Los discípulos de San Juan Bautista también huyen del EI

La familia Ismam, de desplazados mandeos que huyen del grupo extremista Estado Islámico, posa en la entrada del Consejo Mandeo de la ciudad iraquí de Kirkuk, donde están acogidos temporalmente. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS
La familia Ismam, de desplazados mandeos que huyen del grupo extremista Estado Islámico, posa en la entrada del Consejo Mandeo de la ciudad iraquí de Kirkuk, donde están acogidos temporalmente. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS

“¿Volver a casa? Sería un suicidio, los islamistas nos cortarían el cuello sin vacilar”, explica Jalil Hafif Ismam. El temor de este refugiado resume el de uno de los pueblos más antiguos de Mesopotamia. Y el más diezmado.

“Teníamos nuestra casa y dos joyerías en Baiji (a 230 kilómetros al norte de Bagdad) pero nos vimos obligados a escapar cuando en junio se hizo con el control de la zona el EI”, las siglas del grupo extremista Estado Islámico, describió Ismam a IPS.

“Hoy vivimos de la caridad”, se lamentó en el complejo del Consejo Mandeo de la ciudad de Kirkuk, situada a 100 kilómetros al oeste de Baiji. En el recinto comparte techo con la familia de su hermano Sami y la madre de ambos.[pullquote]3[/pullquote]

El Estado Islámico irrumpió en escena en 2013 y en junio de 2014 se hizo con el control de Mosul, la segunda ciudad de Iraq, junto con enclaves estratégicos como la refinería de Baiji, de donde huyeron los Ismam.

La declaración oficial del llamado califato, el 29 de junio, dio inicio a una persecución sistemática de las minorías en la región en manos del EI, como pasó a autodenominarse el grupo extremista hasta entonces conocido como Estado Islámico de Iraq y Levante (Isis).

Los Ismam son mandeos, seguidores de una religión que los expertos rastrearon hasta 400 años antes de Cristo. Consideran a San Juan Bautista como único profeta, no en vano, su ritual principal, el bautismo, se lleva celebrado en los mismos lugares en las orillas del Tigris y el Éufrates desde hace casi dos milenios.

En el siglo XVI misioneros jesuitas portugueses intentaron convertirlos al cristianismo en la ciudad de Basora, en el sur de Iraq. Jóvenes mandeos fueron incluso enviados, o directamente secuestrados, para evangelizar colonias portuguesas como la de la actual Sri Lanka.

Se los llamó “los cristianos de San Juan», pese a que el mandeismo se desmarca tajantemente del judaísmo, el cristianismo y el islamismo.

Los hermanos joyeros también proceden del extremo sur del país. Relatan que se trasladaron en los años 80 a Bagdad “en busca de una vida mejor”. Tras la Primera Guerra del Golfo (1991), volvieron a desplazarse, esta vez a Baiji. Hoy están en Kirkuk y desconocen cuál será su siguiente destino.

“Nos han dicho que no podemos quedarnos más de un mes, pero no sabemos a dónde iremos después porque el EI ya está a las puertas de la ciudad”, explicó Sami Ismam.

Entre lo poco que pudieron llevarse consigo, los orfebres no olvidaron un “sekondola”, un medallón sobre el que hay grabados una abeja, un león y un escorpión a los que rodea una serpiente. Según la tradición mandea, les protegerá del mal.

Probablemente, sus amuletos son lo poco a lo que pueden aferrarse. Los rituales mandeos empiezan a desaparecer a medida que, en el mejor de los casos, los sacerdotes son arrastrados al exilio.

En Kirkuk, el cauce seco del río Khasa, afluente del Tigris, no es una opción para celebrar el ritual del bautismo por lo que las cada vez más escasas ceremonias han de celebrase en un improvisado pozo de agua dentro del complejo.

“Cada dos o tres semanas viene un ‘genzibra’ (sacerdote mandeo) de Bagdad para celebrar el rito, pero el trayecto resulta más peligroso cada día que pasa“, se lamentaron los Ismam junto al estanque.

