Días después de las elecciones generales del 1 de noviembre en Turquía, Beyza Kural, una periodista de la agencia de prensa independiente Bianet, se precipitó a la Universidad de Estambul para cubrir un choque entre manifestantes estudiantiles y la policía.
En el lugar, Kural fue acosada y maltratada por un grupo de policías de civil, sin razón aparente. Esposada, se libró de ser detenida gracias a la intervención de varios de sus colegas. En un video de los hechos se puede oír cómo los agentes le gritan a Kural, «a partir de ahora, ya nada será igual. ¡Te lo vamos a enseñar!”.[pullquote]3[/pullquote]
El video circuló rápidamente por las redes de medios sociales e independientes de Turquía. Para muchos, las palabras del policía confirmaron lo que temían desde hacía tiempo, que el Partido de Justicia y Desarrollo (AKP, en turco), redoblaría el intento de silenciar las voces críticas, luego de su victoria decisiva en las urnas.
En los últimos años, la libertad de prensa soporta una creciente presión en este país. La organización independiente Freedom House, con sede en Estados Unidos, calificó de “no libre” el estado de la libertad de prensa turca. La Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, elaborada por Reporteros sin Fronteras, sitúa a Turquía en el puesto 149 entre 180 países.
En una entrevista televisada el 10 de noviembre con la periodista Christiane Amanpour, de la cadena de noticias estadounidense CNN, el primer ministro Ahmet Davutoglu respondió a las críticas sobre la represión de su gobierno contra la prensa en el período previo a las elecciones de noviembre.
Recordando su anterior trabajo como columnista en la década de 1990, el primer ministro llegó a decir que «la libertad de prensa y la libertad intelectual son líneas rojas para mí”, en el sentido que le impondrían un límite que no puede cruzar.
La declaración no pasó inadvertida para el público turco, que recuerda claramente cómo solo dos semanas antes de la entrevista, la policía allanó las oficinas del Grupo Ipek de medios de comunicación y clausuró varios periódicos y canales de televisión vinculados a la oposición.
«¿Indagarán sobre la incongruencia existente entre su observación y sus prácticas? ¿O simplemente dirán, ‘este nivel de democracia es suficiente para Turquía’?», cuestionó Cafer Solgun, columnista del diario Today’s Zaman.
El allanamiento de la sede en Estambul del Grupo Ipek se produjo en la madrugada del 28 de octubre, seguido de una tensa confrontación durante varias horas, en la que la policía utilizó cañones de agua y gases lacrimógenos para dispersar a cientos de manifestantes y periodistas que pretendían bloquear su ingreso al edificio.
La policía finalmente entró por la fuerza e interrumpió la emisión en directo que estaba realizando el canal de televisión de la operación policial, y puso al Grupo Ipek bajo el control de administradores designados por el gobierno. Tras el allanamiento, también se suspendió la publicación de los diarios Bugun y Millet.
«La persecución contra medios de comunicación críticos alcanzó un nivel muy preocupante antes de las elecciones. La determinación del gobierno para silenciar los medios del Grupo Ipek es apenas el último ejemplo», denunció Johann Bihr, jefe de la oficina de Reporteros sin Fronteras para Europa oriental y Asia central.
Desde entonces, un ejemplo más revela cómo la represión contra los medios críticos al gobierno no ha cesado. El 26 de noviembre, Can Dundar, editor en jefe del diario Cumhuriyet, y el corresponsal en Ankara, Erdem Gul, fueron arrestados y acusados de espionaje y divulgación de secretos de Estado.[related_articles]
La detención de los dos periodistas es consecuencia de que Cumhuriyet sacara a la luz el intento del gobierno de enviar armas y municiones de contrabando a las fuerzas rebeldes en Siria.
Un informe pormenorizado elaborado por la agencia de noticias Bianet documenta los diferentes ataques a la libertad de prensa y de expresión en Turquía. Solo entre julio y septiembre, «101 sitios web, 40 cuentas de Twitter, (y) 178 (artículos de) noticias fueron censurados» asegura.
Además, «21 periodistas, tres medios de comunicación, una imprenta fueron atacados… 28 periodistas han sido demandados, 24 periodistas y nueve distribuidores enviados a la cárcel», continúa el informe.
Un clima de censura se está apoderando del panorama mediático turco. Los medios que critican al gobierno son debilitados por medio de acusaciones armadas sobre la marcha, como evasión fiscal, «hacer propaganda terrorista» e «insultar al presidente».
Bianet informa que en el mismo período, 61 personas fueron acusadas, procesadas o enviadas a la cárcel por acusaciones relacionadas con «insultos» dirigidos al presidente Recep Tayyip Erdogan.
Diez días antes de las elecciones, un escolar de 14 años pasó una noche detenido por la policía por supuestamente insultar a Erdogan en la red social Facebook. Quedó en libertad al día siguiente, una vez que se confirmó que era inimputable, pero el caso es un ejemplo del clima asfixiante que impera y por el cual cualquier crítica puede ser penalizada.
Si hay algo de verdad en las palabras del policía – “ya nada será igual” -, a los trabajadores de los medios de comunicación, los comentaristas políticos y los activistas civiles les aguardan tiempos difíciles.
Para que la democracia de Turquía pueda madurar la prioridad número uno es una prensa libre que pueda expresarse ante un público con capacidad crítica.
Sin embargo, los antecedentes del país en la clausura de medios de comunicación vinculados a la oposición y la detención de menores de edad dan pocas esperanzas de que las autoridades turcas compartan esa convicción.
Como señaló el lingüista estadounidense Noam Chomsky en un reciente artículo del diario The Washington Post, “el periodismo está siendo asesinado” en Turquía.
Traducido por Álvaro Queiruga