Comer alimentos saludables y nutritivos en las escuelas de El Salvador es un esfuerzo que pasó de un plan piloto a un programa bien enraizado que ahora ya despega solo.
El programa Escuelas Sostenibles, impulsado inicialmente en 2013 en tres centros educativos del municipio rural de Atiquizaya, en el occidental departamento de Ahuachapán, logró superar las expectativas y ahora es un esfuerzo replicado en las 22 escuelas de la localidad, y en muchas otras del país.
“Con los 10 menús que hemos implementado aquí, hemos cambiado la expectativa de alimentación de los estudiantes”, explicó a IPS el director del Centro Educativo Cantón Pepenance, José Antonio Tespan, antes de la primera asamblea entre maestros y padres y madres de familia del año.[pullquote]3[/pullquote]
Esa institución es una de las tres que arrancaron con el programa, y con el tiempo se convirtió en el buque insignia de la iniciativa.
Ahora se desarrolla en 10 de los 14 departamentos de El Salvador, e incluye a 40 de los 262 municipios y a 215 de las más de 3.000 escuelas ubicadas en el área rural, beneficiando a unos 73.000 estudiantes.
El proyecto contó desde el principio con el apoyo técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y con el financiamiento del gobierno de Brasil. Y pese a que terminó oficialmente en diciembre de 2017, seguirá adelante debido a la fortaleza alcanzada.
“Hubo un cambio de paradigma y se logró un modelo de escuela sostenible en Atiquizaya, como FAO fue un gusto haberlos acompañado”, dijo a IPS el representante de ese organismo en El Salvador, Alan González.
El Salvador forma parte del grupo de 13 países de la región que desde el 2009 conforman una iniciativa ejecutada por FAO y por el gobierno de Brasil, para extender el programa de escuelas sostenibles, adaptando los logros obtenidos por esa nación sudamericana con su Programa Nacional de Alimentación Escolar.
Este país centroamericano con 6,5 millones de habitantes convive con graves problemas socioeconómicos, y la malnutrición de niños y niñas es una variable que ha estado presente por décadas.
La desnutrición crónica en El Salvador rondó 14 por ciento en 2014, en niños menores de cinco años, según la Encuesta Nacional de Salud de ese año, la referencia más actualizada. Eso supera el promedio latinoamericano, que es de 11,6 por ciento, según datos de 2015 de la Organización Mundial de la Salud.
Los estudiantes beneficiarios de la iniciativa reciben una comida complementaria a mitad de la mañana, elaborada con productos adquiridos a agricultores del área, como parte del componente “compras locales”, eje clave en la ejecución del proyecto.
“Además de asegurar una alimentación nutritiva en nuestros estudiantes, estamos al mismo tiempo fortaleciendo la economía local”, aseguró Tespan, el director de la escuela de Pepenance, con 3.225 habitantes de los 34.000 que engloba Atiquizaya en los 13 cantones (aldeas o pequeños pueblos) que se diseminan por sus 67 kilómetros cuadrados.
Frutas, legumbres, hortalizas y huevos son combinados con entusiasmo por la cocinera del centro escolar, Rosa Delmy Fajardo, de 46 años, oriunda de Pepenance, quien ha logrado que sus platillos obtengan el visto bueno del alumnado.
Ella contó a IPS que de los 10 menús, uno no había visto ni probado nunca, el llamado arroz chino, a base de ese grano, al que se le agrega una torta de huevo, cortada en trocitos.
“Cuando hago ese arrasan con todo, y Hay niños que piden a sus mamás que les hagan arroz chino”, narró.
Agregó que tiene 11 años como encargada de la cocina de la escuela, pero tres de trabajar bajo los lineamientos nutricionales de FAO.
Antes de eso, el menú era menos nutritivo, pues solo se contaba con productos básicos como aceite, arroz, frijoles, azúcar y leche, entre otros.
“Ahora no, tenemos todo lo que se necesita para que la comida lleve otro toque”, destacó.
El éxito alcanzado en Pepenance se vio reflejado en noviembre al participar y ser finalista del Premio Fundación Banco do Brasil, en la categoría internacional.
El certamen promueve las iniciativas de bajo costo con notable impacto social y con participación de las comunidades para el desarrollo sostenible. Las categorías de la premiación están alineadas a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por la Organización de las Naciones Unidas dentro de su Agenda 2030.[related_articles]
“Siento una gran alegría por ese premio, para mí es un gran logro, y por ello me siento orgullosa”, añadió Fajardo.
Mientras, la alcaldesa de Atiquizaya, Ana Luisa Rodríguez, dijo haberse sentido feliz y emocionada por el reconocimiento obtenido en Brasil, y con esperanza de traer más beneficios para ir fortaleciendo el programa.
“Eso nos da la oportunidad de abrir nuevas puertas con otros gestores para impulsar proyectos más completos…han surgido familias que quieren tener un huerto escolar, y entramos con proyecto ya de huertos familiares en el municipio”, acotó en diálogo con IPS.
Para la alcaldesa, parte de la clave del buen resultado obtenido en Pepenance ha sido el trabajo coordinado con todos los actores e instancias que han estado trabajando alrededor del mismo fin.
“Haber logrado ese trabajo intersectorial fue trascendental: se involucraron los padres en construcción de bodega, cocina y comedor, y ellos se empoderan también, son parte de ese proyecto”, aseguró.
Por su parte, González, el representante de FAO, subrayó que “en Atiquizaya hubo un involucramiento de la comunidad y de los actores locales”, vitales en alcanzar el resultado obtenido.
En septiembre del 2017, el representante regional para América Latina y el Caribe de la FAO, Julio Berdegué, visitó Pepenance para conocer de cerca los logros obtenidos, y destacó que lo alcanzando en esta pequeña comunidad salvadoreña es un ejemplo a replicar en otros países.
Editado por Estrella Gutiérrez