Las esperanzas se perdieron en Tijuana. Después de seis meses de recorrer toda América Latina, al llegar a esta ciudad fronteriza de México con Estados Unidos, William Randolph supo quién es realmente el presidente Donald Trump… Y el muro que tanto anhela construir.
Es haitiano. Salió de su país hace cinco años para trabajar en la construcción de los estadios y edificios que albergaron a los atletas que participaron en la Olimpiada de Brasil en 2016.
Allí era feliz y hasta pensó en cambiar su idea de vivir en Estados Unidos. Pero la crisis económica desde antes de los juegos, y el conflicto político que apareció después, le volvieron a la realidad.
Entonces Randolph, un especialista en plomería –“puedo instalar la tubería completa de una casa en media semana”, presume- volvió al proyecto original.
Un sábado de septiembre pasado emprendió camino al norte. Llegó a Tijuana un miércoles de marzo de 2017 y casi al bajar del autobús caminó hasta la garita de San Ysidro, a unos metros del centro de la ciudad.
Quería entregarse al Servicio de Inmigración y Aduanas y hacer valer el estatus que, creía, mantienen los haitianos para ingresar a territorio estadunidense y permanecer allí por lo menos 18 meses.
Es el llamado Estatus de Protección Temporal, que se le asignó a Haití tras el terremoto de 2010 y que está vigente hasta julio de 2017.
No llegó. En el camino encontró a paisanos suyos. “Uno había pasado dos meses en la cárcel, nunca lo dejaron hablar con nadie”, cuenta. “Lo echaron, a patadas, eso puedo decir”, añade.
En ese momento se quebró la esperanza a William Randolph. No podía volver a Brasil y tenía claro que a su país natal jamás regresaría. Se quedó en Tijuana.
En las calles de vuelta al centro encontró a decenas más como él.
Hay unos 7.800 haitianos varados en México, según estiman organizaciones civiles. El número real no se conoce por la forma como ingresaron y permanecen en el país, casi de manera clandestina.
La mayoría están en ciudades fronterizas del estado de Baja California como Tijuana y Mexicali, aunque también se han detectado en Ciudad de México y Tapachula, en el sureño estado de Chiapas.
En todos los casos su condición es la misma dice Wilner Metelus, fundador del Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados y Afromexicanos:
Sin empleo o el que tienen con bajo sueldo y jornadas excesivas. Hasta hace unos meses muchos vivían en albergues de migrantes, pero la deportación de mexicanos les quitó el espacio.
“Los gobiernos del municipio y el estado no les ayudan y la comida que hay es poca, la que regala la gente”, cuenta Metelus. “Cada vez más mexicanos están llegando” desde Estados Unidos, explica.
Así, “los encargados de las casas enfrentaron un dilema: atender a los mexicanos o a los de Haití. Y prefirieron a los de su país”, añade.
Falta de apoyo, abandono. La rutina para estos migrantes. Fuera de los albergues algunos viven bajo los puentes vehiculares de Tijuana o Mexicali.
Algunos consiguen empleo por una semana con lo que pagan la renta de habitaciones. Pero siempre en el límite.
“En los albergues podían comer, pero ahora necesitan conseguir por lo menos 40 pesos para comprar alimentos. Muchos no los tienen y pasan días sin comer”, señala Metelus.
Kennedy Frederico, especialista en Protección Civil, dice que los empleadores se aprovechan de su condición. “No tenemos papeles y por eso nos quieren pagar menos. Yo estuve en una ‘paletería’ (heladería) pero el dueño quería que trabajara 14 horas por 200 pesos diarios”, cuenta.
La falta de identidad es un problema mayor a los abusos laborales. Ante el endurecimiento de la política migratoria con el gobierno de Donald Trump muchos tomaron la decisión de quedarse en México, y de hecho buscan la forma de regularizar su estancia en el país.
El Instituto Nacional de Migración (INM) ofreció 4.300 visas humanitarias dice Wilner Metelus, pero la condición para asignarlas es la presentación de un pasaporte.
Un 98 por ciento de los haitianos no lo tiene y conseguirlo es complicado: la embajada de su país les pide cien dólares por el trámite, una cantidad con la que muy pocos cuentan.
Un círculo vicioso que por el momento no se ve por dónde pueda romperse. “Le pedimos al INM que acepte otros documentos de identidad, estamos en esa negociación. Ojalá que (los haitianos) sí los tengan”, explica.
Y sí, porque recientemente el delegado del INM Rodulfo Figueroa Pacheco advirtió que si a finales de este año no han conseguido regularizar su situación, serán deportados a su país.
Micky Jean Gelin tenía en Haití una escuela de bachillerato, pero con el sismo de 2010 tuvo que cerrarla. Durante algunos años trabajó en la reconstrucción de algunos barrios, pero esa alternativa se cerró pronto.
Como miles de ciudadanos del país insular se fue a Brasil de donde salió a mediados de 2016 hacia Estados Unidos. Tampoco pudo llegar y entonces decidió permanecer en México… Por un tiempo.
“Trump no se va a quedar para siempre, algún día se acabará su gobierno y entonces tal vez haya una oportunidad de intentar el regreso”, confiesa.
“México es el plan B por ahora, pero necesitamos papeles para que no nos deporten en cualquier momento”, afirma.
Esta segunda alternativa es más bien forzada. El Estatus de Protección Temporal sigue vigente y en sentido estricto bastaría con presentarse en las garitas para solicitarlo.
Pero eso depende de los agentes migratorios, quienes con las recientes decisiones de Trump recibieron un inédito y arbitrario poder de decisión.
Ellos pueden, con base en sus criterios personales (y casi siempre sus prejuicios) establecer quién tiene derecho a solicitar la protección del Estatus.
También tienen la facultad de admitir o no a los viajeros, incluso si cuentan con visa. De hecho han retirado decenas de estos documentos solo porque les dio la gana.
Y tienen además la posibilidad de enviar a centros de detención a los migrantes que quieran, algo arriesgado para los haitianos dice Metelus.
“Todos los días salen dos aviones con gente a Puerto Príncipe, es lo último que necesitan. Es volver a empezar”, dice.
Una pesadilla permanente para quienes están varados en la frontera de Baja California. “En Haití no hay futuro, no es un país para regresar”, dice Micky Jean.
“Antes México no era mi ideal para quedarme pero ahora me siento bien aquí. Pero necesito papeles para caminar legalmente, para ser libre como los mexicanos”, aduce.
Este artículo fue originalmente publicado por En el Camino, un proyecto de Periodistas de a Pie . IPS-Inter Press Service tiene un acuerdo especial con Periodistas de a Pie para la difusión de sus materiales.
Revisado por Estrella Gutiérrez