Pese a los avances en materia de seguridad en el trabajo en América Latina, los índices de accidentes y enfermedades profesionales siguen preocupando, especialmente entre los jóvenes, más vulnerables en un contexto de flexibilización laboral y desempleo.
En 1971, el joven obrero Mário Carlini murió cuando cayó del andamio durante la construcción de un edificio en esta ciudad brasileña de Río de Janeiro.
“Ató unas maderas y cuando iba a subiendo, el cabo de acero se abrió porque no lo había colocado bien. No era su trabajo, estaba haciendo un reemplazo un sábado”, recordó a IPS su viuda Laurinda Meneghini, que se quedó a cargo de sus seis hijos.
Casi medio siglo después en la región latinoamericana “hubo una mejora significativa en la protección a la seguridad y salud de los trabajadores”, sobre todo en lo que va de este siglo, según el brasileño Nilton Freitas, representante regional de la Federación Internacional de los Trabajadores de Construcción y Madera.
Freitas, uno de los autores del libro “El diccionario de salud y seguridad del trabajador”, atribuye la mejora a una mejor y mayor integración entre los ministerios involucrados el tema, como los de Trabajo, Salud y Previsión Social.
Eso “hizo que las enfermedades y los accidentes se visibilicen y los empleadores comiencen a ser más castigados”, dijo a IPS desde Ciudad de Panamá, donde tiene su sede regional la Federación.
Pero la situación regional todavía es grave en materia de seguridad laboral para Julio Fuentes, presidente de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales y secretario general adjunto de la Asociación Trabajadores del Estado de Argentina.
En su país, según datos oficiales sobre trabajadores registrados, hay un muerto por razones laborales cada ocho horas.
“La situación en América Latina en general es realmente delicada. En el caso argentino no existen legislaciones, normas, ni organismos del Estado que realicen prevención. No hay una política para eso”, dijo en entrevista con IPS desde Buenos Aires.
Lo que existe, “de manera parcial y deficitaria”, según Fuentes, son leyes de reparación y de indemnización, una situación “agravada” porque la agencia de riesgo de trabajo, “está en manos de entidades privadas, fundamentalmente financieras”
“No hay prevención y el negocio es recaudar lo más que pueden y pagar lo menos posible”, analizó.
Situación en cifras
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 2,78 millones trabajadores mueren anualmente en el mundo por accidentes y enfermedades laborales. Unas 2,4 millones de estas muertes son por enfermedades profesionales, mientras que poco más de 380.000 son a causa de accidentes laborales.
Cifras parciales disponibles, indican que en América Latina hay 11,1 accidentes mortales por cada 100.000 trabajadores en la industria, 10,7 en la agricultura, y 6,9 en el sector de servicios. Algunos de los sectores más importantes para las economías regionales como minería, construcción, agricultura y pesca, figuran también entre los más riesgosos.
Es peor en el caso de los trabajadores entre 15 y 24 años, según la OIT, cuando este 28 de abril se celebra el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, que este año tiene como lema “mejorar la seguridad y salud de los trabajadores jóvenes”.
Los 541 millones trabajadores entre 15 a 24 años (contando 37 millones de niños con trabajo peligroso) que representan más del 15 por ciento de la fuerza laboral mundial, sufren hasta 40 por ciento más de lesiones ocupacionales no mortales que los adultos de más de 25 años, señala.
Para Carmen Bueno, experta de la OIT, eso obedece “en primer lugar, a su desarrollo físico, psicológico y emocional todavía incompleto, que conduce, por lo general, a una menor percepción de los peligros y riesgos laborales. En segundo lugar, los trabajadores jóvenes cuentan con menores competencias profesionales y experiencia laboral, y adolecen de una formación adecuada en materia de seguridad y salud”.
Además “tienen un menor conocimiento de sus derechos y obligaciones laborales. No podemos olvidar que existe una alta incidencia de trabajadores jóvenes en trabajos precarios y/o informales, lo que repercute en su exposición a mayores riesgos”, declaró a IPS el especialista en Seguridad y Salud en el Trabajo de la oficina de la OIT en el Cono Sur, con sede en Santiago de Chile.[related_articles]
“Por último, otros factores como el género, la discapacidad y la situación migratoria también contribuyen de forma trasversal a esta especial vulnerabilidad”, planteó la experta.
Freitas evaluó que “los trabajadores jóvenes sufren los accidentes más graves, al menos en la industria de la construcción y química”.
Lo atribuye a “factores exógenos” como el bajo nivel educativo y de calificación profesional.
Pero también inciden “factores internos de las empresas”, como la falta de entrenamiento previo y de información de riesgo, principalmente en la actividad informal y en las pequeñas o medianas empresas, de sectores de servicio como comercio y transportes.
En el número de enfermedades laborales podría haber subregistro entre los jóvenes porque muchas se manifiestan cuando mayores, señala la OIT.
Es el caso del colombiano Saúl Barrera, operario de una empresa minera en Yumbo, un municipio del occidental departamento del Valle de Cauca, que a los 56 años sufre entre otros efectos, una “hipoacusia neurosensorial bilateral”, causada por su exposición desde joven a los ruidos ensordecedores de los talleres y al trabajo con maquinaria pesada.
“Como mecánico trabajé hasta el año 2005. Después pasé a operar un tractor que era muy antiguo y demasiado ruidoso. Ahí fue cuando comencé a rematarme con ese problema de salud en mis oídos, y me afectó el resto”, relató a IPS desde su localidad.
“Las máquinas me dañaron la parte de mis hombros, que a su vez me produjeron otras enfermedades (lesiones del manguito rotatorio, del túnel carpiano y epicondilitis), que a partir del 2017, me han ido reventando y ocasionando la mayoría de mis problemas de salud hoy”, agregó.
Para Barrera, todos están expuestos pero entre los jóvenes, como el caso de un compañero que en diciembre sufrió la amputación de un dedo de la mano, considera que existen otros motivos añadidos.
“Se los manda a hacer reemplazos sin experiencia ni conocimiento. Les dicen métanse ahí y por temor a los jefes ellos se meten”, ejemplificó.
La situación podría empeorar con las reformas laborales en marcha.
“El factor que más aumenta la vulnerabilidad e índices de riesgo, es el proceso que se viene dando de manera sostenida en Argentina y en la región de tercerización de los sistemas de producción de las fábricas”, advirtió Fuentes.
A su juicio, “el mayor número de accidentes, la mano de obra menos adiestrada, y los trabajadores más jóvenes se encuentran en las empresas tercerizadas”.
Además “con los gobiernos neoliberales, el Estado deserta de un montón de controles, también sobre las enfermedades y accidentes de trabajo”, agregó.
En Brasil, donde desde 2017 se implementó una reforma laboral que flexibiliza los derechos laborales, Freitas ve “una rápida fragilización del sistema” de seguridad laboral, porque el gobierno de Michel Temer “está debilitando el poder político e institucional del Ministerio de Trabajo, principalmente la fiscalización especializada”.
Por otra parte, el desempleo creciente “representa por sí mismo una amenaza a la salud. La falta de oportunidades lanza a muchos jóvenes a la informalidad y a un estilo de vida social bastante peligroso a la salud y seguridad, asociado al creciente consumo de antidepresivos u alcohol y drogas ilícitas”, consideró.
Según Freitas, otros sistemas de protección social están en “deterioro creciente” en países como Nicaragua, Perú y República Dominicana, “pese a la fuerte resistencia de los trabajadores”.
Edición: Estrella Gutiérrez