Domingos Mendes da Silva perdió la cuenta de cuantos visitantes recibió en su finca de 10 hectáreas en el noroeste de Brasil. “Más de 500”, estimó. Son técnicos en piscicultura, funcionarios del gobierno, campesinos, periodistas y otros interesados.
La atracción son los pirarucús (Arapaima gigas), uno de los peces más grandes de la Amazonia, que él cría en siete estanques de lona negra, “dos para reproducción y cinco para engorde”. En cada uno hay 500 peces que están listos para la venta en poco más de un año, al alcanzar unos 14 kilos. En su hábitat natural, pueden superar los 100 kilos.
“Es un pez que crece muy rápido, gana 10 kilos al año como promedio. Además, del pirarucú, se aprovecha todo, la piel, las escamas, hasta las heces”, sostuvo Mendes, quien desde hace muchos años soñaba con ser piscicultor.
La oportunidad llegó con su asentamiento en Santa Rita, una comunidad agrícola que recibió 153 familias desplazadas por la represa de Santo Antônio, una de las dos grandes centrales hidroeléctricas construidas en el río Madeira, el afluente más caudaloso del Amazonas.
Mendes, de 57 años y antiguo “garimpeiro” (minero informal), contó a IPS en su finca que se convirtió en agricultor en 1999, cuando “escaseó el oro” y fue asentado por el programa de reforma agraria del gobierno brasileño en Joana D’Arc, en la ribera izquierda del Madeira, a 120 kilómetros de Porto Velho, capital del estado de Rondônia.
Luego fue reasentado en Santa Rita por la empresa concesionaria de la central, Santo Antônio Energía (SAE), porque sus tierras iban a ser inundadas.
“La tierra acá es poco fértil, pero tiene mejor acceso, al estar más cerca de la carretera pavimentada y de la capital”, evaluó Mendes. Su finca se ubica a cinco kilómetros de la carretera BR-364 que cruza Brasil, del sureste al noroeste, y Santa Rita dista 54 kilómetros de Porto Velho.
Esas condiciones lo estimularon para criar pirarucús en estanques de lona de ocho metros de diámetro, que permiten una productividad de 50 kilos de peces por metro cúbico de agua, contra un solo kilo por métodos convencionales, según la estadal Empresa de Asistencia Técnica Rural de Rondônia (Emater-Ro), que apoya el proyecto.
“El sistema es viable, pero da trabajo, hay que renovar el agua cada día”, observó Mendes. El agua servida no contamina el río porque se aprovecha para irrigar los cultivos de la palmera amazónica asaí (Euterpe oleracea), cuyo preciado fruto se consume mucho localmente y se exporta.
Seis hectáreas de la finca se dedican al cultivo frutícola y hortícola.
Pese a las alabanzas de Emater-Ro y la SAE, el proyecto corre el riesgo de morir precozmente. A Mendes le desalienta la soledad. La piscicultura con “fertirrigación” no sumó los participantes esperados ni el apoyo estructural que se necesitan para una planta frigorífica y mecanismos de comercialización, se quejó.[pullquote]1[/pullquote]
Con 30 piscicultores organizados en una cooperativa, como preveía el plan inicial, se podrían bajar costos y lograr mejores precios, haciendo más productivo y lucrativo el negocio y beneficiando la alimentación de la población, arguyó.
Ese es un factor que encarece mucho el cultivo del pirarucú, aunque tenga un gran consumo en Brasil. Ilce Oliveira, coordinadora de Acuacultura y Pesca de la Secretaria de Agricultura de Rondônia (Seagri), aseguró a IPS que “el costo de su alimentación es demasiado elevado para un agricultor familiar, exige subsidios del gobierno”.
La alimentación del pirarucú exige 40 por ciento de proteína, contra 28 por ciento de otras especies, admitió Mendes, pero no impide una producción rentable por la rapidez del “engorde”, discrepó.
La piscicultura es una prioridad del gobierno estadal, que prepara un programa para estimular la actividad, especialmente la cría en estanques-red en los embalses de las centrales hidroeléctricas.
La producción acuícola debe alcanzar 80.000 toneladas este año, espera la Seagri. En 2010 era de solo 12.000 toneladas. Ese volumen podrá crecer rápidamente porque de las 8.000 propiedades rurales preparadas para la actividad, solo la mitad está produciendo comercialmente.
Los dos escollos de Mendes, la soledad y el costo de la alimentación, no afectan la alternativa elegida por el Reasentamiento Rural Colectivo de Jirau, la otra represa sobre el Madeira, a 120 kilómetros de Porto Velho y unos 110 kilómetros río arriba de Santo Antônio.
Su Proyecto Piloto de Generación de Ingresos combina piscicultura e irrigación de huertos con las aguas residuales, pero optó por el tambaqui o pacu (Colossoma macropomum), el pez amazónico más consumido y probado en cultivos.
“Es una especie local y la que mejor se adaptó a la producción en los estanques”, justificó Juliana Oliveira, coordinadora de Socioeconomía de Energía Sustentable de Brasil (ESBR), el consorcio empresarial que construyó y opera la hidroeléctrica de Jirau.
Cada uno de los cuatro estanques excavados en tierra producen hasta cinco toneladas de pescado al año, unos 2.500 peces de dos kilos de promedio, acotó a IPS el agrónomo y analista ambiental de ESBR, Miguel Lins.[related_articles]
Esos criaderos se construyeron en niveles elevados para que su desagüe llegue a los huertos por gravedad. Pero esa “fertirrigación” es poco frecuente, porque el agua con heces y residuos de la alimentación piscícola, contiene demasiado amonio, un fertilizante que en exceso daña las siembras, advirtió Oliveira.
La experiencia, financiada por la empresa, busca comprobar la viabilidad económica y ambiental de la actividad y, también, convencer y capacitar a las 22 familias que quedan en el reasentamiento, organizadas en la Asociación Vida Nueva. En 2011 se reasentaron 35 familias, pero 13 se fueron.
El proyecto, aún experimental, ya aporta un pequeño ingreso para esas familias, al vender semanalmente cerca de 400 kilos de pescado en los mercados vecinos. Es poca al dividirlo entre todos, pero luego los estanques se multiplicarían en las parcelas familiares de 75 hectáreas, de las que 60 son reserva forestal.
Además se cuida de diversificar la producción, con horticultura, frutales y forraje adecuados al ecosistema local. En el proyecto participa la estatal Empresa Brasileña de Investigaciones Agropecuarias (Embrapa), decisiva en el desarrollo agrícola de Brasil, probando variedades de banano, piña y frutas amazónicas.
ESBR promueve la iniciativa como una de las compensaciones por los daños ambientales y sociales de la represa, y también la apoya la Cooperativa de Productores Rurales de Jirau, que congrega 131 familias desplazadas por el embalse y reasentadas en otras comunidades cercanas.
Una estructura así, asociativa, asegurándole respaldo financiero, técnico y comercial, es quizás lo que falta al aislado proyecto de Mendes, bautizado como “Piraçaí”, que une los nombres de pirarucú y la palmera asaí (açaí en portugués). Aumentar su escala, por medios cooperativos e inversiones privadas o públicas, podría transformarlo en un buen negocio.
Editado por Estrella Gutiérrez