La pequeña fábrica de pulpa que aprovecha frutas nativas, antes despreciadas, sintetiza los múltiples objetivos del proyecto Adapta Sertão, un programa surgido para desarrollar la resiliencia al cambio climático en la región más vulnerable de Brasil.
El novedoso valor comercial estimula la conservación y el cultivo de los árboles frutales de umbú (Spondias tuberosa) y umbú-cajá (Spondias bahiensis), de la familia de las anacardiaceas, con lo que se frena la deforestación que ya devastó la mitad de la vegetación original de la caatinga, el bioma semiárido propio de la región del Nordeste brasileño, de 844.000 kilómetros cuadrados.
“Vendí 500 kilos de umbú este año a la Cooperativa Ser do Sertão”, dijo a IPS con orgullo Adelso Lima dos Santos, un campesino de 52 años y tres hijos. Como él posee solo una hectárea de tierra, cosechó las frutas en fincas vecinas donde desechan las que no pueden consumir.
Por cada tonelada la cooperativa, dueña de la pequeña fábrica, paga a sus socios 1,50 reales (42 centavos de dólar) por kilogramo de fruta y un poco menos a los no asociados. En el pobre interior semiárido e inhóspito del Nordeste, el sertão (sertón), representa un ingreso no despreciable
“Un proveedor logró vendernos 3.600 kilos”, destacó a IPS la directora comercial de la cooperativa y gerente de la fábrica, Girlene Oliveira, de 40 años y con dos hijas.
La producción de pulpa genera ingresos también para las seis mujeres locales que trabajan en la planta. Contribuye así al empoderamiento femenino, otra condición del desarrollo sustentable en las previsibles adversidades climáticas del futuro, planteó Thais Corral, cofundadora del Adapta Sertão y coordinadora de la no gubernamental Red de Desarrollo Humano (Redeh), con base en Río de Janeiro.
La fábrica de pulpa comenzó a operar en diciembre de 2016 en Pintadas, una localidad de 11.000 habitantes en el interior del estado de Bahia, y su actividad está en franca expansión. En 2017 produjo 27 toneladas, una cantidad que ya alcanzó durante el primer cuatrimestre de este año, en que tiene pedidos por 72 toneladas.
Pero su capacidad de procesar 8.000 toneladas diarias sigue subutilizada. Actualmente opera solo ocho días al mes en promedio. La limitación es comercial, por un lado, y de materia prima, cuya oferta es estacional y por eso exige almacenaje en una cámara frigorífica de solo 28 toneladas.
Además de umbú y umbú-cajá, cosechadas en el primer trimestre del año, la fábrica produce pulpa de piña, mango, guayaba y acerola (Malpighia emarginata), disponibles el resto del año. Ya tiene registrados otros cinco frutos para la posible producción futura y prueba otros 16.
La fuerte sequía que azotó la caatinga en los últimos seis años provocó la desaparición de algunas frutas locales, como la pitanga (Eugenia uniflora).
La Cooperativa Productiva de la Región de Piemonte de Diamantina (Coopes), netamente femenina, es otra iniciativa comunitaria que nació en 2005 en Capim Grosso, a 75 kilómetros de Pintadas, para procesar el coco licuri (Syagus coronate), cuya palmera está amenazada de extinción.
De ese coco se elaboran más de 30 productos alimentarios y cosméticos. Su valorización también ayuda a la regeneración de la caatinga, vital en las estrategias de sostenibilidad ambiental e hídrica del Adapta Sertão.
Ese programa, enfocado en adaptar la agricultura familiar al cambio climático, movilizó nueve cooperativas y una veintena de organizaciones locales y nacionales en los últimos 12 años en la cuenca del río Jacuipe, que abarca 16 municipios en el interior del estado de Bahia.
Se cerró en abril, con la publicación de un libro que cuenta su historia, escrito por la periodista holandesa Ineke Holtwijk, excorresponsal de medios holandeses en América Latina y de IPS en su país.
Haber llevado la productividad lechera a más del doble en algunas fincas que asistió, ganar 10 premios e introducir innovaciones técnicas para superar la sequía de seis años en la ecorregión del Semiárido son parte de sus logros.
