Es una imagen de resistencia que se volvió viral en el mundo. Alaa Salah, una joven estudiante sudanesa de 22 años, vestida con un blanco “thobe (túnica tradicional)”, de pie sobre el techo de un automóvil con una multitud cautivada rodeándola mientras todos coreaban con ella “al thawara”, revolución en árabe.
Es lo que muchos recuerdan del derrocamiento pacífico del dictador sudanés Omar al Bashir (1993-2019) y uno de los regímenes más largos de África.
Sudán finalmente se había apartado de una era caracterizada por la censura y el acoso de los medios, o al menos eso se pensaba aquel 13 de abril.
«En ese mismo momento, todos creímos que este era el comienzo de los mejores momentos de Sudán. En 30 años, muy pocos podrían testificar que alguien desafió audazmente el sistema y vivió para contar la historia», dijo a IPS un periodista sudanés de 30 años, Ali Taban.
«Durante muchos días estuvimos en este momento mágico y los periodistas permanecimos en las calles para hacer una crónica de cada paso. Ya no. Ahora tenemos más miedo de ser silenciados por la violencia», que antes de la caída de Al Bashir, dijo Taban.
A medida que el Consejo Militar de Transición (CMT) aprieta gradualmente su control sobre Sudán y llena el vacío que dejó Al Bashir, la esperanza se convirtió en pesadilla. En junio, cuando las tropas reprimieron violentamente una acampada pacífica, causando la muerte de al menos 100 manifestantes, el mundo permaneció en silencio y horrorizado.
Peor aún, para aislar a Sudán y poner fin a una gran cantidad de violaciones a los derechos humanos, el CMT cortó los servicios de Internet durante más de un mes. El portavoz del Consejo, el general Shams al Din Kabashi, justificó oficialmente el bloqueo de Internet como una medida para salvaguardar la seguridad nacional.
El acceso a la red se restauró a comienzos de julio, por una orden judicial, aunque el CMT podría apelar el dictamen.
Durante el apagón de la red, los sudaneses le suplicaron al mundo que fuera su voz mientras el país se deslizaba hacia un hoyo oscuro informativo. No se decepcionaron. La etiqueta #IAmTheSudanRevolution (yo soy la revolución sudanesa) se convirtió en la más popular en países como Canadá, Gran Bretaña o Kenia.
Marwa Abdelrahim, profesora de la Universidad de Ahfad para Mujeres, en Omdurman, la ciudad gemela de Jartum, la capital, todavía se está recuperando de este giro de los acontecimientos. «El cierre de Internet nunca debería haber ocurrido. Todo nos recuerda un pasado que nos gustaría olvidar mientras construimos un nuevo Sudán», dijo a IPS.
Sudán se clasifica en el puesto 175 entre un listado de 180 países en la Clasificación Mundial de Libertad de Prensa 2019, realizado por Reporteros Sin Fronteras, un organismo internacional de respaldo de y monitoreo de la situación de los periodistas en el mundo.
Lamentablemente, Sudán está en buena compañía, ya que la libertad de prensa y el acceso a las redes sociales se encuentran bajo el asedio en un número creciente de países africanos.
En África oriental, por ejemplo, varios gobiernos, no solo Sudán, han mostrado una aversión alarmante hacia los medios de comunicación independientes.
«La situación es más alarmante en Tanzania. Hemos quedado en estado de shock al ver que Tanzania se une a países como República Centroafricana, Zimbabwe, Mauritania, República Democrática del Congo y Liberia como países con un deterioro significativo en la libertad de prensa», dijo a IPS un experto regional en el tema, Mathias Chiza, desde Dar es Salaam.
Tanzania aprobó en 2018 la Ley de reglamentación de comunicaciones electrónicas y contenidos en línea, conocida como la ley de Internet, que especialistas en comunicación y libertad de expresión, como el mismo Chiza, consideran la más punitiva del continente hasta ahora, en lo relacionado con el intercambio de información digital.
La Ley exige el pago de 900 dólares para registrar un blog o sitio web de noticias, entre otras medidas para evitar la información digital. No es de extrañar que Tanzania haya caído 25 posiciones en solo un año para clasificarse en el puesto 118 entre los 180 países de la Clasificación Mundial del RSF de este año.
