La emoción de ver de cerca una ballena o a un banco de delfines retozando en el océano son experiencias cada día más buscadas, y eso aumenta la demanda por tours para avistar estos cetáceos en su hábitat natural. Pero convertirse en una atracción turística también representa nuevos peligros para esa fauna y sus ecosistemas.
«La observación de ballenas genera beneficios económicos para una porción cada vez más amplia de las comunidades costeras donde se lleva a cabo, lo que resulta en una distribución socialmente más justa de las ganancias, a diferencia de su captura comercial, que las concentra en un puñado de los pocos propietarios de ese negocio”, dijo a IPS la brasileña Luena Fernandes.
La especialista preside el Comité Directivo de Sitios de Patrimonio de Ballenas y también el Grupo de Trabajo Científico de la Alianza Mundial de Cetáceos (WCA, en inglés), y fue parte de los más de 100 científicos especialistas en estos cetáceos, conservacionistas y expertos en turismo de avistamiento, que participaron del 8 al 12 de octubre en la Quinta Conferencia Mundial sobre Ballenas (WWC, en inglés), celebrada en la bahía de Hervey, un paraíso acuático de Australia.
La observación de ballenas y delfines en sus hábitats naturales se ve como una alternativa ética a la observación de cetáceos en cautividad, según se coincidió en la WWC, organizada por la WCA, una organización mundial con base en Gran Bretaña.
Sus beneficios incluyen crear conciencia y educar a las personas sobre los cetáceos y la conservación marina, además de proporcionar una plataforma para la investigación y la recopilación de datos científicos.
Pero Fernandes advirtió que esta actividad debe ser supervisada constantemente y que se debe cumplir con la legislación, para evitar el riesgo de acoso y maltrato a los cetáceos. En muchas localidades, por ejemplo, la observación de ballenas se lleva a cabo dentro de las áreas de reproducción, dijo la experta del no gubernamental Instituto de la Ballena Jorobada de Brasil.
Durante la Conferencia, los científicos también expresaron su preocupación por la práctica de la natación con ballenas y delfines, especialmente la interacción activa mediante la cual los turistas se atraviesan «en el camino» de los cetáceos o los persiguen. Los estudios han demostrado que esas interacciones pueden alterar el comportamiento de los cetáceos.
«A corto plazo, el avistamiento de ballenas puede cambiar la distribución y dispersión de los grupos de cetáceos y afectar sus vocalizaciones, que son una parte crucial de su vida social y supervivencia. Los cetáceos también pueden verse afectados negativamente sin mostrar ningún cambio aparente en el comportamiento», explicó Fernandes.
Como resultado esas ballenas pueden sufrir estrés agudo, que puede provocar enfermedades y afectar su reproducción y por tanto la supervivencia a largo plazo de la especie, dijo la especialista.
«En las grandes ballenas, los cambios de comportamiento significativos también pueden tener altos costos de energía, en particular para las hembras con crías, con el agravante de estar lejos de sus áreas de alimentación. Si las hembras no pueden descansar y gastan sus reservas de energía nadando, pueden no tener suficiente leche para amamantar a sus terneros adecuadamente”, agregó.
Eso afecta el crecimiento de esos bebes ballenas, llamados terneros, y rebaja su probabilidad de supervivencia, dijo Fernandes.
Solo tres estudios hasta la fecha han podido demostrar los efectos a largo plazo de la observación en las tasas vitales de cetáceos, principalmente una disminución en el éxito reproductivo femenino, sobre todo en odontocetos (ballenas, delfines y otros cetáceos dentados)”, agregó.
Se estima que en todo 2019, unos 15 millones de personas van a avistar ballenas en sus hábitats naturales a nivel mundial. Los turistas gastarán en ello 2,5 mil millones de dólares, en un sector que genera 19000 empleos.
El plástico, el cambio climático y otros enemigos
En la Conferencia también se abordó el impacto sobre las ballenas y otros cetáceos de la contaminación plástica, cuyo crecimiento exponencial está llevando a muchas de las especies marinas al borde de la extinción.
«A principios de este año, una hambrienta ballena de Cuvier ( Ziphius cavirostrous) fue encontrada varada en Filipinas, ahogándose con 40 kilogramos de basura plástica en su interior”, dijo a IPS Roberta Dixon-Valk, ecologista marina, a título de ejemplo de este grave problema.
Wally Franklin, investigador de ballenas y fundador del Proyecto Oceanía, resaltó que con todo “la mayor amenaza para los cetáceos es el cambio climático”.
“El aumento de la temperatura del mar y el aumento de la acidez de los océanos pueden perturbar tanto los patrones del área de reproducción como el uso de hábitats por parte de las ballenas jorobadas, así como la producción de kril en las áreas de alimentación antárticas”, explicó a IPS.
El aumento del tráfico de embarcaciones, tanto comerciales como recreativas a lo largo de los corredores migratorios costeros, y la degradación de los hábitats oceánicos, se suman como graves amenazas.
«Es probable que la contaminación acústica de la construcción costera, así como de las plataformas de perforación en alta mar, tenga un impacto creciente en el entorno acústico de las ballenas jorobadas y otras especies de cetáceos que utilizan corredores costeros durante la migración entre las zonas de alimentación antárticas y los criaderos templados», añadió Franklin.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, de las 89 especies de cetáceos actualmente reconocidas, 29 por ciento está incluida en una categoría bajo amenaza.
El encallamiento de cetáceos, cuando ballenas y delfines se varan en las playas u otros terrenos costeros, suponen casi siempre la muerte de estos mamíferos marinos, se recordó en la Conferencia.
La naturaleza migratoria y la amplia gama de las especies de ballenas hace posible observarlas en varios destinos durante todo el año, pero también hace que sea crucial proteger sus hábitats de alimentación, descanso, reproducción, parto y postparto, subrayaron diferentes participantes en la Conferencia en la bahía de Harvey, de más de 300 kilómetros y en cuya costa se asienta la ciudad de Melbourne.
También se resaltó que la “Guía de mejores prácticas mundiales”, elaborada por la WCA, y el “Manual de observación de ballenas”, de la Comisión Ballenera Internacional, representan las mejores prácticas internacionales para la observación responsable de ballenas y delfines en sus hábitats naturales.
Nueva certificación de patrimonios
Otro elemento positivo es la acreditación de los sitios que son santuarios de ballenas, como una manera de recompensar a las comunidades que promueven la gestión ambiental sostenible de los recursos marinos y un impulso a que hacia ellos se canalice un turismo controlado y responsable.
Un ejemplo de buena gestión está precisamente en la gran bahía de Hervey, también conocida localmente como bahía de Port Phillip, donde hay un vivero de terneros de ballena de gran valor. En ese ambiente propicio, las ballenas preparan a sus crías para la larga migración de regreso a las aguas de la Antártida.
El 11 de octubre, en víspera de la clausura de la Conferencia, ese vivero fue certificado como el primer patrimonio natural de ballenas.
El centro de observación de ballenas de The Bluff, situado en las costas del océano Indico de la ciudad sudafricana de Durban, situado en una importante ruta migratoria para las ballenas jorobadas, incluidas las parejas de madres y terneros que se mueven entre los partos del norte y las regiones de alimentación del sur, fue el segundo sitio certificado como patrimonio ballenero.
T: MF