Según un informe publicado en febrero de 2011 por la organización Human Rights Watch, 90 por ciento de los mandeos huyeron de Iraq o fueron asesinados, desde la invasión del país en 2003 por Estados Unidos.

Uno de los cada vez más escasos rituales mandeos de bautismo, a orillas del río Tigris, a su paso por Bagdad, la capital iraquí. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS
Uno de los cada vez más escasos rituales mandeos de bautismo, a orillas del río Tigris, a su paso por Bagdad, la capital iraquí. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS

Sattar Hillo, líder espiritual de los mandeos de todo el mundo, dijo a IPS desde su residencia en Bagdad  que su comunidad atraviesa “el momento más crítico” de su historia, y que ya apenas suman 10.000 en Iraq”. Y ese era su balance apenas unos meses antes de la irrupción del EI en la región.

A día de hoy, la situación ha empeorado considerablemente, según dijo a IPS el secretario general de la Asociación Mandea en el Exilio, Suhaib Nashi.”En los dos últimos meses nuestra comunidad en Iraq está sufriendo un auténtico genocidio a manos de los islamistas radicales, y no solo los del EI”, resumió.

Nashi aseguró que la situación es igualmente preocupante en zonas del sur del país, donde los seguidores de esta religión resultan víctimas fáciles de las milicias chiíes o de la delincuencia criminal.

“Lo más preocupante tras los asesinatos de los mandeos en Iraq es que sus razones van desde las puramente económicas hasta otras mucho más siniestras, como la total eliminación de nuestra comunidad en el país”, denunció Nashi.

Asilo

Khalima Mashmul, de 39 años, es otra de las refugiadas en las instalaciones del Consejo Mandeo de Kirkuk.

Originaria del sur del país, llegó a la ciudad a los 15 años, en el marco de un proceso de repoblación forzoso con el que el entonces presidente Saddam Hussein (1979-2003) pretendía alterar la balanza demográfica de Kirkuk, de mayoría kurda.

Kurdos, árabes y turcomanos se disputan esta ciudad, que hunde sus cimientos sobre una de las mayores reservas de petróleo del mundo. El que ha sido hogar para Mashmul durante casi 25 años sigue considerado como uno de los puntos más peligrosos del país.

“Mi marido es policía. Perdió una pierna y cuatro dedos de una mano tras un atentado en junio. A pesar de todo, le obligan a seguir trabajando”, explicó a IPS esta madre de cuatro hijos. [related_articles]

Al igual que los Ismam, su familia no puede quedarse indefinidamente en la ciudad.

“No podemos volver a nuestra casa aquí en Kirkuk porque mi marido está amenazado, pero tampoco tenemos dinero para pagar un alquiler”,  se lamentó Mashul. Su única opción, dijo, es que “Australia o un país europeo” les conceda asilo político.

Es el sueño de la mayoría. En un informe divulgado en octubre, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios indica que desde enero de este año los desplazados internos de Iraq suman ya 1,8 millones.

Alerta que 600.000 de ellos necesitan ayuda urgente ante la inminente llegada del invierno boreal.

Mientras el ansiado traslado a Occidente se hace esperar, algunos han optado por refugiarse en los países vecinos. Imad Chabar Abid, uno de los policías que se ocupan de la seguridad del complejo, todos mandeos, dice que no lamenta haberse quedado solo.

“Mi mujer y mis cinco hijos están en Jordania y me reuniré con ellos en cuanto pueda”, admitió a IPS el policía de 43 años desde su garita.

Su temor sobre el peligro que se cierne sobre la ciudad no parece infundado. “Nos acaban de comunicar que el EI está agrupando efectivos en Hawija”,  a 50 kilómetros al oeste de Kirkuk, explicó.

A juicio de Abid, la ofensiva del EI sobre Kirkuk es “inminente”.

Editado por Estrella Gutiérrez

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