Solo ahora, ya jubilada como profesora de educación física, Elizabeth Ribeiro plantó el primer árbol de su vida, un jaracatia, también conocido como papaya silvestre, nativo en las sabanas centrales de Brasil.
La oportunidad le surgió el 28 de noviembre, cuando el Proyecto Productor de Agua de Pipiripau, que se desarrolla a unos 50 kilómetros de Brasilia, promovió la siembra de 430 plántulas donadas por participantes en el octavo Foro Mundial del Agua, celebrado en esta capital brasileña en marzo.
“Conocí el proyecto durante el Foro y me enamoré”, así explicó Ribeiro su donación del equivalente a 13 dólares para la adquisición de plántulas y la invitación al plantío. Igual comportamiento tuvo Vanira Tavares, una veterana traductora de inglés y también flamante plantadora de árboles.[pullquote]3[/pullquote]
Reforestar, especialmente riberas, es solo una de las múltiples acciones que componen el Programa Productor de Agua (PPA) diseñado en 2001 por la Agencia Nacional de Aguas (ANA), el órgano regulador nacional de recursos hídricos.
Medidas de conservación del suelo, que retienen el agua, evitando la erosión y la sedimentación de los ríos, contribuyen también a la cantidad y calidad del agua disponible en cada sitio.
Recorrer las carreteras vecinales de la cuenca del Pipiripau es más cómodo que en otras áreas rurales. La ausencia de agujeros, surcos y charcos contrasta con zanjas laterales que conducen a hoyos excavados que acopian el agua de lluvia, llamadas localmente “barraginhas” (pequeñas presas).
Junto con las cunetas se construyen pequeñas elevaciones transversales para que el agua no escurra por la misma carretera, sino que vaya a las crateras laterales. Eso se menudea según se acentúa el declive.
Los torrentes de las lluvias dejan de anegar la tierra y arrastrar nutrientes y desechos. El agua retenida alimenta manantiales y siembras por más tiempo.
El agua también se siembra, es el concepto que trata de difundir y poner en práctica el PPA, que ya generó 60 proyectos diseminados por todo el Brasil, con el objetivo de recuperar subcuencas que abastecen grandes manantiales o ríos de los que dependen millones de personas.
Los agricultores que adhieren a sus proyectos reciben un pago por servicios ambientales, estimado según distintos criterios, como el posible aporte en agua o el valor de la cosecha a que se renuncia por destinar la tierra a la reforestación.
Ese pago es central para estimular la adhesión, pero su monto varía mucho en los contratos entre el ente pagador, en general la municipalidad, y los propietarios de la tierra. “Donde hay carencia de un producto, su precio aumenta”, subrayó a IPS el coordinador adjunto de Proyectos Inductores de la ANA, Ewandro Moreira.
El Pipiripau, donde se ejecuta uno de los primeros proyectos del PPA, cruza el noreste del Distrito Federal y abastece gran parte de la población de Planaltina y Sobradinho, ciudades satélites de Brasilia que suman cerca de 260.000 habitantes, según la distrital Compañía de Planificación.
Ese proyecto nació en 2011 a causa de “la disputa entre abastecimiento público e irrigación por el agua del arroyo, acentuada en los momentos de escasez, entre agosto y octubre”, recordó Rafael Mello, superintendente de Recursos Hídricos de la Agencia Reguladora de Aguas, Energía y Saneamiento Básico del Distrito Federal (Adasa).
Adasa coordina la gestión del proyecto en que se asocian 17 entes, involucrando desde agencias gubernamentales de agua, agricultura y ambiente a organizaciones no gubernamentales, además del estatal Banco do Brasil y el órgano oficial que cuida carreteras.
Todos esos “socios” se juntan en la Unidad de Gestión del Proyecto para las decisiones colectivas, basadas en miradas diversas y articuladas, un factor de eficiencia.
“Solo reforestar riberas a veces no es solución”, si, por ejemplo, la agricultura sigue echando agroquímicos y muchos sedimentos al rio, matizó a IPS el especialista en recursos hídricos Rossini Matos Sena, que representa a ANA en la gestión de Pipiripau.
