“Me decían loco” por poner una cerca donde las vacas iban a beber agua y reducir así el área ganadera, recordó Elias Cardoso, en su hacienda de 67 hectáreas, en Extrema, un municipio a 110 kilómetros de São Paulo, la mayor metrópoli de Brasil.
“Me di cuenta que el agua se iba a acabar, con el ganado pisoteando la naciente. Entonces cerqué nacientes y arroyos”, justificó. “Pero dejé puertas para el bebedero de los animales”, aclaró el ganadero de 60 años.
Cardoso se adelantó así al Proyecto Conservador de las Aguas, que inauguró la alcaldía en 2005, con el apoyo de la organización ambiental internacional The Nature Conservancy y el Instituto Forestal de Minas Gerais, estado en cuyo extremo sur se ubica Extrema, con sus 36 000 habitantes.
El proyecto sigue los fundamentos del Programa Productor de Agua de la Agencia Nacional de Aguas, con su intervención en diferentes formas para preservar recursos hídricos y mejorar su calidad.
Comprenden, por ejemplo, medidas para conservar también el suelo, evitando la sedimentación de ríos y lagos.
Pero su dimensión fundamental es el Pago por Servicios Ambientales (PSA), que en el caso de Extrema busca compensar a los propietarios rurales por la tierra que dejan de sembrar o destinar al ganado, para restaurar bosques o proteger con cercas.
En 2007 empezó a operar el Conservador de las Aguas, con los primeros contratos que garantizan el PSA a los que reforestan y protegen nacientes, riberas y cimas de los cerros, numerosos en Extrema que queda en la Sierra de Mantiqueira, una cadena de montañas que se extiende por unos 100 000 kilómetros cuadrados.
“Entonces todos se adhirieron”, exageró Cardoso, refiriéndose a la cuenca del Arroyo das Posses, donde vive y donde empezó con mayor éxito la iniciativa ambiental e hídrica.
En realidad, el proyecto en sus 14 años solo actuó plenamente en tres cuencas, donde se sembraron dos millones de árboles y se protegieron cerca de 500 nacientes. Ahora se está extendiendo a otras siete cuencas.
“La meta es alcanzar 40 por ciento de cobertura forestal con especies nativas” en el territorio municipal y “por ahora ya tenemos 25 por ciento, 10 por ciento gracias al Conservador de las Aguas”, informó Paulo Henrique Pereira, impulsor del proyecto como secretario de Medio Ambiente de Extrema desde 1995.
“Plantar árboles es fácil, crear un bosque es más complejo”, apuntó a IPS el biólogo de 50 años, para recalcar que no se trata solo de sembrar árboles para “producir” y conservar el agua.
Se comenzó con la prospección de áreas, luego de aprobar una ley municipal del PSA, ya que no hay una norma nacional sobre servicios ambientales remunerados, y capacitar técnicos.
“El cuello de botella es que no hay mano de obra calificada” para reforestar y operar la conservación de aguas, se lamentó Pereira.
Otra necesidad, la producción masiva de plántulas de especies nativas, se está cumpliendo ahora con un vivero propio del proyecto. Antes se dependía de adquisiciones o donaciones externas, encareciendo o dificultando la operación.
El éxito del proyecto de Extrema, que ganó decenas de premios nacionales e internacionales de buenas prácticas, “se debe a la buena gestión, que no depende de la continuidad del gobierno”, sostuvo el biólogo, aunque admitió que fue un factor positivo su permanencia en la secretaria ambiental ya por 24 años y de alcaldes con la misma orientación.
“Es un proyecto consolidado que difícilmente puede sufrir retrocesos”, opinó.
Los beneficios ambientales y también económicos contribuyen a su mantenimiento.
“Mi abuelo, quien pasó la vida deforestando su propiedad rechazó inicialmente el proyecto. Para él no tenía sentido plantar los mismos árboles que había talado para hacer pastizales para el ganado”, recordó Aline Oliveira, estudiante de ingeniería de 19 años, que se enorgullece de la calidad de vida alcanzada por Extrema.
“Yo también, todavía niña, tampoco aceptaba la idea de proteger nacientes para preservar el agua. Creía absurdo plantar árboles para aumentar el agua, porque plantar 200 o 300 árboles consumiría gran cantidad de agua. Era mi lógica, pero luego en la práctica vi que las áreas de bosques íntegros mantienen las nacientes”, acotó.
Más tarde, con el PSA su abuelo se rindió y más de 10 nacientes de la hacienda de 112 hectáreas fueron reforestadas y protegidas. El pago corresponde a 100 unidades monetarias municipales por hectárea cada año, lo que equivale actualmente a unos 68 dólares.
“El PSA es un ingreso seguro, mientras la leche bajó de precio, todo encareció más que la leche en los 10 últimos años. Además había pérdidas por falta de transporte, ya que no tenemos industria de lácteos importante a menos de 50 kilómetros”, explicó la joven a IPS.
Con esa remuneración municipal “pudimos invertir en vacas de mejor genética, comprar una ordeñadera y mejorar los cuidados sanitarios, aumentando así la productividad”, lo que compensó la reducción de los pastizales, añadió la estudiante y funcionaria del proyecto.
La vigencia del programa coincidió con una gran mejora de la economía y la calidad de vida en Extrema. “Yo nací en Joanópolis, donde había mejores hospitales que en Extrema, ahora es al revés”, la gente de allá viene a Extrema, a 20 kilómetros de distancia, para cuidar la salud, comparó Oliveira.
Eso se debe también a la industrialización de Extrema en las últimas décadas, que se puede observar en un paseo a los alrededores de la ciudad, donde aparecen muchas plantas industriales nuevas.
El proyecto hídrico contribuye también al suministro de agua para una inmensa población de los alrededores.
El río Jaguari, que cruza Extrema, recibe aguas de los arroyos fortalecidos y aumenta la capacidad del embalse, también llamado Jaguari, que es parte del sistema Cantareira, que abastece 7,5 millones de personas en la Región Metropolitana de São Paulo, un tercio de su población total.
“Si las cuencas están deforestadas, degradadas y sedimentadas, los embalses nada resuelven”, arguyó Arlindo Cortês, gerente de la Secretaria de Medio Ambiente de Extrema.
El esfuerzo de Extrema se traduce beneficios locales, pero contribuye poco para São Paulo, incluso por la distancia, más de 100 kilómetros, evaluó Marco Antonio Lopez Barros, superintendente de Producción de Agua de la Región Metropolitana en la Compañía de Saneamiento local, Sabesp.
“No se identificó una aumento de la capacidad del Sistema Cantareira desde los años 1970”, señaló en diálogo con IPS.
“Serán necesarias miles de iniciativas similares” para de hecho tener impacto en São Paulo, por el consumo que representan sus 22 millones de habitantes en la región metropolitana, sentenció, para añadir que las mejoras en el saneamiento básico de las ciudades tienen mayores efectos.
São Paulo vivió una crisis hídrica, incluso con periodos de racionamiento, tras la sequia de 2014 en el centro-sur de Brasil y enfrenta nuevas amenazas este año, en que llovió menos que el nivel promedio.
También Extrema siente esa escasez. “Desde 2014 solo tuvimos lluvias débiles”, destacó el productos Cardoso. El problema es la destrucción de bosques por la expansión ganadera en las tres últimas décadas.
“Ahora el arroyo donde yo nadaba perdió 90 por ciento de sus aguas. La recuperación demandará 50 años, beneficiará solo a nuestros hijos”, pronosticó.
Edición: Estrella Gutiérrez