En su parcela de nueve hectáreas, en el municipio de Belterra, en el norte de Brasil, José de Souza ha visto cómo sus cosechas de hortalizas y bananas languidecen, desde que su finca comenzó a ser rodeada por productores de soja, un cultivo exótico de la Amazonia, que ha actuado como una plaga para los agricultores familiares de la zona.
Deforestación, sequía, mayor temperatura, daños por las fumigaciones de pesticidas de los productores de soja, tanto en los cultivos de los campesinos como en su salud, son consecuencias a las que se enfrentan campesinos como De Souza, según detalla a IPS, en este videorreportaje con entrevistas a agricultores, especialistas y autoridades.
La alteración de la forma de vida en la ciudad de Satarém y los municipios de su extensa región metropolitana, en la ribera del río Tapajós, un gran afluente del Amazonas, en el estado de Pará, comenzó con la instalación de un gran puerto por la corporación agroindustrial estadounidense Cargill.
En torno a él se ha creado un complejo logístico y portuario para acortar las distancias y los costos de flete entre el vecino estado de Mato Grosso, el mayor productor de soja del país, y sus grandes mercados de la oleaginosa: China y Europa, usando las hidrovías de la cuenca amazónica.
Con el puerto llegaron atraídos productores de soja, que compraron o se apropiaron de tierras, con consecuencias negativas para la selva tropical, los campesinos y la seguridad alimentaria, pero que ha traído un crecimiento y un desarrollo agroindustrial que las autoridades de la región de Santarém defienden.