El despliegue militar y de armas en la sureña península ucraniana de Crimea hace inevitable la pregunta: ¿cuán libres estaban los ciudadanos que votaron en el referendo del domingo 16 sobre el estatus de esta república autónoma?
Aproximadamente 97 por ciento de los votantes se pronunciaron a favor de independizarse de Ucrania y unirse a Rusia y la concurrencia a las urnas fue de 80 por ciento, según autoridades locales.
“Dejando de lado la cuestión de la legalidad del referendo, la situación en el terreno ayuda poco a la libre expresión de la voluntad personal”, dijo a IPS la directora adjunta de Human Rights Watch, Anna Neistat, de visita en Crimea.
“Con vehículos blindados sin identificación circulando por las calles, rodeados de hombres totalmente armados y bajo una incesante propaganda prorrusa, los crimeos (sintieron) que la decisión ya se había tomado”, sostuvo.
Los blindados rusos estacionaron en todas las esquinas de Simferopol, la capital de Crimea. Las tropas de Moscú rodearon y tomaron las bases militares ucranianas en toda la península.
Grupos paramilitares de cosacos, un pueblo eslavo, traídos desde Rusia, merodeaban por las calles desde varios días antes del referendo. Junto con las milicias locales “de autodefensa”, que lucen brazaletes rojos, atacaron a periodistas extranjeros y locales.
El fotorreportero eslovaco Jan Husar fue víctima de uno de esos ataques.
El 12 de este mes, Husar estaba en el aeropuerto de Simferopol tomando fotografías de insurgentes que impedían el aterrizaje de los vuelos desde Kiev y desde Estambul. Solo se permitía tocar tierra a los aviones procedentes de Moscú.
Fuera de la terminal aérea, Husar fotografió un automóvil que pasaba. “En el auto iban algunos tipos que saltaron del vehículo. Uno tenía un revólver”, relató el reportero, quien cree que eran miembros del servicio secreto ruso.
Le pidieron sus documentos. Un grupo de cosacos empezó a rodearlo. Los hombres no identificados del auto se marcharon tras asegurarse que había eliminado la foto del vehículo, pero los cosacos se quedaron.
Entonces empezaron a empujarlo hacia un bosque cercano. Solo después de que un habitante del lugar intervino lo dejaron ir, pero se quedaron con las tarjetas de memoria de su cámara.
“Antes del referendo, las autoridades no escatimaron esfuerzos para controlar la información y silenciar las críticas”, dijo Neistat. Las unidades que atacan a periodistas “actúan totalmente fuera de la ley, sin una cadena de mando clara y sin responsabilidad”.
Husar añadió que “imagine que usted es un dirigente (político) que quiere manifestarse, puede meterse en una situación realmente peligrosa”.
Eso es lo que les ha pasado a varios activistas de Crimea.
Viktor Neganov, líder del movimiento Euromaidán en la ciudad crimea de Sebastopol, condujo a unos 100 ucranianos de su localidad en protestas contra la corrupción. En una de las manifestaciones les salió al cruce una multitud prorrusa. Algunos atacaron a Neganov y lo noquearon.
“Empezaron a pegarme e intenté protegerme, pero había demasiadas personas, 10 o 20 de diferentes lados”, dijo Neganov a IPS.
Según él, muchas manifestaciones fueron orquestadas por espías y militares rusos infiltrados. Neganov se fue de Crimea tras recibir amenazas.
Sin embargo, muchos votantes dijeron a IPS que no les preocupa la ocupación militar rusa.
“Apoyo a los soldados rusos. Si no hubiera tropas rusas, pasaría lo mismo que en Maidán, en Kiev”, opinó Vladimir Ifirich, quien votó por la incorporación de Crimea a Rusia.
La plaza de Maidán, en la capital de Ucrania, fue durante los últimos meses el centro de manifestaciones a favor del acercamiento a la Unión Europea (UE), de allí el nombre de Euromaidán que tomaron, luego de que el ahora derrocado presidente ucraniano Viktor Yanukovych se negara a firmar un acuerdo comercial con el bloque.
A Gunadi Blinsky, un hombre de 60 años que trabaja en el servicio de emergencia de Simferopol, tampoco le importa la presencia militar rusa.
“En realidad no experimentamos ningún inconveniente con las tropas rusas aquí”, dijo a IPS. “El otro día fuimos al teatro, hoy vamos a un concierto. O sea que no hay ningún problema en absoluto”.[related_articles]
La obrera de la construcción Natasha Mamayeva se hizo eco de la misma indiferencia. “Todo está en calma. Hasta ahora, las tropas rusas no hicieron ningún daño a la población local”, dijo.
El martes 18, tropas rusas asaltaron una base militar ucraniana en Crimea, matando a un soldado e hiriendo a otro. En la ciudad portuaria de Yalta, se reportó el secuestro de un jefe de inteligencia militar exterior de Ucrania supuestamente por soldados rusos.
En un centro de votación en Simferopol, donde sonaba a todo volumen música de estilo soviético, la funcionaria electoral Ivana Lubov-Dutrianko dijo a IPS que el referendo se llevó a cabo de modo libre y limpio.
“Todo está tranquilo aquí”, declaró. “Por favor, digan la verdad: nadie obligó a nadie a votar. Todos son libres de votar como quieran”.
Pero en la ciudad de Bajchisarai, al sur de Simferopol, hubo quienes boicotearon la consulta popular. Allí hay mayoría de tártaros, un pueblo túrquico musulmán que representa aproximadamente 14 por ciento de la población de Crimea.
Por su historia, muchos tártaros desconfían de Rusia: en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, el líder soviético José Stalin los acusó de colaborar con los nazis y deportó a 200.000 a campamentos de trabajo en Asia central. Casi 40.000 tártaros murieron en el viaje.
Moscú pobló entonces Crimea con población rusa, y los tártaros solo pudieron regresar a la península cuando la Unión Soviética comenzó a desintegrarse, en los años 90.
“Si los esfuerzos diplomáticos (para resolver la crisis) fracasan, obviamente algunos tártaros optarán por la insurgencia y una guerra de guerrillas”, dijo Imiril Mirov, jefe del gobierno distrital de Bajchisarai.
De momento no hay señales de un movimiento rebelde tártaro, si bien existen reportes de “autodefensas”. “No tenemos unidades armadas, ni autodefensas, nada en absoluto”, negó Mirov. El principal objetivo es evitar un baño de sangre, dijo.