Una sequía de tres años, que se sumó a la deforestación masiva de sus bosques durante las últimas décadas, secaron la mayoría de las fuentes superficiales hídricas de Nicaragua y sumieron a su población en una crisis cada día más acuciante de acceso al agua potable.
Desde enero, las redes sociales, noticias de medios locales, blogs y boletines electrónicos de organizaciones ambientales y usuarios comunes, han publicado fotografías y videos que muestran secos a grandes ríos, lagunas y otras fuentes superficiales como pozos y arroyos.
Jaime Incer Barquero, exministro de Ambiente y Recursos Naturales y presidente de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Sostenible (Fundenic-SOS), es una de las voces que más ha denunciado el acelerado deterioro ambiental del país.
Incer dijo a IPS que para fines de marzo el país ha perdido hasta 60 por ciento de las fuentes superficiales ya sea por haberse secado o por estar contaminadas y que posiblemente hasta 50 por ciento de las fuentes subterráneas.
Señala como ejemplo de ello la desaparición de al menos 100 ríos y sus afluentes en el país y la contaminación de las lagunas de Tiscapa y Nejapa, en el área de Managua, así como las de Venecia, en el occidental y costero departamento de Masaya, y las de Moyúa, en el norteño departamento de Matagalpa.
Destaca el científico que los grandes cuerpos de agua también están sufriendo del deterioro de sus caudales y cuencas: el río Coco, el más largo de América Central, con 680 kilómetros, que sirve de frontera norte con Honduras, ahora está completamente seco en varios trechos de hasta ocho kilómetros de distancia.
Su caudal ha bajado a niveles históricos, al extremo que es posible atravesarlo a pie con profundidades que no superan el tobillo.
De igual modo se denuncia que el otro gran río, el San Juan, en la frontera sur con Costa Rica, pese a labores de dragado en los últimos años, presenta grandes playones y bancos de arena que impiden el paso de lanchas y barcos.
Su principal afluente, el gran lago Cocibolca, la mayor reserva de agua potable de agua dulce de la región centroamericana, con 8.624 kilómetros cuadrados de extensión, presenta, dijo Incer, graves pérdidas de líquido desde 2012, que afectan el zarpe de embarcaciones, porque el agua se ha alejado de las costas y muelles.
Igual fenómeno afecta al otro gran lago del país, el Xolotlán, a orillas de Managua.
Pese a que se inició un proceso de saneamiento de sus aguas contaminadas en 2009, a la fecha se desconoce el resultado de tal inversión, pero si es visible que desde que inició la sequía en 2014, sus costas se han alejado hasta 200 metros en algunas zonas costeras, según los reportes de Fundenic-SOS.
Esta organización no solamente achaca la crisis al impacto del cambio climático que se ha cebado sobre Nicaragua desde 2014 mediante el fenómeno de El Niño/Oscilación del Sur, sino a la falta de políticas públicas para frenar la deforestación de los bosques del país.
Las grandes reservas de bosques del sur del país han perdido hasta 40 por ciento de su cobertura forestal, según una investigación de la consultora británica Environmental Resources Management (ERM), contratada por el consorcio chino HKND Group para hacer los estudios de factibilidad del proyectado canal interoceánico de Nicaragua.
El deterioro ambiental de la Reserva Biológica Indio Maíz, en el sudeste de Nicaragua, y las reservas naturales Cerro Silva y Punta Gorda, en la misma zona, ha sido mayor entre 2009 y 2011 que en los 26 años previos, reveló ERM en 2015.
El estudio señala que entre 1983 a 2011, “casi 40 por ciento de la cubierta terrestre natural en el sureste de Nicaragua se perdió”.
Otras organizaciones, como el no gubernamental Centro Humboldt, han denunciado que el mismo deterioro afecta a 40 por ciento de Bosawas, la mayor reserva forestal de América Central, declarada en 1997 como reserva de biosfera por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Seguridad alimentaria, gran víctima
El impacto de la sequía ya impacta en la economía y la seguridad alimentaria de gran parte de este país, con una población de 6,2 millones de personas, de las que 2,5 millones sobreviven con menos de dos dólares al día y que en 20 por ciento está subnutrida, según organismos internacionales.
Organizaciones de productores agrícolas, ganaderos y del sector turístico empiezan a quejarse de daños económicos por la desaparición del recurso hídrico.[related_articles]
Por ejemplo, la Comisión Nacional Ganadera de Nicaragua confirmó en febrero que existe una honda preocupación del sector por la escasez de agua en varias zonas del país, donde se encuentra al menos el 30 por ciento nacional del ganado mayor y menor.
La situación que más les preocupa, es que según reportes internacionales y nacionales de meteorología la sequía que está provocando el fenómeno de El Niño se podría extender hasta agosto, cuando se espera caigan las primeras lluvias de 2016.
De igual modo, la Unión de Productores Agropecuarios de Nicaragua calculó durante este mes hasta en 200 millones de dólares las pérdidas ocasionadas por la sequía durante 2015.
Y el Banco Central de Nicaragua, por su parte, reconoció en febrero que la sequía afectó la producción de energía hidroeléctrica en 2015, considerada la energía más barata en sus costos de producción.
Sin embargo, a criterio del sociólogo y director del Centro de Iniciativas de Políticas Ambientales, Cirilo Otero, la parte más afectada por la escasez de agua en el país ha sido el llamado corredor seco de Nicaragua, una franja extensa y árida de bosques secos donde se ubican hasta 35 municipios de los 153 de todo el país.
Según estudios de Otero, el impacto de la sequía y la falta de agua en esa región, que atraviesa el país de norte al centro-sur, ha sido tan fuerte, que se han perdido el cien por ciento de las cosechas y se han secado 90 por ciento de las fuentes de agua.
“Las medidas adoptadas por el gobierno son asistencialistas, agua y alimentos para ciertos días, pero las políticas públicas para frenar el despale de los bosques de pinos de las cordilleras de Dipilto y Jalapa, no existen y esa es una de las principales causas para desaparecer ríos y pozos”, denunció Otero a IPS.
De acuerdo a sus estimaciones, ya existe una realidad de inseguridad alimentaria en la zona seca, donde los más afectados son la población infantil y la adulta mayor.
“Hay familias enteras que no tienen más que maíz y sal para comer. Es una situación grave”, dijo Otero.
El gobierno, que ha recibido quejas por no declarar emergencia nacional por la sequía, no ha cesado en asistir a las familias afectadas con medicinas, alimentos y agua.
Ervin Barreda, presidente de la estatal Empresa Nicaragüense de Acueductos y Alcantarillados, aseguró que están abasteciendo con unas 65 cisternas diarias a las zonas más críticas, a razón de 2.000 familias por día.
De acuerdo a los datos oficiales, en febrero de 2016 había 51.527 familias asentadas en 34 localidades que se abastecen de acuíferos con alta vulnerabilidad.
Editado por Estrella Gutiérrez