Para más de 10.000 migrantes que llegan a Libia huyendo de la guerra y de la violencia en sus países, su destino muy a menudo se reduce a obtener alguna indulgencia de los traficantes de personas o a una inhumana estancia en los centros de detención.
La costa norte de Libia, el mayor punto de partida para los migrantes africanos en su éxodo a Europa, es un caldo de cultivo para la esclavitud moderna. Capturados en tierra, interceptados en el mar, heridos y esposados por milicias y traficantes de personas, los migrantes son enviados a centros de detención y expuestos a todo tipo de abusos.
«Desde el momento en que (los migrantes) pisan suelo libio, se vuelven vulnerables a ser objeto de homicidio, torturas y otros malos tratos, detención arbitraria, privación ilegal de libertad y otras violaciones (de sus derechos)», según un informe de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL, en inglés).
Sin embargo, las autoridades libias no han tomado medidas para abordar sistemáticamente el problema y tampoco ha ampliado su capacidad de detención de migrantes con la ayuda de los gobiernos europeos.
Amenaza grave de salud
Los centros de detención, controlados por el Ministerio del Interior de Libia y custodiados por las milicias del Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA, en inglés) respaldado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a menudo alojan a cientos de migrantes en espacios súper hacinados, que carecen de ventilación o agua potable.
«En algunas partes del centro, los inodoros están desbordados y necesitan reparaciones urgentes. Como resultado, los desechos sólidos y la basura se han acumulado dentro de la celda durante días y representan una grave amenaza para la salud», describió la situación de una instalación un portavoz de la agencia de refugiados de la ONU (Acnur).
El saneamiento deficiente ha provocado un deterioro de las condiciones de salud dentro de los centros de detención, causando múltiples brotes de enfermedades.
La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) calificó la situación como «un desastre», y señaló que cientos de migrantes detenidos usan «cuatro inodoros que apenas funcionan, sin ducha y solo un acceso esporádico al agua», según observaron algunos de sus miembros durante una visita al centro de detención de Zintan, la principal ciudad del noroeste de Libia.
Hussein Hassan, coordinador de emergencias de la oficina en Libia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dijo a IPS que «La tuberculosis con otras infecciones respiratorias, el VIH y las enfermedades de la piel son algunas de las afecciones que sufren los migrantes en más de 34 centros».
En enero se realizó una campaña de detección de tuberculosis (TB) en el centro de Zintan, pero quienes dieron positivo de esta infección contagiosa permanecieron junto con el resto. Según Hassan, 16 migrantes contagiados con TB se agravaron por las interrupciones del tratamiento y la falta de un sistema de referencia adecuado.
Un informe interno de la ONU al que tuvo acceso el diario irlandés The Irish Times indicó que más de 80 por ciento de los migrantes en el centro de detención de Zintan pueden haber sido infectados con TB.
Pero la tuberculosis no es la única enfermedad presente dentro de la crisis de salud de los centros, según MSF.
«Muchos de ellos sufren de desnutrición, infecciones de la piel, diarrea aguda, infecciones del tracto respiratorio y otras enfermedades, así como tratamiento médico inadecuado», destacó MSF en un comunicado. «Los niños son retenidos junto con los adultos en las mismas condiciones miserables», añadió.
Sin embargo, la ayuda no está cerca. La ley libia prohíbe a los no ciudadanos el acceso a los servicios de salud pública y niega de hecho a los migrantes la atención médica adecuada. Además, las organizaciones humanitarias tienen acceso restringido a los centros, lo que crea retrasos en el tratamiento.
«Hemos sido abandonados aquí, no puedo regresar y nadie nos quiere en ninguna parte», dijo un refugiado eritreo a MSF. «No sé dónde está mi lugar en la tierra», añadió con total desaliento.
“Estamos muriendo”
Explotados por traficantes de seres humanos y comercializados como mercancías, los migrantes temen por su supervivencia diaria.
“Los migrantes retenidos en los centros libios son sometidos sistemáticamente a la hambruna y a severas golpizas, quemados con objetos metálicos calientes, electrocutados y sometidos a otras formas de maltrato con el objetivo de extorsionar a sus familias a través de un complejo sistema de transferencias de dinero», indica el informe de la UNSMIL.
Después de la sangrienta guerra civil en 2011 que derrocó al régimen de Muammar Gadafi, Libia cayó en manos de facciones rivales y grupos islamistas. Dos fuerzas instaladas en el oeste y el norte libio se enfrentaron por el control de los campos petroleros del país.
