Pareja de migrantes cosecha nuevas esperanzas en Costa Rica

Lilliam Escalante Herrera y Santos Félix Membreño, dos inmigrantes que han hecho su vida como agricultores familiares en Liberia, en la provincia de Guanacaste, en Costa Rica. Crédito: Dennis Sánchez Acuña/FAO
Lilliam Escalante Herrera y Santos Félix Membreño, dos inmigrantes que han hecho su vida como agricultores familiares en Liberia, en la provincia de Guanacaste, en Costa Rica. Crédito: Dennis Sánchez Acuña/FAO

Lilliam Escalante Herrera y Santos Félix Membreño migraron de Nicaragua a Costa Rica, debido a los conflictos de la guerra en 1979, ambos dejaron todo atrás para buscar nuevas oportunidades de empleo y para mejorar sus condiciones de vida.

“Nos venimos en busca de un futuro mejor, conocimos el país y nos gustó. Yo soy de Honduras y mi esposo es de Nicaragua. Yo primero emigré a Nicaragua y después con mi esposo llegamos a Costa Rica”, señaló Escalante.

En 2015 aproximadamente, 65,3 millones de personas en todo el mundo fueron desplazadas forzosamente por conflictos y persecuciones. Debido al aumento de los conflictos y la inestabilidad política, muchas personas alrededor del mundo se han visto obligadas a huir de sus hogares.

El hambre, la pobreza y la variabilidad climática, son otros factores decisivos que influyen a la hora de tomar la decisión de emigrar.

Hoy Escalante y Membreño son una familia dedicada a la agricultura familiar en Aguas Frías de Curubandé en Liberia, en la provincia noroccidental de Guanacaste.

Hace 22 años, el Estado costarricense, les otorgó una parcela, en donde construyeron su casa, con el apoyo el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), dada su condición de pobreza extrema, según el criterio que ha definido esta institución de protección social.

Este año, con el Programa de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar en la Región Chorotega, apoyado por la FAO, y con la debida articulación de instituciones gubernamentales, como el Ministerio de Agricultura y Ganadería y el IMAS, la pareja fue seleccionada para la puesta en marcha de un sistema de producción de hortalizas, mediante ambiente protegido, conocido como casa sombra, en su propiedad.

Costa Rica, registra un total de 386.000 inmigrantes, 75 por ciento de ellos de nacionalidad nicaragüense. Según el X Censo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 38 por ciento de los inmigrantes viven en la provincia de San José y siete por ciento radica en la provincia de Guanacaste.

Actualmente, el desafío de los países es lograr que las migraciones que se presenten,  se realicen de forma segura, ordenada y regular. Cada país debe ver la migración como parte del proceso de desarrollo, a medida que las economías pasan por una transformación estructural y las personas buscan mejores oportunidades de empleo dentro de su país y más allá de sus fronteras.

Ambientes protegidos para la seguridad alimentaria

El modelo de ambientes protegidos denominado casa sombra, permite la estabilidad de la producción hortícola durante todo el año, además brinda la posibilidad de realizar una producción escalonada, bajo la utilización adecuada de los recursos naturales y la aplicación de buenas prácticas agrícolas.

La pareja de Lilliam Escalante y Santos Félix Membreño con un niño de la familia, en la finca que manejan mediante el modelo de ambiente protegido, denominado de casa sombra, que facilita la producción hortícola todo el año. Crédito: Dennis Sánchez Acuña/FAO
La pareja de Lilliam Escalante y Santos Félix Membreño con un niño de la familia, en la finca que manejan mediante el modelo de ambiente protegido, denominado de casa sombra, que facilita la producción hortícola todo el año. Crédito: Dennis Sánchez Acuña/FAO

El sistema controla tanto la cantidad y calidad de luz, así como la  sombra que requieren los cultivos, para mejorar su productividad y obtener productos de la más alta calidad.

“Ha sido un gran cambio, porque podemos sembrar vainicas, culantro, lechuga, cebolla y ya no me van a faltar las hortalizas pues antes sin la casa sombra, se nos dificultaba sembrar todo eso. Ahora podemos alimentarnos mejor. También, podemos vender productos para obtener ganancias para las otras cosas que nos faltan en el hogar”, comentó con mucha emoción Escalante.

En la actualidad, ambos productores están empezando a ver los frutos de su arduo trabajo en el campo, ya que perciben aproximadamente el equivalente a $ 700 dólares por mes, por sus ventas.

“Esto ha sido una gran enseñanza para nosotros, ya que desconocíamos totalmente que era una casa sombra. Tampoco sabíamos de los beneficios de comer hortalizas, porque aquí comer lechuga era totalmente desconocido”, manifestó Membreño.

Una casa sombra mide 700 metros cuadrados y su costo ronda los 3.400 dólares, este tipo de ambiente protegido permite a los agricultores familiares de la zona, cultivar productos para el consumo de su familia y la venta de los excedentes, lo que contribuye a la vez a la disponibilidad, la estabilidad y el acceso a los alimentos y al desarrollo de su producción familiar.

La Región Chorotega cuenta con una población aproximada de 400.000 habitantes y posee uno de los niveles de pobreza más altos en el país, en los últimos años esta región se ha visto muy afectada por la falta de disponibilidad y acceso al agua y la presencia de una variabilidad climática (fenómeno de El Niño y de La Niña).

En esta región, se produce poca cantidad de hortalizas, puesto que la mayoría de estos productos provienen de la Meseta Central.

“A partir de diciembre no tenemos nada de agua, hasta que vuelve a llover en seis meses cuando vuelve el invierno. Así, no podemos cosechar, por eso aquí usted ve muchas tierras desocupadas. Yo ahora estoy contenta, porque con la casa sombra no le va a faltar agua a mis cultivos, dado el sistema de riego que forma parte de la misma”, dijo Escalante.

Para la FAO (Organización de las Naciones para la Alimentación y la Agricultura), abordar la seguridad alimentaria y nutricional en las zonas sensibles al clima y el desarrollo agrícola sostenible, es fundamental para contribuir a mejorar los medios de vida, hacerlos resilientes y responder al mismo tiempo al  desafío migratorio.

“Y no es todo, hemos recibido capacitaciones de servicio al cliente, valor agregado y comercialización, nutrición, entre otros cursos y esto me ha ayudado bastante. Ahora, mi marido me dice que soy buena vendedora porque he comercializado todo lo que sembramos”, comentó  la productora.

La pareja asegura que, con las condiciones actuales, no tienen motivos para volver a sus respectivos países, pues han logrado cimentar sus raíces en tierra costarricense. Asimismo, sus hijos se han podido educar e insertarse en Costa Rica, y han tenido la oportunidad de arraigarse mediante distintos apoyos y con medios como la casa sombra.

Sin lugar a duda, la posibilidad de acceder a productos nuevos y a la comercialización, les abrió una ventana de crecimiento económico que los llena de esperanza y optimismo en un país que los acogió hace más de tres décadas.

Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO

Revisado por Estrella Gutiérrez

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