Poco futuro para cese del fuego en Sudán del Sur

Miles de personas desplazadas acampan bajo los árboles en Minkaman, en el noreste de Sudán del Sur. Son parte de los cientos de miles de personas desplazadas durante los cinco meses de combates en el país. Crédito: Andrew Green/IPS

El último cese del fuego en Sudán del Sur no cumple una semana y ya parece condenado al fracaso, junto con la esperanza de que este país de África oriental finalmente pueda transitar por el camino de la recuperación, tras cinco meses de combates.

El 9 de este mes, el presidente Salva Kiir y su exvicepresidente Riek Machar se reunieron brevemente en Addis Abeba, la capital de Etiopía, para firmar un acuerdo en que volvieron a comprometerse con el cese de hostilidades que sus representantes habían alcanzado inicialmente a fines de enero.

El pacto de enero también se desmoronó en cuestión de días y la lucha continuó en gran parte del noreste del país. En ese lapso murieron miles de personas y cientos de miles quedaron desplazadas.

En los días previos a la reunión de Addis Abeba, Deng Chioh era una de los muchos aquí que desconfiaba del nuevo acuerdo de cese de fuego. La hostilidad reinante en el país es muy profunda, afirmó.

“Si la paz ha de venir a Sudán del Sur, tomará mucho tiempo. No será posible mientras el líder actual sea el jefe del Estado”, dijo a IPS.

Kiir y Machar se encontraron por primera vez durante la firma desde que su rivalidad política estalló el 15 de diciembre, cuando el exvicepresidente abandonó una reunión del partido gobernante.

Horas más tarde estalló la lucha en un cuartel militar de esta capital y Kiir acusó de inmediato a su exvicepresidente de orquestar un golpe de Estado. La veracidad de la acusación era intrascendente, ya que los combates se extendieron con rapidez, primero en la capital y luego en gran parte del país.

En las dos primeras noches de los combates de diciembre, Chioh tuvo frenéticos diálogos telefónicos con familiares y vecinos, para intentar averiguar dónde ocurrían las muertes.

Al tercer día, agotado por la preocupación, él y nueve de sus familiares se trasladaron a una base de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur (UNMISS, por sus siglas en inglés).

El sitio, conocido como Casa ONU (Organización de las Naciones Unidas), está en las afueras de Yuba, al pie de la montaña Jebel, uno de los pocos obstáculos que interrumpen el paisaje llano de la capital.

Chioh contó que poco después se quedaron sin noticias de varios familiares que permanecieron en sus hogares, y supone que los mataron.

Miles de personas desplazadas acampan bajo los árboles en Minkaman, en el noreste de Sudán del Sur. Son parte de los cientos de miles de personas desplazadas durante los cinco meses de combates en el país. Crédito: Andrew Green/IPS
Miles de personas desplazadas acampan bajo los árboles en Minkaman, en el noreste de Sudán del Sur. Son parte de los cientos de miles de personas desplazadas durante los cinco meses de combates en el país. Crédito: Andrew Green/IPS

El encuentro en Addis Abeba se dio luego de que los actores regionales e internacionales reforzaran su presión para que cesara la violencia. Este mes, Estados Unidos sancionó a un jefe militar de cada bando del conflicto y advirtió que podría imponer más medidas.

En el nuevo pacto, las dos partes acordaron inmovilizar a sus fuerzas en un plazo de 24 horas y brindarles a las organizaciones humanitarias el acceso a miles de civiles atrapados en las zonas de combate. La UNMISS anunció pocas horas después de la firma que estaba preparada para comenzar la entrega de “ayuda para salvar vidas”, de confirmarse el alto al fuego.

La profundidad de la división que aqueja a Sudán del Sur quedó de manifiesto en los días previos a la cita en la capital etíope, cuando la UNMISS publicó un informe que documenta las “graves violaciones de los derechos humanos” por ambas partes durante los enfrentamientos, como el asesinato selectivo, la violación y el secuestro de civiles inocentes.

Los combates han tenido un componente étnico desde el principio, ya que la comunidad dinka de Kiir se enfrenta a la nuer de Machar, y la violencia contra los civiles profundizó la desconfianza entre los diferentes grupos del país.

Cuánto más demora la paz, peor para los habitantes de este país que obtuvo la independencia en julio de 2011.

Ha habido numerosas atrocidades. Por ejemplo, se acusa a los rebeldes están de asesinar a más de 200 civiles que se ocultaban en una mezquita en la ciudad norteña de Bentiu, capital del estado de Unidad. Cerca de 80.000 personas se encuentran refugiadas en las bases de la UNMISS, protegidas por las fuerzas de paz de la ONU.[related_articles]

Más de 10.000 personas abarrotaron Casa ONU, que también alberga las oficinas del foro mundial. Desde sus ventanas, los funcionarios internacionales ven un vasto campamento improvisado, construido principalmente de láminas de plástico, chatarra y tablones de madera.

Casa ONU alberga a algunas de las primeras víctimas de la crisis, sobre todo nuer de los vecindarios circundantes quienes huyeron a la base a medida que las fuerzas de seguridad allanaban sus viviendas durante los peores momentos de los enfrentamientos en Yuba.

Entre los testimonios recogidos por la UNMISS hay relatos de hombres uniformados que irrumpen en las comunidades para capturar e interrogar civiles en el idioma dinka. “Si la persona interrogada admitía que era nuer, no podía hablar dinka o hablaba nuer, era fusilada”, según el informe.

Muchos dinkas temen que la paz corra peligro si Machar integra un futuro gobierno. No hay una solución política que cure todas las heridas del país.

La única opción es el perdón, expresó a IPS el reverendo Bernard Oliya Suwa, secretario general del Comité Nacional por la Paz, Reconciliación y Sanación. Cuando se afiance el cese de fuego, su tarea será convencer a Chioh, y a innumerables más, que elijan ese camino e intenten reconstruir Sudán del Sur.

El Comité antecede al conflicto. Kiir lo creó en abril de 2013 y encomendó a sus cinco miembros, todos ellos dirigentes religiosos, que aborden las injusticias cometidas durante la lucha por la independencia que los rebeldes del sur libraron durante décadas con Jartum.

Su plan, iniciado a principios de diciembre, era reclutar en los condados del país a “movilizadores de paz” que pasarían meses en sus comunidades recogiendo testimonios para presentarlos a los mediadores locales. Los reclamos “de mayor preocupación», como las quejas por la asignación de recursos o las atrocidades, se remitirían a los comités estatales o nacionales, explicó Suwa.

El plan del comité se adaptó a la reciente violencia. Así, trabajará con dos cuerpos más, entre ellos una comisión parlamentaria, para formar la Plataforma Nacional por la Paz y la Reconciliación.

Suwa reconoce que después de los recientes combates “el nivel de desconfianza en este país es muy profundo”, pero cree que los miembros del Comité podrán ayudar a disiparla, aunque sólo si hay paz. Por eso, el nuevo acuerdo de cese de hostilidades “es un enorme, enorme alivio”.” Sabemos que podemos seguir adelante y aplicar nuestros programas”, dijo.

El alto al fuego entró oficialmente en vigor la noche del sábado 10, y se mantuvo apenas siete horas. Funcionarios de la ONU confirmaron que ambos bandos intercambiaron disparos la mañana siguiente en Bentiu y sus alrededores.

Cuando Kiir regresó a Yuba ese día,  los dos bandos ya estaban acusándose mutuamente de provocar los combates. Las acusaciones continúan todos los días desde entonces.

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