Sri Lanka se cocina, literalmente. En la primera semana de este mes, el Departamento de Meteorología registró una temperatura máxima de entre dos y cinco grados por encima del promedio en algunas zonas del país. En la provincia Central del Norte llegó a 38,3 grados centígrados, una región vital para el cultivo de arroz.
La sequía prolongada ya afectó a unas 500.000 personas, lo que llevó a numerosas agencias gubernamentales y al ejército a distribuir agua potable en algunas zonas. Pero cuando la asistencia no alcanza o se demora, las comunidades dependen de proveedores privados, que venden las botellas de un litro a entre tres y siete centavos de dólar cada una.
“Esta situación se mantiene desde hace tres meses ya”, subrayó el agricultor Ranjith Jayarathne.[pullquote]3[/pullquote]
La situación termina siendo irónica, porque tres meses atrás, la zona sufría inundaciones.
A principios de mayo, las fuertes lluvias asociadas al ciclón Roanu dejaron vastas partes de este país asiático bajo agua, lo que causó deslizamientos de terreno, dejando a medio millón de personas desamparadas y a más de 150 muertas o desaparecidas.
No solo Sri Lanka sufre las severas consecuencias de la variabilidad climática.
Un estudio del Banco de Desarrollo Asiático (ADB, en inglés) concluyó que toda la región de Asia meridional podría perder 1,3 por ciento del producto interno bruto (PIB) anual combinado para 2050, aun si el aumento de la temperatura global se logra mantener en dos grados.
Después de esa fecha, las pérdidas podrían dispararse hasta alrededor de 2,5 por ciento del PIB. Si la temperatura global aumenta por encima de los dos grados, las pérdidas ascenderían a 1,8 por ciento del PIB para 2050 y a un escalofriante 8,8 por ciento para 2100, según ese análisis.
Hacer frente a esa realidad no será barato. Asia meridional necesita alrededor de 73.000 millones de dólares al año desde ahora hasta 2100 para adaptarse al impacto negativo del cambio climático, si se mantiene el actual aumento de temperatura.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que las lluvias monzónicas fueron más copiosas de lo habitual este año, lo que sumado a una sucesión de tifones y de tormentas tropicales, entre junio y principios de agosto, causaron severas inundaciones localizas en varios países y regiones, que dejaron cientos de personas muertas, millones desplazadas y enormes daños a la agricultura y a la infraestructura.
También se registraron pérdidas de ganado, de alimentos almacenados y otras pertenencias. Los países más afectados son Birmania (Myanmar), Bangladesh, Bután, China, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka.
De mantenerse el clima actual, países como Bangladesh y Sri Lanka sufrirán severas consecuencias. El estudio del ADB señala que las pérdidas económicas en el primero ascenderán a dos por ciento del PIB anual para 2050, las que también podrían dispararse a 8,8 por ciento para 2100.
Además, la producción anual de arroz podría caer 23 por ciento para 2080 en ese país, donde la agricultura emplea a la mitad de la población económicamente activa, lo que afectaría a unas 60 millones de personas.
Incluso, Daca podría perder 14 por ciento de su territorio bajo agua si el nivel del mar aumenta un metro, y podría ser peor para la sudoriental región de Khulna y para el delicado ecosistema costero de manglares de Sundarbans, precisa el informe.
Los vecinos de Bangladesh también corren cada vez más riesgos, según la evaluación del ADB.
Nepal podría llegar a perder hasta 10 por ciento de su PIB para 2100 por el derretimiento de los glaciares y otros eventos climáticos extremos, mientras que en la vecina India, la producción agrícola podría caer 14,5 por ciento para 2050, detalla el informe.
Además, los 8.000 kilómetros de costa de India también están en peligro por el aumento del nivel del mar. En la actualidad, 85 por ciento de las necesidades hídricas del sector agrícola se cubren con métodos de irrigación, y estás podrían crecer con el aumento de la temperatura, pues las reservas subterráneas podrían agotarse.
Por su parte, Sri Lanka ya sufrió fluctuaciones en la producción de arroz y de otros cultivos en los últimos años por las variaciones monzónicas. Incluso, el ADB alerta sobre la posibilidad de que la fundamental producción de té se reduzca a la mitad para 2080.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) señala que el rápido desarrollo que había registrado Sri Lanka ya acusó el golpe de la extrema variabilidad climática.[related_articles]
Este país figura entre los de bajos y medianos ingresos desde 2010, pero “las mejoras en el desarrollo humano y la situación nutricional de niñas y niños, adolescentes y mujeres permanecen estancadas. El aumento de la frecuencia de los desastres naturales, como sequías e inundaciones repentinas, exacerban la inseguridad alimentaria y nutricional”, señala el PMA.
Alrededor de 4,7 millones de personas están subalimentadas, alrededor de 23 por ciento de la población, según el Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo de 2015. Además, casi uno de cada cuatro niños y niñas tienen bajo peso y anemia.
Y según un análisis del costo de la dieta del PMA, 6,8 millones de personas, o 33 por ciento de los más de 20 millones de habitantes de Sri Lanka, no pueden hacer frente al costo mínimo de una dieta nutritiva.
Los especialistas señalan que este país todavía tiene lecciones que aprender de las pérdidas cíclicas de cosechas que ha sufrido en la última década por la irregularidad climática.
“La gente todavía debe comprender el alcance de los eventos climáticos extremos”, subrayó Kusum Athukorala, una de las presidentas del Grupo Asesor de Género para el Desarrollo de los Recursos Hídricos del PMA, en diálogo con IPS.
La especialista en gestión hídrica señaló que Sri Lanka necesita de un plan de gestión que vincule a todos los actores y un programa sólido para crear conciencia sobre la importancia del agua.
En un claro ejemplo de mala coordinación, el Departamento de Irrigación se muestra reacio a ceder agua para irrigar los arrozales en las zonas afectadas por la sequía. Funcionarios de esa dependencia arguyen que no pueden arriesgarse a una escasez hídrica.
Especialistas como Athukorala sostienen que con una buena coordinación entre las agencias nacionales no ocurrirían esas desconexiones. También subrayó la necesidad de una gestión hídrica a escala local. “Las soluciones deben venir de todos los ámbitos”, remarcó.
Funcionarios de Asia meridional comprenden la gravedad de la situación, pero sostienen que sus gobiernos se encuentran frente aun delicado equilibrio, entre el desarrollo y la resiliencia climática.
“En la actualidad, la prioridad es suministrar alimentos a unas 160 millones de personas (en Bangladesh)”, subrayó Kamal Uddin Ahmed, secretario del Ministerio de Bosques y Ambiente. “Tenemos que asegurarnos de tener las políticas climáticas correctas y de no reducir el crecimiento”, explicó.
Traducido por Verónica Firme