Hace 458 años la papa salió de Perú, su origen, para alimentar al mundo. Medio siglo después, la producción del tubérculo está extendida por todo el planeta pero existen desafíos para preservar su biodiversidad como fuente de la seguridad alimentaria así como los derechos de los campesinos que sostienen este legado para la humanidad.
La realización en el milenario Cusco, centro del que fuera el imperio inca en el sur de los Andes peruanos, del 10 Congreso Mundial de la Papa entre el 27 y 31 de mayo, es un reconocimiento a Perú como principal proveedor del tubérculo al poseer la mayor cantidad de germoplasma en el globo, y una gran oportunidad para su potencial comercial.
“Perú tiene 3.500 variedades de papa de las 5.000 existentes en el mundo, culturalmente es una forma de vida, un sentimiento, una mística; y en lo productivo comercial es una ventana para asomar al mundo con nuevos productos como harinas, hojuelas, licores y papa fresca”, declaró a IPS el ingeniero Jesús Caldas, director de Gestión del estatal Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), que lidera el Comité Organizador del encuentro mundial.[pullquote]3[/pullquote]
Iniciado en 1993, este Congreso técnico científico se realiza trienalmente y por primera vez tendrá como sede un país de América Latina.
Con el lema “volviendo al origen por un futuro mejor” e impulsado por el Congreso Mundial de la Papa (WPC, en inglés), la décima edición reflexionará en torno a los ejes de biodiversidad, seguridad alimentaria y negocios.
“Es importante la designación del Perú como sede, la comunidad científica involucrada en la innovación global del cultivo de papa volverá a la fuente de su origen y diversidad, que resulta gravitante para la seguridad alimentaria”, dijo a IPS Gonzalo Tejada, coordinador nacional de Proyectos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), integrante del Comité Organizador del Congreso.
La papa fue domesticada hace unos 8.000 años en el altiplano peruano, en la región de El Puno, compartida con Bolivia, y tras la presencia española en esta parte del continente la planta llegó al país ibérico a fines del siglo XVI y de allí se extendió hacia toda Europa, convirtiéndose en un alimento vital.
El no gubernamental Centro Internacional de la Papa (CIP) indica que el tubérculo, de significativas propiedades nutricionales, es hoy el tercer cultivo más importante en el planeta después del arroz y del trigo y que más de 1.000 millones de personas consumen en forma regular una producción anual estimada en 374 millones de toneladas.
El organismo, con su oficina central en Lima, reporta que la superficie global cultivada de papa supera los 19 millones de hectáreas en 156 países. “El mayor consumo es de manera industrial en papas para fritura, en almidón o en licores como el vodka, lo que implica una producción de grandes empresas transnacionales”, señaló Tejada, de FAO.
En la mayoría de países, explicó, la producción se concentra en la agricultura extensiva de grandes empresas. No es el caso de Perú y vecinos andinos como Bolivia y Ecuador, donde persisten prácticas ancestrales que hacen posible la conservación de las especies nativas que constituyen la base de la biodiversidad.
Pero estos cultivos enfrentan el cambio climático, la deficiencia tecnológica y baja rentabilidad, entre otros problemas.
Josefina Baca, una campesina de 42 años, siembra papas a más de 3.100 metros de altura sobre el nivel del mar en Huaro, una localidad a 43 kilómetros de la ciudad de Cusco. Ella percibe el calor de forma más intensa que años atrás y se angustia por lo variable ahora de la temporada de lluvias.
“Siempre estoy viniendo a mi chacra (parcela) y me dedico con cariño, pero los cambios del clima malogran los cultivos, si cae la helada antes de tiempo lo agarra todo y ya no sirve. O de repente no hay lluvia y perdemos. Yo trabajo orgánicamente, sin químicos, pero necesitamos apoyo para proteger nuestras semillas, nuestra biodiversidad”, manifestó a IPS.
Moisés Quispe, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Productores Agroecológicos (ANPE), con 12.000 cultivadores de papa nativa, especialmente en el centro y sur andino, indicó a IPS que el cambio climático es una grave amenaza para las mujeres y hombres del campo.