El Semiárido brasileño abarca 982.000 kilómetros cuadrados, con 27 millones de habitantes de los 208 millones del país. Esa población es rural en 38 por ciento, frente al promedio nacional de menos de 20 por ciento, que sobrevive mayoritariamente de la actividad agropecuaria familiar.
El legado del programa incluye además la capacitación de 300 familias agricultoras en tecnologías innovadoras, el fortalecimiento del cooperativismo y un modelo de calificación de la agricultura familiar para sostener su producción en por lo menos tres años de fuerte sequía.
El trabajo a largo plazo, con ajustes y la incorporación de factores descubiertos sobre la marcha, fue clave para el éxito, evaluó Thais Corral sobre un programa que tuvo cuatro fases en sus 12 años.
Al comenzar en 2006, bajo el título de Pintadas Solar, trató de introducir y probar la irrigación por bombeo solar, atendiendo a demandas de mujeres cansadas de transportar pesados cubos con agua para regar sus huertos.
“Pero las placas y equipos de energía solar costaban demasiado caro en la época”, recordó Florisvaldo Merces, técnico desde el inicio del programa, hoy funcionario de la alcaldía de Pintadas en el sector agrícola.
Problemas como salinización del suelo por el agua salobre de los pozos y dificultad de mantener los equipos se sumaron a la emergencia de otras cuestiones agrícolas para ampliar la asistencia a los pequeños agricultores y el área de intervención a otros municipios, además de Pintadas.
Crédito, cadena productiva, cooperativas, almacenaje de agua y el cambio climático dictaron otras prioridades y transformaron el programa, incluso su nombre, sustituido por Adapta Sertão en 2008, cuando nació también la Cooperativa Ser do Sertão.
Investigaciones, hechas en asociación con universidades, comprobaron que la temperatura en la cuenca del Jacuipe aumentó 1,75 grados centígrados de 1962 a 2012, contra 0,8 grados del promedio mundial, y las lluvias disminuyeron 30 por ciento.
El programa tuvo que probar sus estrategias y técnicas en medio a la sequía más prolongada de la historia conocida del Semiárido, como fórmula capaz de sostener la producción y calidad de vida mientras se agravan los problemas climáticos.[related_articles]
Intenta responder al desafío con el Módulo Agroclimático Inteligente y Sustentable (MAIS) el modelo de planificación, mejora de la productividad, mecanización y optimización de los insumos, especialmente el agua, en que Adapta Sertão capacitó 100 agricultores familiares.
Se trata de “convertir los agricultores en empresarios, que anotan todos los costos de producción”, definió Thiago Lima, un técnico del MAIS en la cría de corderos, que ahora pretende aplicar sus conocimientos en su finca de 12 hectáreas.
“Transformar tecnologías complejas en sencillas” es la solución, aseguró Merces a IPS.
“La sensibilidad de dialogar con la gente local, hacer investigaciones y no venir con propuestas listas, favoreciendo acciones sintonizadas con fuerzas locales”, por parte de de los promotores fue la principal calidad del programa, reconoció Neusa Cadore, exalcaldesa de Pintadas y ahora diputada regional de Bahia.
“Pero faltó conseguir un alineamiento con el gobierno. Todo lo hicimos con agentes privados, fundaciones, cooperativas y entes locales, enfrentando trabas en el gobierno. Lo ideal sería que el Adapta Sertão fuese adoptado como una política pública para una agricultura familiar resiliente al clima”, concluyó Corral a IPS.
La empresa Adapta Group, creada por el otro fundador del programa, el ingeniero italiano Daniele Cesano, buscará difundir el modelo MAIS como un negocio.
Pero Corral discrepa de su énfasis en la ganadería lechera, la que mejores resultados económicos presentó, pero exige 18 hectáreas y grandes inversiones, excluyendo la mayoría de las familias y las mujeres, que prefieren cultivar hortalizas. Además, asegura, se menosprecia el ambiente y, por ello, la resiliencia a largo plazo.
Edición: Estrella Gutiérrez