Pecados sanitarios y ambientales de la carne en Brasil

Un hato de vacas pasta en tierras deforestadas de la Amazonia, en el norte de Brasil. El tipo de ganadería extensiva que se práctica en la región es de baja productividad y sirve en muchas ocasiones para la ocupación ilegal de tierras públicas. Crédito: Mario Osava/IPS
Un hato de vacas pasta en tierras deforestadas de la Amazonia, en el norte de Brasil. El tipo de ganadería extensiva que se práctica en la región es de baja productividad y sirve en muchas ocasiones para la ocupación ilegal de tierras públicas. Crédito: Mario Osava/IPS

Deficiencias sanitarias amenazan el auge de las exportaciones brasileñas de carne vacuna, pero ello poco va a influir a la reducción de la deforestación de la Amazonia, en su mayor parte provocada por la ganadería.

Estados Unidos suspendió la importación de carne bovina fresca de Brasil el 22 de junio, por la “preocupación persistente” por su calidad y seguridad, que acarreó el rechazo de 11 por ciento del producto, 10 veces más que lo ocurrido con otros países.

En marzo las propias autoridades policiales brasileñas revelaron fallas en la inspección sanitaria de frigoríficos, por corrupción en el nombramiento de responsables del servicio en el Ministerio de Agricultura.

A causa de la llamada operación “Carne Débil” de la Policía Federal, varios países suspendieron sus compras a Brasil, pero solo de 21 frigoríficos bajo sospecha. El escándalo también despertó la necesidad de mejor control sanitario de las carnes brasileñas.

En el mismo mes, las autoridades ambientales multaron a varios frigoríficos por comprar ganado criado en áreas ilegalmente deforestadas de la Amazonia, entre ellos dos pertenecientes a la compañía JBS, la mayor exportadora cárnica del mundo y cuyas denuncias de corrupción pueden sacar del poder al presidente Michel Temer.

Pese a los sucesivos golpes en su imagen, la carne vacuna brasileña seguirá disputando con India el primer lugar entre los exportadores del sector, con más de 1,4 millones de toneladas vendidas y 5.515 millones de dólares obtenidos en 2016.

“No hay alternativas de proveedores que puedan atender la demanda internacional”, sostuvo Fernando Molinari, analista de Proteína Animal de la consultora Safras & Mercado.

El embargo estadounidense representa poco en términos de ingresos inmediatos, porque aún eran pequeñas las ventas a ese mercado que solo volvió a comprar carne fresca brasileña el año pasado,  tras 17 años de gestiones para responder a las exigencias sanitarias. El grueso de las exportaciones a ese destino es de carne procesada.

Pero la medida “genera incertidumbres porque otros países pueden seguir el mismo camino, un riesgo para el futuro que preocupa”, admitió Molinari a IPS.

Ganadería vacuna, un gran problema ambiental

La carne vacuna constituye uno de los principales problemas ambientales del mundo, por la expansión de las tierras ocupadas por la ganadería y por su elevada participación en la emisión de gases de efecto invernadero. Pero su producción comercial está concentrada.

Cuatro países, India, Brasil, China y Estados Unidos, junto con la Unión Europea, acaparan más de 70 por ciento de las reses y dos tercios de la producción de carne.

En Brasil había una cabaña de 215 millones de vacunos en 2015, más que la población humana de 204,5 millones de entonces, según el instituto estadístico estatal. Gran parte de la expansión ganadera ocurrió en la Amazonia.

El mercado interno es el gran impulsor del sector, al representar cerca de 80 por ciento de la demanda. Pero las exportaciones ganaron peso, al ampliar su participación de cinco a 20 por ciento en lo que va del siglo y decuplicar sus ingresos en dólares.

Una vaca solitaria dentro de un área recién quemada en el estado de Acre, en la Amazonia brasileña. Se deforesta para emplazar en el lugar unas pocas cabezas y asegurar así la propiedad de la tierra. A ello se ha sumado el cultivo de la soya para para consolidar la expansión agrícola, con graves daños ambientales. Crédito: Mario Osava/IPS
Una vaca solitaria dentro de un área recién quemada en el estado de Acre, en la Amazonia brasileña. Se deforesta para emplazar en el lugar unas pocas cabezas y asegurar así la propiedad de la tierra. A ello se ha sumado el cultivo de la soya para para consolidar la expansión agrícola, con graves daños ambientales. Crédito: Mario Osava/IPS

 

Brasil se benefició del pánico generado por la propagación en las décadas  de los 80 y los 90 de la enfermedad de encefalopatía espongiforme o de “las vacas locas”, especialmente en Europa y Estados Unidos.