El también agricultor y guardián de semillas en su zona, explicó que enfrentan en desventaja al mercado neoliberal pues por la falta de voluntad política no se promueve el desarrollo de la pequeña agricultura que produce la papa nativa en su amplia variedad.
“De una hectárea se sacan 60 toneladas de papa convencional, pero de papa nativa como máximo 15 porque la producción es labranza cero, pura mano de obra, sin máquinas, no lo permiten los terrenos agrestes donde crecen estas papas”, detalló.
Añadió que el sistema de producción implica rotación de cultivos, fertilización natural de suelos, irrigación de aguas limpias, cuidado permanente de plagas y enfermedades y selección de semillas.
“Nos demanda más mano de obra, se elevan los costos de producción en pequeña escala de los productores paperos, pero no obtenemos un precio justo”, refirió.
Las papas nativas, que triplican el precio de las más comerciales y convencionales, son especies de diversas texturas, formas y colores que se producen en las zonas altas y están adaptadas desde tiempos inmemoriales a la adversidad climática. Se han conservado en base al conocimiento ancestral de las familias campesinas y sin usar elementos químicos.
Quispe, de ANPE, destaca a Perú como país de conservación de recursos fitogenéticos que ha contribuido a prevenir el hambre en distintas partes del mundo, pero lamenta la falta de reconocimiento a los derechos de los pequeños agricultores, mujeres y hombres, que hacen posible conservar las papas nativas año a año y durante generaciones.
Demandó una política pública diferenciada que promueva la conservación in situ a partir de la integración del conocimiento local. “La ley dice que todas las semillas deben ser certificadas pero pensamos que no es así, los campesinos tienen la papa como su padre, su hermano, su tatarabuelo que lo han heredado, no pueden querer monopolizar las semillas porque son un bien común”, enfatizó.
Actualmente el país lidera la producción de papa en América Latina con 4,6 millones de toneladas anuales, mientras el consumo por persona de 85 kilogramos por año. Pero se requiere mayor volumen para asumir desafíos comerciales.
Caldas, de INIA, reconoce la necesidad de adoptar políticas de Estado para incrementar la productividad de la papa: mayores recursos para la investigación, promoción agraria y certificación de semillas.
En su opinión, el hecho de que en las 320.000 hectáreas de papa cultivada en el país solo se use 0,4 por ciento de semillas certificadas es una desventaja que incide en el bajo rendimiento de los cultivos.
A este factor le suma otros como la falta de infraestructura de riego, la dependencia de las lluvias y el desconocimiento del plan de abonamiento. “Hay saberes ancestrales vigentes pero falta apoyo técnico”, precisó el funcionario.
Miguel Ordinola, representante del CIP en el Comité Organizador del Congreso, consideró que la cita ofrecerá oportunidades de presentar avances mundiales de investigaciones que beneficiarán a los pequeños productores.
“Se han hecho ensayos con universidades norteamericanas, europeas y el CIP sobre cómo nos vamos adaptando a las condiciones que trae el cambio climático. Una de las hipótesis a demostrar es que las variedades nativas están subiendo, que con el aumento de la temperatura buscan alturas mayores”, explicó a IPS.
Durante el 10 Congreso se podrá ver en el terreno los avances de esta indagación científica en el Parque de la Papa y en la visita a la Estación Andenes, la única en el mundo que hace investigación en andenes incas y preincas.
Ordinola sostuvo que Perú y sus vecinos andinos tienen un gran potencial comercial a desarrollar y al que contribuirá la cita mundial.
“Perú obtiene la sede porque es centro de biodiversidad para el mundo y de esa forma muchos de los problemas alrededor de la papa pueden encontrar solución investigando en el contexto peruano y regional”, dijo.
El encuentro mundial congregará a unas 1.000 personas de la comunidad científica, académica, empresarial y de la producción campesina. De los participantes, 60 por ciento provendrá de los países latinoamericanos.
Editado por Estrella Gutiérrez