“Es necesario armonizar producción y recursos hídricos”, acotó Moreira. Eso exige técnicas como la siembra directa (que descarta la paja, aunque la deja cubriendo el suelo), seguir las curvas de nivel para frenar las torrentes, hacer “terrazas” (surcos más profundos que retienen agua en medio de las siembras.
Pipiripau se beneficia de los conocimientos de Geraldo Magela Gontijo, con una experiencia de 32 años como técnico agrícola y gerente local de la Empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural del Distrito Federal.
“Antes el 100 por ciento de la irrigación acá se hacía por surcos en la tierra. El agua que tenemos hoy no alcanzaría ni para cubrir 10 por ciento de las necesidades, porque esa manera de irrigar desperdicia mucha agua y ahora llueve menos, el índice bajó de 1.600 milímetros al año a 1.100”, destacó Gontijo a IPS.
La irrigación por goteo, usada “en 99 por ciento de la producción de hortalizas”, ahora muy extendida, permitió la adaptación, según el técnico, que también se convirtió en agricultor y produce tomate, uva, maracuyá, pimientos y hasta pitajaya, una fruta poco conocida de un cactus, común en países andinos y América Central.
Además reforestó la orilla de riachuelo de la cuenca que baña sus 2,3 hectáreas de tierra. En tres años se hizo un bosque tupido con árboles de unos cinco metros de altura, un estímulo a los vecinos.
Pero la gran propagandista del Proyecto Productor de Agua de Pipiripau es Fátima Cabral, nacida en el sur de Brasil hace 59 años, con una vida totalmente urbana hasta que, al inicio de este siglo aceptó, por insistencia de su marido, adquirir una propiedad rural de 40 hectáreas.
La siembra convencional sufrió un vuelco a partir de 2012, cuando conoció el PPA. “Una conmoción, un escalofrío, y adherí”, recordó. También por aspiración de sus hijos, la finca, llamada Pie en la Tierra, se puso en transición a la agroecología.
Activa y buena oradora, ella se unió a vecinos y agricultores del asentamiento Oziel Alves III, producto de la reforma agraria, para fundar en 2016 la Asociación de Productores Agroecológicos del Alto São Bartolomeu (Aprospera) y terminar elegida como su presidenta.
“Superé prejuicios hacia las personas de los asentamientos” creados por la reforma agrícola, confesó a IPS.
En ese asentamiento participan 168 familias pobres, con 7,5 hectáreas para cultivar.
El gran avance de Aprospera fue crear 13 grupos de Agricultura Sostenida por la Comunidad (CSA, en inglés), un nuevo modelo de asociación entre grupos de consumidores y de agricultores, para asegurar ingresos fijos a cambio de alimentos saludables en un acuerdo permanente.
En el Distrito Federal hay un total de 25 CSA.
“Es un matrimonio, que genera afecto y, para los consumidores urbanos, una reconexión con la tierra, resumió Cabral. “El CSA mejoró nuestra vida, estabilizó ingresos y nos permitió zanjar la sequía sin sufrir”, reconoció a IPS uno de los asentados, Sebastião dos Santos.[related_articles]
Aprospera ayuda a impulsar el Proyecto Productor de Agua de Pipiripau, que tiene 177 propiedades afiliadas, un tercio del total existente en la cuenca. “Allí plantamos más de 300.000 árboles, reforestando cerca de 200 hectáreas, e hicimos 1.200 ‘barraginhas”, según el balance de Rossini Sena.
Los 60 proyectos del PPA en todo el Brasil pagan servicios ambientales a unos 1.500 agricultores, estima Moreira, quien se lamenta de la dificultad de producir estadísticas confiables, ante la flexibilidad y evolución de los proyectos.
El Distrito Federal, con tres millones de habitantes, se abastece principalmente de agua del sistema de Descoberto, un río con un embalse. En esa cuenca empezaron algunas acciones, pero “no implantamos aún el pago de servicios ambientales”, según dijo Mello, de Adasa.
“El modelo de Pipiripau no le sirve, porque cada cuenca tiene características distintas. El embalse se protege con bosques ribereños más anchos”, concluyó.
Edición: Estrella Gutiérrez