Megahidroeléctricas son fuentes cada vez más controvertidas de energía

El lago de Gries en el Paso de Nufenen, en Suiza. Crédito: Ray Smith/IPS.
El lago de Gries en el Paso de Nufenen, en Suiza. Crédito: Ray Smith/IPS.

Las megarepresas pueden tener un impacto devastador sobre los ecosistemas y las comunidades indígenas, pero siguen siendo la alternativa elegida por algunos países pobres para cubrir sus necesidades energéticas.

Uno de esos casos es la represa de Inga III, en República Democrática del Congo (RDC), que forma parte de un proyecto mayor, Inga, que será el más grande del mundo, casi el doble de grande de las Tres Gargantas en China.

En marzo de 2014, el Banco Mundial le otorgó 73 millones de dólares para realizar la evaluación de impacto ambiental y social, pero dos años después, todavía no han comenzado. La organización International Rivers teme que ahora se apure la construcción del proyecto.

El director del Proyecto Gran Inga anunció que el inicio de las obras estaba fijado para principios de 2017, se hayan realizado o no los estudios de evaluación de impacto, según International Rivers.

El Banco Mundial dijo a IPS que “continúa el diálogo con el gobierno de RDC sobre los arreglos para la implementación del proyecto Inga III para asegurarse de que la iniciativa siga las buenas prácticas internacionales en la materia”.

El director ejecutivo interino de International Rivers, Peter Bosshard, consideró que los antecedentes de ese país en materia de implementación de megaproyectos, incluyendo Inga I e Inga II que, según él, son las causas principales de una crisis de deuda en RDC, terminaron siendo un fracaso.

Ese país de África occidental se considera afectado por la llamada maldición de los recursos por su elevado grado de pobreza y de conflictos a pesar de su abundancia de recursos naturales.

International Rivers también cree que el proyecto Inga III no necesariamente beneficiará a la población de RDC, 90 por ciento de la cual no tiene acceso a la electricidad, sino que generará energía para los mercados de exportación y la minería.

Inga III no es la única megarepresa polémica. Esos proyectos pueden ofrecer una cantidad significativa de energía, pero también encuentran una gran resistencia en los países en desarrollo, en especial de las comunidades indígenas, cuyas tierras suelen sufrir un impacto desproporcionado en relación con sus beneficios.

Además, las personas que se oponen a esos proyectos suelen pagar con sus vidas su actividad, como sucedió con la indígena hondureña Berta Cáceres, cuyas protestas contra el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca le costaron la vida a principios de este año.

Las represas no solo tuvieron impactos ambientales negativos sobre ríos y selvas, sino que también pusieron en riesgo a varios grupos indígenas.

Manu Ampim, director del proyecto Salven a Nubia, dijo a IPS: “una serie de proyectos hidroeléctricos en Sudán han devastado y lo seguirán haciendo a numerosos grupos”, como las comunidades amri, manasir y nubia.

Las consecuencias de la represa sobre los nubios son particularmente preocupantes porque pertenecen “a una de las civilizaciones más significativas del valle del Nilo por ser una cultura milenaria”, acotó.

Ampim dijo que se necesitaba una presión internacional sobre el gobierno sudanés para “cambiar los planes y usar fuentes de energía más eficientes, limpias y menos destructivas, como la solar, las microrepresas y las turbinas eólicas”, precisó Ampim.

Los proyectos eólicos y solares han sido cada vez más significativos en términos de su capacidad, pero Angus McCrone, editor responsable del Bloomberg New Energy Finance, dijo a IPS que los actuales y futuros proyectos hidroeléctricos todavía tenían un papel que desempeñar para cubrir la demanda energética.

“Muchos países en desarrollo quieren ambas alternativas, las grandes represas hidroeléctricas si tienen los recursos para ello y también la eólica y solar”, apuntó.

Pero la sostenibilidad de las hidroeléctricas es variable, precisó McCrone.

“Si se mira desde el punto de vista de la sostenibilidad algunos grandes proyectos hidroeléctricos tienen buenos registros y otro no”, añadió.

“Hay unos grandes proyectos fuertemente criticados porque liberan metano, porque perjudican a la biodiversidad o porque son motivo de tensión internacional entre los países porque se represan ríos en la parte superior de su cauce”, explicó McCrone.

También señaló que las alternativas eólica y solar tienen “ventajas de rapidez”, que las vuelve “muy atractivas para los países en desarrollo con necesidades energéticas en rápido crecimiento”.[related_articles]

La sostenibilidad es una variable de los megaproyectos hidroeléctricos por las que Bloomberg New Energy Finance no las incluye en sus informes anuales sobre tendencias en energías renovables, pero McCrone precisó que hay monitoreos que aseguran que sean iniciativas sostenibles.

“Cuando los bancos de desarrollo prestan dinero para proyectos de energía renovable pasan por un proceso de decisión sobre grandes hidroeléctricas y en la práctica apoyan a algunos proyectos y a otros no”, explicó McCrone.

Bosshard señaló que si bien no se opone a todos los proyectos hidroeléctricos, dijo que suelen subestimarse las graves consecuencias que suelen tene.

“Si pueden construir un proyecto de 4.800 megavatios desplazando a muy pocas personas y posiblemente con impactos ambientales limitados, en principio no nos oponemos”, aclaró.

“Pero obviamente (Inga III) no sale de la nada, sino que ocurre en un país (RDC) con vasta experiencia en construir megraproyectos que fracasaron”, acotó.

Bosshard dijo que las últimas innovaciones en tecnología eólica y solar significa que estas se volvieron alternativas mucho más viables a los grandes proyectos hidroeléctricos.

“En un momento en que las fuentes solar y eólica crecen aun en términos económicos y se pueden construir en uno o dos años, por qué esperar 10 para una nueva represa hidroeléctrica”, cuestionó.

“Las alternativas eólica y solar ya no son las hermanas pequeñas de la hidroeléctirca y se volvieron realmente importantes, y es una lástima que el Banco Mundial no se haya dado cuenta de que ya pasó la época de los megaproyectos”, añadió.

Traducido por Verónica Firme

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