En Argentina ya lo llaman “yeil”, una castellanización de “shale”, que denomina en inglés al gas y petróleo de esquisto. Pero lo que para muchos significa el futuro del desarrollo y el autoabastecimiento energético del país, para otros es una palabra que debería estar en desuso, cuando la tendencia mundial es avanzar hacia fuentes renovables y limpias.
Con su uniforme de trabajo empapado de petróleo, el supervisor de perforación de la empresa estatal YPF, Claudio Rueda, se siente protagonista de una historia que comienza a escribirse en el sur de Argentina.
“En nuestro país la disponibilidad energética es clave. Es una pieza fundamental para el desarrollo y futuro argentino y nosotros somos parte de ese proceso”, declaró a IPS.[pullquote]3[/pullquote]
El primer capítulo se escribe en Loma Campana, el yacimiento de Vaca Muerta, en la patagónica provincia de Neuquén, donde entre 2.500 y 3.000 metros de profundidad se esconden ricas reservas de gas y petróleo dentro de estructuras rocosas.
Según YPF, con reservas de 802 billones de pies cúbicos, Argentina ocupa el segundo puesto mundial en recursos de gas de esquisto, después de China, con 1.115 billones.
En petróleo no convencional, el país pasó a ocupar el cuarto lugar mundial, con 27.000 millones de barriles. Delante están Rusia, con 75.000 millones de barriles, Estados Unidos y China.
Se estima que las reservas argentinas de hidrocarburos convencionales se agotarán en ocho o 10 años y su producción es declinante, así que el gobierno considera estratégico el desarrollo de Vaca Muerta, una formación geológica de 30.000 kilómetros cuadrados.
“Prácticamente 30 por ciento de la energía del país de distintas formas, es importada, así que la sangría de divisas del país es enorme”, señaló en entrevista con IPS el especialista Rubén Etcheverry, coautor del libro “Yeil, las nuevas reservas”, y exsecretario de Energía del gobierno de Neuquén
“Estamos en terapia intensiva desde hace cinco años, en cuanto a la balanza comercial o la balanza energética”, aseguró en Neuquén, la capital provincial.
“Pasamos de exportar combustibles por casi 5.000 millones de dólares, hace 10 años, a gastar en importarlos 15.000 millones, vale decir, ha habido un cambio en la balanza de 20.000 millones de dólares anuales, que es enorme para cualquier economía del tamaño de la nuestra”, afirmo Etcheverry.
La importación incluye energía eléctrica, combustibles, gas licuado, gas natural, entre otros.
Diego Pérez Santiesteban, presidente de la Cámara de Importadores de la Argentina, señaló que la adquisición de energía representaba a comienzo de este año 15 por ciento de las compras en el exterior, mientras un año antes solo significaban cinco por ciento.
Desde 2009, las importaciones energéticas acumuladas superan las reservas monetarias internacionales del Banco Central, de 28.400 millones de dólares.
Para Etchverry, Vaca Muerta es la llave para revertir esa tendencia porque las reservas en las profundidades de esa formación geológica serían “suficientes para abastecernos, e inclusive para exportar”.
Según el especialista, en Argentina podría ocurrir lo de Estados Unidos, que gracias a sus depósitos de shale “posiblemente en menos de 10 años sea el principal productor mundial de gas y petróleo”.
La extracción del esquisto requiere el uso de la tecnología de la fractura hidráulica (fracking, en inglés).
Consiste en la inyección a alta presión de agua, arena y aditivos químicos, para extraer los hidrocarburos de las rocas a grandes profundidades donde se alojan, mediante su ruptura horizontal a lo largo de kilómetros.
En el mundo se multiplican las denuncias sobre los efectos contaminantes de esta hidrofractura en los acuíferos y otros impactos ambientales en grandes áreas alrededor de los yacimientos.
También muchos en Argentina critican también la matriz energética por la que se ha optado.
“Esta es una mirada ambiental que va más allá de Vaca Muerta. La opción que pretenden imponer en Argentina, como solución a la crisis energética…carece de perspectivas futuras”, sostuvo la ecologista Silvia Leanza, de la Fundación Ecosur.
“Aquí estamos basando toda la expansión económica en un bien que ¿cuantos años puede llegar a producir?”, se preguntó.
Casi 90 por ciento de la matriz energética argentina la componen combustibles fósiles. El resto se divide mayoritariamente en fuentes nucleares e hidroeléctricas, y apenas uno por ciento son renovables.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático considera que la quema de combustibles fósiles para generar energía es la principal causa del desequilibrio climático.
“Esta coyuntura, junto a la mayor disponibilidad de las fuentes renovables, está señalando el fin de la era de las energías sucias”, sostuvo en un informe Mauro Fernández, coordinador en Argentina de la campaña de energía de la organización ambientalista Greenpeace.
La dependencia del país de combustibles fósiles, coloca sus emisiones de dióxido de carbono por persona entre las más altas de la región. En 2009 era de 4,4 toneladas, según datos del Banco Mundial.
En ese contexto, Fernández consideró que los hidrocarburos no convencionales, no solo son riesgosos por el fracking, sino “una mala opción desde una perspectiva climática y energética”.
“Los yacimientos no convencionales aparecen como nuevas fronteras para seguir haciendo más de lo mismo, alimentar el motor del cambio climático” criticó.[related_articles]
Argentina se comprometió a que en 2016 su electricidad provenga en al menos ocho por ciento de fuentes renovables.
“La apuesta por el fracking implica la profundización de la matriz energética actual, basada en los combustibles fósiles y, en consecuencia, un fuerte retroceso en términos de escenarios alternativos o de transición hacia energías limpias y renovables”, consideró la socióloga Maristella Svampa, investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
“Ciertamente, en la última década el fracking transformó la realidad energética de Estados Unidos, otorgándole menor dependencia de las importaciones, pero también lo convirtió en el territorio en el cual pueden comprobarse sus verdaderos impactos: contaminación de acuíferos, daños en la salud de personas y animales, terremotos, mayores emisiones de gas metano, entre otros”, observó.
Carolina García, de la Multisectorial contra la Fractura Hidráulica, considera que por sus ricos recursos naturales, Argentina tiene otras alternativas, antes que explotar “hasta la última gota” de sus combustibles fósiles.
“¿Terminamos de extraer todo en la cuenca neuquina y que nos queda después?”, dijo a IPS.
Etcheverry mencionó la posibilidad de explotar energía solar en el norte, eólica en la Patagonia y en la zona atlántica, geotérmica en la cordillera, y mareomotriz a lo largo del litoral.
Pero consideró que por ahora sus costos son “muy superiores” a los de los hidrocarburos, por razones tecnológicas, de transporte y de intensidad energética.
Para el experto, el petróleo y gas siguen siendo necesarios como fuente energética y de materia prima para productos cotidianos.
Por eso, consideró Etcheverry, la transición de la “era hidrocarburífera” no “es sencilla”. Antes hay que mejorar el ahorro y la eficiencia energética, para después hacer un “traslado intrafósil”, dijo.
“En una primera etapa se trata de ir de aquellos combustibles fósiles más contaminantes como el carbón y el petróleo, hacia otros igualmente fósiles pero menos contaminantes, como el gas natural. Y a partir de eso incentivar todo lo que tenga que ver con energías limpias o renovables”, concluyó.
Editado por Estrella Gutiérrez