Gracias a la llama azulosa de su cocina a biogás, la médica rural cubana Arianna Toledo calienta el agua del baño y prepara la cena en la mitad de tiempo de lo que hace cuatro años demoraba en hacer las mismas tareas con energía eléctrica o con leña.
Con la instalación de un biodigestor, que utiliza los desechos sólidos de los cerdos para producir biogás destinado a la elaboración de alimentos, se aligeró la carga doméstica y los gastos de la familia de Toledo, de cinco personas, que reside en la localidad de Cuatro Esquinas, en el municipio de Los Arabos, en la occidental provincia cubana de Matanzas.
“El principal ahorro es de tiempo porque en la cocina a gas se cocina todo más rápido”, reconoce a Tierramérica la médica. Ella y las demás mujeres de la familia llevan el peso de la atención del hogar, como en la mayoría de las familias cubanas.[pullquote]3[/pullquote]
Otras 20 pequeñas plantas de biogás funcionan en viviendas de esta localidad, a 150 kilómetros de La Habana, y más de 300 en toda Matanzas, facilitadas por un proyecto del no gubernamental Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba (CCRD-C), con sede en la ciudad de Cárdenas, en la propia provincia.
La institución ecuménica busca mejorar las condiciones de vida en el medio rural fomentando prácticas ecológicas, que al mismo tiempo mitiguen la contaminación ambiental, la degradación de los suelos y el mal uso de las aguas.
El proyecto de los biodigestores tiene también como uno de sus principales objetivos aliviar las labores de las mujeres rurales y la economía doméstica.
“Gastamos menos dinero mensualmente por electricidad o por la compra de balones de gas y, a la vez, estamos protegiendo el ambiente al ser un recurso natural renovable”, confirma Toledo.
En Cuba, 69 por ciento de las familias dependen de la electricidad para cocinar.
Carlos Alberto Tamayo, esposo de Toledo, explica a Tierramérica que los cuatro cerdos que crían para el autoconsumo garantizan el combustible necesario para su hogar.
“La materia orgánica que va quedando funciona como fertilizante natural para nuestra huerta, donde cultivamos hortalizas y frutales”, abunda Tamayo, que es pastor episcopal en Cuatro Esquinas, con más de 2.300 habitantes.
El diseño de campana del biodigestor, detalla, no guarda olores incómodos ni vectores, mientras el gas es más seguro pues no es tóxico y tiene menos posibilidades de provocar accidentes o explosiones.
Con apoyo de la cooperación internacional de varios países, el CCDR-C promueve desde hace más de 15 años el uso doméstico de estos sistemas, la reforestación y el desarrollo de la energía renovable, una prioridad para este país caribeño, donde solo 4,3 por ciento del consumo energético proviene de fuentes limpias.
Los biodigestores, construidos artesanalmente en el caso de la organización ecuménica, van a multiplicar su presencia en Cuba en los próximos cinco años.
El Centro de Promoción y Desarrollo del Biogás, del estatal Instituto de Investigaciones Porcinas, desarrolla un plan nacional para promover el uso de biodigestores en empresas estatales y cooperativas campesinas.
En 2014, el Centro estableció la existencia de 1.000 biodigestores en esos dos sectores, que beneficiaban a 4.000 personas, en el caso de las empresas, y a 8.000 personas, en el de las cooperativas campesinas.
El plan prevé la fabricación de unos 1.000 biodigestores anuales hasta 2020, mediante nueve proyectos del Ministerio de la Agricultura y la no gubernamental Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, que contarán con financiamiento del Programa de Pequeñas Donaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).[related_articles]
Según Rita María García, directora del CCDR-C, el monitoreo de su proyecto arroja que la sustitución de la leña, el queroseno y el petróleo por el biogás humaniza el trabajo del hogar.
Las mujeres involucradas ganan seguridad y tiempo, un bien preciado para las cubanas, pues consumen 71 por ciento de sus horas laborales en el trabajo doméstico no remunerado, según la única Encuesta del Uso del Tiempo realizada en el país.
Por cada 100 horas de trabajo masculino en Cuba, ellas realizan 120, la mayor parte con actividades simultáneas, refiere el estudio oficial efectuado en 2002.
“Por lo general, las mujeres manejan la economía de la casa, lo que se convierte en una carga, por eso agradecen la instalación de biodigestores y muchas se han motivado a criar cerdos y trabajar en la agricultura después de eso”, asevera García a Tierramérica.
La metodología de proyectos en el CCRD-C comienza por la capacitación de los beneficiarios en la construcción, puesta en marcha y posterior mantenimiento de los biodigestores, al tiempo que imparten conocimientos sobre agricultura ecológica con abonos orgánicos, aporta Juan Carlos Rodríguez, su coordinador general.
Además, el centro ecuménico promueve entre el campesinado la reforestación de áreas boscosas y el uso de molinos de viento, una modalidad para aliviar la factura energética de un país que importa 53 por ciento del combustible que consume.
Un beneficio adicional de los biodigestores es que constituyen una alternativa para manejar los residuos orgánicos contaminantes de la cría de cerdos.
En 2013 la cabaña porcina cubana sumaba 16,7 millones de cabezas, de las que 65 por ciento están en manos de particulares, en este país de economía socialista y altamente centralizada.
El cerdo es la principal carne consumida en Cuba y su cría está muy extendida entre productores privados y familias, por lo que el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente favorece la instalación de biodigestores, como un instrumento para incrementar su producción.
Para ello, se exige que los criadores de cerdos garanticen un sistema adecuado para tratar los residuos porcinos.
La descomposición de los excrementos por medio de bacterias en ausencia de oxígeno produce el biogás, compuesto fundamentalmente por metano.
Además de la elaboración de alimentos, el biogás puede utilizarse en la iluminación, la refrigeración y la producción de electricidad.
Al sintetizarlo en los biodigestores disminuye la contaminación de los suelos y aguas subterráneas, mientras se frena la tala de árboles para obtener leña.
Cuba introdujo el uso de estos digestores orgánicos de residuos al comienzo de los años 80, con apoyo de la ONU, pero su impulso se produjo una década después, de la mano del Movimiento Nacional de Biogás.
Estudios divulgados por la prensa local refieren que el potencial nacional en este tipo de energía supera los 400 millones de metros cúbicos anuales, que permitirían la generación de 700 gigavatios por hora al año.
Con ello se dejarían de emitir más de tres millones de toneladas de dióxido de carbono y se ahorrarían la compra de unas 190.000 toneladas anuales de petróleo.
Editado por Estrella Gutiérrez
Publicado por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.