En la mesa de Damaris González y Omar Navarro no faltan la carne y las hortalizas desde que obtienen casi todos sus alimentos en su finca La Revelación, ubicada en las afueras de Santiago de Cuba, a 765 kilómetros al este de la capital.
En las tres hectáreas que labora hace siete años como usufructuarios, el matrimonio combina técnicas agroecológicas con la utilización racional de los recursos naturales, según lo aprendido en los cursos de permacultura que imparte en la ciudad el no gubernamental y ecuménico Centro Cristiano de Servicio y Capacitación Bartolomé G. Lavastida (CCSC-Lavastida).[pullquote]3[/pullquote]
“Antes cultivaba una o dos variedades, sobre todo de viandas (algunos tubérculos esenciales de la dieta cubana). Si no se vendía o se perdía la cosecha nos quedaba poco para subsistir”, dijo Navarro a IPS.
El agricultor es el coordinador del Comité Gestor Local de uno de los microproyectos de producción alimentaria impulsados por la organización religiosa en áreas rurales de las provincias orientales de Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma, Guantánamo y Santiago de Cuba.
Cuando iniciaron esta colaboración a través de una iglesia local, en 2009, González y Navarro, junto con otros 10 activistas ecuménicos, recibieron durante nueve meses capacitación sobre permacultura, agroecología, género, gestión de negocios, conservación de alimentos y nutrición, entre otros temas.
“Tuvimos que desprogramarnos para empezar a usar estas técnicas, porque cuando se ha sembrado lo mismo toda la vida cuesta creer que es posible multiplicar cultivos y dejar de usar químicos”, confesó Navarro, de 52 años.
El microproyecto les brindó apoyo económico para mejorar la infraestructura de la finca y comprar animales, con el compromiso de que parte de los beneficios lleguen gratuitamente a sectores vulnerables de la comunidad, como enfermos terminales, personas con el virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH), anémicos y ancianos.
González, ingeniera de profesión pero dedicada al campo para mejorar los ingresos de la familia, cree que el principal logro ha sido garantizar una dieta balanceada.
“Usamos la lombricultura y el compost de materia orgánica como abono natural, sin ningún químico, por lo que nuestro alimento es más saludable”, consideró esta administradora de la finca familiar, donde el matrimonio vive con su hijo de 11 años.
En ella se incorporaron recientemente otros seis trabajadores que completan la atención a tres estanques para cultivar hasta 5.000 alevines de tilapia roja, canteros de hortalizas, sembrados de vegetales y frutales, un semillero y 200 animales de cría, entre ovejas, cerdos, gallinas, patos y siete ejemplares de reses.
“La comunidad saca provecho de que seamos más productivos porque vendemos el excedente a precios bajos con respecto a la oferta de los mercados agropecuarios”, agregó González, de 48 años, mientras muestra la libreta donde contabiliza a mano el resultado de las cosechas.
Con la capacitación constante y apoyos económicos puntuales, el CCSC-Lavastida contribuye desde hace 17 años a empoderar personas del campo en la producción de sus alimentos, con un enfoque ecológico e incentivando la participación activa de las mujeres.
Según declaró a IPS el agrónomo César Parra, la institución fundada en 1995 ha ejecutado 87 microproyectos con apoyo de organizaciones internacionales cristianas como PAN para el Mundo y Acción Ecuménica Sueca. De ellos, 70 por ciento son agroalimentarios.
En 2014 mantuvieron 32 en activo, que benefician directa o indirectamente a unas 600 familias en toda la región oriental, la más empobrecida del país.
Algunos de esos grupos cuentan con más de un sistema de permacultura, la agricultura que se armoniza con los ecosistemas locales, introducida en la isla caribeña en los años 90 como respuesta a la crisis económica, que desató la caída del socialismo europeo y que persiste hasta hoy.
“Se trata de crear asentamientos humanos sostenibles, siguiendo la ética del cuidado de la tierra, las personas y los animales en relación armónica e imitando los ciclos de la naturaleza”, explicó Parra, coordinador de proyectos en el CCSC-Lavastida.[related_articles]
Con la premisa de que todo es reutilizable, estos sistemas de agricultura permanente aprovechan desechos orgánicos y estiércol animal como fertilizantes, cosechan el agua de lluvia, diversifican los cultivos, reducen el gasto energético, aumentan la masa verde, desarrollan bancos de semillas e instalan biodigestores y baños secos, entre otras técnicas.
El centro cristiano ha formado 40 promotores de esta filosofía en Santiago de Cuba, Guantánamo y Granma, que ejecutan sus diseños en patios, huertos y azoteas urbanos.
Fidel Pérez es uno de los que ha sembrado cada pedacito de la tierra que bordea su casa, en un céntrico barrio de Santiago de Cuba.
Según reveló a IPS este administrador de una iglesia local, con lo que produce allí puede abastecer de viandas, frutas, verduras y algunas carnes a su familia, de siete personas.
Estima que su ahorro anual está en torno a 17.000 pesos cubanos (710 dólares), en un país donde el salario medio se mantiene en 471 pesos y las personas gastan entre el 59 y 74 por ciento de sus ingresos mensuales en alimentos, según investigaciones de economistas locales.
Datos de la no gubernamental Fundación Antonio Núñez Jiménez reportan más de mil promotores de permacultura formados en Cuba hasta el momento.
“Estas personas están asumiendo nuevos estilos de vida con una conexión más cercana a la naturaleza y una mayor sensibilidad y conocimientos para relacionarse de manera beneficiosa con su hábitat”, aseguran varias especialistas en un artículo reciente de la revista “Se puede”, de esa organización.
Expertos coinciden en que la introducción de la permacultura desde el espacio familiar aporta soluciones a problemas de soberanía alimentaria del estado insular.
Más cuando autoridades gubernamentales insisten en reanimar la agricultura como asunto de «seguridad nacional», un sector que en 2013 aportó 3,7 por ciento del producto interno bruto, según datos oficiales.
Para igual período, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información reportó seis millones 342.400 hectáreas de tierra como superficie agrícola en Cuba, pero solo dos millones 645.800 estaban cultivadas.
Las importaciones de alimentos absorbieron a 2.098 millones de dólares durante el primer semestre de 2014, reportó un informe del Ministerio de Economía y Planificación al parlamento cubano, con la aclaración de que 60 por ciento de ello pudo producirse en el país.
La producción sostenible de alimentos y semillas es la primera prioridad para el periodo 2013-2018 de la cooperación pactada entre Cuba y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que también incluye la adaptación al cambio climático y el manejo sustentable de recursos naturales.
Editado por Estrella Gutiérrez