, la ayudaron los cursos y talleres de CubaEmprende, un proyecto del católico Arzobispado de La Habana que desde 2012 ofrece capacitación y asesoría empresarial a personas que deciden iniciar o mejorar una actividad económica dentro de las formas de gestión no estatal.[pullquote]3[/pullquote]
Hoy Dulce Rosa, como nombró Luque a su negocio, cuenta con cinco hornos profesionales y se especializa en pasteles (tortas) para bodas y cumpleaños.
También elabora bufets, con platos salados y dulces preparados bajo demanda para distintas celebraciones, aprovechando que desde diciembre de 2018 nuevas disposiciones reordenaron el trabajo por cuenta propia y autorizaron más de una licencia por persona para ejercer estas actividades de gestión privada.
“Viajo al exterior e importo algunas materias primas, confituras, así como bolsitas para regalos, manteles, servilletas y otros insumos”, explicó la emprendedora.
Gracias al uso de las redes sociales para promocionar sus productos y servicios, tarea en la cual la ayudan sus hijos, Luque ha ganado clientes de lugares distantes como La Habana Vieja, Guanabacoa y La Habana del Este, tres de los 15 municipios capitalinos.
Cifras oficiales muestran que unos 600 000 de los 11,2 millones de habitantes en este país insular caribeño laboran como trabajadores por cuenta propia, como se llama en el país al sector privado, en las 128 actividades autorizadas. De ellos, 32 por ciento son jóvenes y 35 por ciento, mujeres.
La Habana, con casi 20 por ciento de la población del país, concentra el mayor volumen del total de las personas ocupadas en emprendimientos privados.
Las estadísticas indican que las modalidades más representativas son la elaboración y venta de alimentos, el transporte de carga y pasajeros, el arrendamiento de viviendas, habitaciones y locales y los trabajadores empleados en el propio sector privado, entre otros.
En la capital, suele ser más atractivo ejercer algunas de esas actividades en municipios como La Habana Vieja, Centro Habana, Plaza de La Revolución, Playa, Cerro y Diez de Octubre.
En ellos, además de una alta densidad de población y mayor presencia de mercados y comercios, se ubican las sedes de ministerios, empresas, así como principales entidades políticas, económicas, culturales, turísticas y diplomáticas de la nación, lo cual realza su atractivo.
Alejadas de estas zonas, mujeres como Danilsy Ramírez exhiben también experiencias exitosas.
Esta cosmetóloga de 36 años decidió en 2009 profundizar en los productos de belleza y cortes de cabello, además de buscar asesorías, pues, refirió a IPS, “varias amigas me decían que tenía talento para peinarlas y maquillarlas”.
Así nació Salón Dany, la peluquería de Ramírez ubicada en su vivienda del barrio de Capdevilla, en el municipio Boyeros, al cual nunca le faltan clientas y su propia dueña califica a su establecimiento como “un negocio consolidado”, pese a estar en una zona poco habitada.
“Al principio dudé si funcionaría. Hice una fuerte inversión en productos de calidad que debí acumular, porque las ofertas aquí son muy inestables. Las clientas fueron creciendo, comunicándoselo unas a otras. Aunque no tengo página web, ya muchas personas me reconocen y buscan”, apuntó.
Tanto Luque como Ramírez aseguraron que la ubicación de sus negocios no limitó su desarrollo y que lograr encauzarlos ha contribuido a su empoderamiento personal y avance social.
“Mi salón ha crecido gracias al esfuerzo y la persistencia en el trabajo diario”, significó Ramírez.
Mientras, Luque reflexionó que “cuando una mujer gestiona su propio negocio, y lo hace con ayuda de su familia, el hogar tiene más armonía porque mejoran los ingresos, la calidad de vida y el bienestar”.
En 2010, el gobierno del entonces presidente Raúl Castro (2008-2018) autorizó la ampliación del trabajo por cuenta propia, con el objetivo de actualizar el modelo económico cubano.
La medida, que el gobierno socialista ha calificado de “irreversible”, buscó liberar al enorme aparato estatal de cientos de miles de trabajadores y actividades no estratégicas, así como capitalizar los tributos, con el fin de reactivar la economía nacional inmersa en una persistente crisis desde 1991.
Como parte de ese estímulo, no exento de frenos y dilaciones, el sector privado creció y con él, el número de cubanas emprendedoras y de aquellas que se contrataron en pequeños y medianos negocios del sector a lo largo del país.
Las cifras, no obstante, revelan la persistencia de brechas como la de género, y la necesidad de reducirlas mediante políticas públicas que complementen legislaciones estatales que estipulan la no discriminación y la igualdad de derechos, como analizan especialistas.
Ello coadyuvaría a la implementación de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas, con 169 metas en las dimensiones económica, social y ambiental.
El ODS 5, relacionado con la igualdad de género, recuerda que empoderar a las mujeres y niñas tiene un efecto multiplicador y ayuda a promover el crecimiento económico y el desarrollo a nivel mundial.[related_articles]
Arlen Martínez, coordinadora de Comunicación de CubaEmprende, afirmó a IPS que “la mayoría de quienes vienen a capacitarse al proyecto son mujeres (…), porque no tienen temor a decir que no saben y necesitan ayuda, a diferencia de muchos hombres, permeados por la cultura machista”.
Sin embargo, en este país perduran elementos que conspiran contra la igualdad de oportunidades.
“Nadie le dice a una mujer que no puede comenzar un negocio; sin embargo, cuando inicia, confronta dificultades que habitualmente los hombres no tienen”, argumentó Martínez, una comunicadora de 31 años, madre de dos hijos y también emprendedora.
Mencionó, por ejemplo, la doble jornada de trabajo laboral y doméstico, así como el cuidado de padres, madres y/o hijos, junto a otras actividades sociales.
La Encuesta Nacional de Igualdad de Género (Enig-2016), publicada en febrero de este año, mostró que en una semana las cubanas dedican como promedio 14 horas más que los hombres al trabajo no remunerado y ellos 12 horas más que las mujeres al trabajo remunerado.
En los hogares, los hombres y las mujeres destinan una media de 28:22 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidado, pero con importantes diferencias: 35:20 horas las mujeres contra 21:04 horas los hombres.
“Otro problema es que muchas emprendedoras suelen tener problemas con sus suministradores o subordinados cuando son hombres, porque les cuesta reconocer a una mujer como la líder de un proyecto”, resaltó Martínez.
A su juicio “hay que darle más valor a la mujer emprendedora y su esfuerzo”.
La especialista abogó, más que por diversificar las leyes para apoyar el emprendimiento femenino, profundizar en las existentes, pues algunas, dijo, amparan a las mujeres en cuanto a las licencias de maternidad o sin sueldo, créditos y otros beneficios, pero no se conocen.
“Como el país carece de un historial en cuanto a políticas relacionadas con el trabajo no estatal, hay mucho escepticismo. Quizás debemos aprender de países de la región con muchas más políticas públicas que estimulan el desarrollo, no solo de la mujer emprendedora, sino del emprendedor en su conjunto”, puntualizó.
Edición: Estrella Gutiérrez