También influyó su esfuerzo en combatir la fiebre aftosa, vacunando 98 por ciento de su rebaño, recordó Paulo Barreto, investigador del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de Amazonia.

Eso y el crecimiento explosivo del mercado chino, incluyendo a Hong-Kong, le permitieron conquistar buena parte de la demanda mundial que creció explosivamente en los primeros siete años del siglo, para estancarse después.

Un fuerte crecimiento de la economía y del consumo brasileño completó el empuje que elevó a Brasil al segundo lugar del mundo como productor de carne bovina, superado solo por Estados Unidos.

Las tierras recién incorporadas a la ganadería representan  “más de 65 por ciento de las nuevas áreas deforestadas en la Amazonia”, destacó Barreto a IPS. La deforestación en la región volvió a crecer en los cuatro últimos años, después de cinco en descenso. Hasta ahora, la Amazonia ya perdió casi 20 por ciento de sus bosques.

El estado de Mato Grosso, en el centro-oeste de Brasil y límite suroriental de la Amazonia, está en el centro de la expansión agropecuaria interna. Tiene el mayor rebaño del país, con 29 millones de bovinos frente a su población de 3,3 millones de personas. Además es el mayor productor nacional de soya y maíz.

“La agricultura empujó la ganadería hacia el norte”, resumió a IPS el activista André Nunes, del Instituto Centro de Vida (ICV), una organización no gubernamental que actúa en el norte de Mato Grosso, desde su sede en la ciudad de Alta Floresta, una de las fronteras de expansión agrícola hacia el interior de la Amazonia.

Escasamente poblado hasta los años 60, Mato Grosso recibió en las décadas siguientes oleadas de campesinos excedentarios del sur de Brasil en proyectos de “colonización” promovidas por la dictadura militar (1964-1985) como forma de integrar el centro-oeste y la Amazonia a la economía nacional.

Los impactos de una invasión

La ganadería extensiva fue una forma de ocupar las tierras, deforestando áreas inmensas, secundada por cultivos tradicionales sureños, como arroz, café, maíz y frijoles. Luego la soya se hizo dominante, especialmente en el centro-norte del estado.

El ganado se expandió al norte amazónico de Mato Grosso, pero “encuentra barreras en las reservas forestales” y las exigencias ambientales, sostuvo Nunes, educador de la Iniciativa Ganadería Sustentable con que ICV difunde buenas prácticas ambientales entre ganaderos.[related_articles]

Producto de la Iniciativa, nació en 2015 la empresa Ganadería Sustentable de la Amazonia (PECSA, en portugués), una consultora que aporta soluciones productivas, ambientales y de gestión para elevar la productividad, preservar los bosques y recuperar suelos degradados.

“Al comienzo hubo resistencia natural a la novedad, pero ahora tenemos demanda creciente”, aseguró a IPS el director ejecutivo de la empresa, Vando Telles. “Llegamos en buena hora, cuando los pastizales dejaban de ser productivos. Las tierras deforestadas hace 30 o 35 años, con mal uso de los recursos, sin recuperación, se degradaron”, señaló.

El avance de las siembras más rentables le va quitando tierras a la ganadería, bloqueada por los bosques amazónicos y “la presión ambiental que es mundial y hace que grandes compradores de carne controlen el origen de su materia prima”, acotó.

La solución es aumentar la productividad, criar y engordar mas ganado en menos tierras, explicó. Una de las medidas es mejorar el pastizal y la complementación alimentaria, que combina maíz y soja, de harta producción local.

En las haciendas asociadas a PECSA, el promedio de un bovino por una hectárea, vigente en Alta Floresta, se elevó a 2,5 y en algunos casos a 3,6 animales. La productividad de carne se multiplicó por seis, mientras se contuvo la deforestación y se recuperó los bosques de ribera en los ríos, asegura la empresa.

El embargo estadounidense y los escándalos de corrupción hicieron bajar los precios del ganado, con fuerte impacto local. El grupo JBS redujo fuertemente sus compras, cuya mitad eran hechas en Mato Grosso.

Iniciativas similares buscan conciliar ambiente y la ganadería, pero su sustentabilidad global es cuestionable ante el aumento del consumo de carne de vacuno en el mundo, que exige además un brutal aumento de la siembra de soya y otros cultivos forrajeros.

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