Del mismo modo, existen leyes punitivas en Kenia y Nigeria que incorporan castigos penales para supuestos delitos cibernéticos.
Con ese fin, Kenia tiene la Ley sobre el uso indebido de las computadoras y los delitos cibernéticos, mientras Nigeria cuenta desde 2015 con una ley contra el ciberdelito. Ambas normas incorporan fuertes multas y largas condenas de prisión, consideradas amenazas encubiertas para periodistas, profesionales de la comunicación y ciudadanos que ejercen la infociudadania.
«Los actos de delitos cibernéticos generalmente otorgan a los gobiernos poderes para prohibir y sancionar arbitrariamente la publicación de artículos periodísticos o publicaciones en las redes sociales que no agradan a los líderes del momento», dijo Chiza.
«África tiene una generación juvenil predominante. Los jóvenes han demostrado ser capaces de movilizarse a través de las redes sociales. Las redes sociales son el nuevo campo de batalla en la lucha por la libertad en toda África», explica.
En 2018, la Asociación de blogueros de Kenia demandó a la Fiscalía General y a su director por las medidas de castigo incoadas con base en la criticada ley.
Esto logró la suspensión de ciertas disposiciones que parecían infringir y amenazar a la libertad de expresión, los medios de comunicación y los derechos de las personas.
En Uganda, al menos tres millones de ugandeses abandonaron Internet, según la Comisión de Comunicaciones de Uganda, tan solo tres meses después de aplicarse un impuesto especial al uso de las redes sociales.
El impuesto, basado en flujos diarios, afecta al menos a 60 plataformas en línea, incluidas Facebook, WhatsApp, Twitter.
En el noroeste de África, Mauritania ocupa el puesto 94 en la Clasificación de RSF, tras caer 22 puestos en un solo año. Desde 2018, la pena de muerte por delitos relacionados con la apostasía, como los discursos blasfemos y los actos de sacrilegio, se ha vuelto obligatoria en Mauritania incluso después de que el delincuente se haya arrepentido.
Todo esto ha garantizado que los periodistas y blogueros se mantengan alejados de ciertos temas candentes, como la corrupción, la actuación de los militares, el Islam o la esclavitud, que todavía se practica allí.
En el puesto 178 de los 180, Eriteria tiene el mayor número de periodistas encarcelados en África y uno de los mayores de todo el mundo, según la investigación de RSF.
En general, la libertad de prensa en 22 de los 48 países del África subsahariana se clasifica como «mala» o «muy mala».
Pero no todo es negativo y desesperanzador en el continente.
Etiopía solía estar entre los peores clasificados en el listado anual del RSF, pero las reformas del primer ministro, Abiy Ahmed, impulsaron al país 40 puestos, para situarse en el puesto 110 de la Clasificación de 2019.
De manera similar, un cambio en el liderazgo está impulsando a una apertura en materia de libertad de expresión y de prensa en Gambia y, más modestamente, en Angola. Esa transformación colocó a Gambia en el puesto 92 de la Clasificación, al subir 30 lugares.
Aún más impresionante, Namibia se situó en el puesto 23, Ghana el 27 y Sudáfrica el 31, lo que los sitúa en el tope africano en libertad de prensa, mejor que países con buena fama al respecto, como Gran Bretaña, en el lugar 33 y Estados Unidos, en la posición 48 entre los 180 países incluidos.
Taban, en tanto, confía en que mejore la situación para los medios convencionales y digitales, así como para los periodistas y los usuarios de Internet, luego que este mismo mes se alcanzó un acuerdo para compartir el poder entre los militares y los civiles en Sudán, mientras se realizan unas elecciones democráticas en un plazo no superior a tres años.
«Todavía es demasiado pronto para decir cómo el acuerdo incidirá en el entorno de los medios de comunicación, pero hay dos cosas que son muy prometedoras, que las órdenes judiciales pueden respetarse porque fue una sentencia judicial la que restableció Internet y que tenemos liderazgos clave dispuestos a colaborar en la apertura”, dijo el joven periodista sudanés.
«Una vez que se firme el acuerdo de tres años para compartir el poder y el país se vuelva más estable y predecible, la información fluirá más fácilmente», auguró.
T: MF