La ilegalidad propició el contrabando y el tráfico a lo largo de sus fronteras y costas.
La mayoría de los inmigrantes ingresan por la frontera sur del país. Pero la guerra entre las milicias del Ejército Nacional de Libia y el GNA respaldado por la ONU ha dejado al sur de Libia sin ley y sin fuerzas de seguridad.
Los traficantes de personas y las milicias bien armadas interceptan a los migrantes en su ruta a Trípoli, comprando a los funcionarios del gobierno para vender la mano de obra migrante por unos pocos cientos de dólares.
Los traficantes han creado un mercado en línea para armas ilegales a pesar del embargo de armas impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que agrega más caos e incertidumbre a la situación política.
«Al parecer, el suministro ilimitado de armas alimenta la creencia errónea de una solución militar al conflicto y contribuye a la falta de voluntad de los actores en el terreno para acordar un alto el fuego», dijo Jürgen Schulz, representante permanente adjunto de Alemania ante la ONU en Nueva York.
En medio del caos, los migrantes se quedan indefensos.
El informe de UNSMIL detalla que «innumerables migrantes y refugiados perdieron la vida durante su cautiverio por los traficantes, después de recibir disparos, ser torturados hasta morir o simplemente morir por inanición o negligencia médica”.
«Por toda Libia, se hallan con frecuencia cuerpos no identificados de migrantes y refugiados con heridas de bala, marcas de tortura y quemaduras, en contenedores de basura, lechos secos de los ríos, fincas agrícolas o el desierto», describe el drama.
«Estamos muriendo», dijeron detenidos en algunos de los centros al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). «Vivimos como animales; nos ganan todos los días», añadieron.
Peor para las mujeres
La abrumadora mayoría de mujeres y adolescentes que atraviesan Libia y caen en los centros de detención son violadas por milicianos, pandilleros o traficantes contaron a la UNSML en sus entrevistas.
Además, en los 11 centros donde se detienen a mujeres migrantes o refugadas se registran maltratos y violaciones perpetrados por los propios guardias de seguridad.
La las detenidas, cuenta el informe a título de ejemplo, frecuentemente se las desnuda y se las somete a controles corporales ante la presencia de hombres. La falta de personal femenino entre la guardia de los centros incrementa el riesgo de agresión sexual y explotación.
La UE, cómplice de la tragedia
La ley libia agrupa a migrantes, refugiados políticos y solicitantes de asilo en la misma categoría bajo la supervisión del Departamento de Lucha contra la Migración Ilegal (DCIM, en inglés) del Ministerio del Interior.
Incluso si los migrantes logran escapar de los traficantes de personas y la búsqueda y captura del DCIM a lo largo de la costa norte, los barcos patrulla europeos los interceptan cuando intentan cruzar el mar Mediterráneo y devuelven sus embarcaciones a Libia.
La Unión Europea (UE) ha invertido millones de euros en la Guardia Costera de Libia bajo el argumento de una “gestión eficiente de las fronteras», pese a conocer muy bien que los forzados al retorno a territorio libio solo les espera la esclavitud y los abusos sin tregua.
Decenas de organizaciones internacionales humanitarias, entre ellas Oxfam y Human Rights Watch (HRW), han condenado la actuación de la UE, calificando su política de «cómplice» en la tragedia humanitaria de los migrantes, en una carta abierta publicada en enero.
«Las acciones de los gobiernos europeos han hecho que sea extremadamente difícil para las organizaciones de búsqueda y rescate continuar con su labor de salvar vidas», dijo la carta, que pidió poner fin a la devolución de migrantes a Libia.
Desde 2009, Italia, donde desembarcan la mayoría de migrantes procedentes de Libia cuando logran atravesar el Mediterráneo, trata de interceptar todas las embarcaciones de migrantes y de transferir a los migrantes de regreso a Libia.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos consideró en 2012 que esa actuación de Italia es una violación de los derechos de los migrantes, pero desde entonces el gobierno del país ha intensificado sus operativos para impedir que los migrantes africanos lleguen a sus costas.
En 2017, el parlamento italiano estableció una ley que permite el despliegue de su armada en aguas libias, con el objetivo de ayudar a la Guardia Costera del país del norte de África a «luchar contra la inmigración ilegal y el tráfico de personas».
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 10.000 personas han muerto tratando de cruzar el Mediterráneo desde 2014.
Sin embargo, para los migrantes que huyen de lo insoportable, ese tramo marítimo sigue representando una esperanza, la única en sus manos.
T: MF