Parado frente a un humilde fogón donde se cocina a leña unas tortillas de maíz -que bien pueden ser pupusas, tamales, sancocho o pan- pienso en los bosques que hacen posible que este pequeño negocio, y otras 22,5 millones de personas de América Central puedan cocinar sus alimentos gracias a la leña que disponen.
La biomasa (leña y carbón vegetal) es el segundo combustible más importante en la región luego de los hidrocarburos.
En 2012 suministró 35,93 por ciento de la energía consumida en América Central. Aunque esta proporción varía entre países, el común denominador es que la mayor parte de la leña se destina para cocinar y en menor proporción para pequeñas industrias, como la elaboración de ladrillos, venta de alimentos y otros; es decir que la leña es fundamental para la seguridad alimentaria en la región.
La fuerte dependencia que hoy en día tiene América Central a esta fuente de energía renovable, contrasta con la acelerada pérdida de cobertura forestal. Se calcula que en el periodo 1990-2015 la pérdida anual de bosques en América Central fue de 270 000 hectáreas, según datos del Programa de Evaluación Forestal Mundial (FRA).
En otras palabras, se están utilizando las reservas de leña y carbón, pero no se está reponiendo este recurso al mismo ritmo que se lo consume.
En las últimas décadas han habido avances importantes en América Central para modernizar el sector dendroenergético (es decir, la generación de energía a partir de la combustión de combustibles de madera) y así revitalizar las economías rurales y las inversiones privadas, tal como la introducción de fogones más eficientes y amigables con el ambiente y la salud humana.
Sin embargo parte de los logros más significativos son a nivel de estrategias y políticas de Estado.
Varios países de la región han desarrollado planes nacionales para el uso sostenible de la leña. También hay esfuerzos de capacitación y asistencia técnica para la producción de energía del bosque a través de programas enmarcados en la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD).
Los gobiernos nacionales y la CCAD, apoyados por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y otros organismos internacionales, realizan esfuerzos para una adecuada gestión de los bosques, donde la gobernanza y el monitoreo forestales son fundamentales para las políticas de restauración y manejo de paisajes forestales.
Mientras el fuego consume la leña en el fogón y las tortillas están listas para saborearlas, sigo pensando en el impacto que tienen los bosques y la energía que generan sobre la seguridad alimentaria de las millones de familias más empobrecidas de nuestros países.
También reflexiono en los riesgos de un mercado energético variable, que podría afectar fuertemente a la región en caso de una crisis, si no se toman medidas adecuadas para gestionar este valioso recurso renovable que hasta ahora está a nuestra disposición.
Revisado por Estrella Gutiérrez