Los ajustes en la política cambiaria de Argentina preocupan a Brasil y replantean la necesidad de una agenda “positiva” de integración, destinada a compensar desequilibrios comerciales, en caso de abruptos cambios macroeconómicos que afecten a uno u otro país.
La palabra “incertidumbre” se extendió en la última semana de enero por el Mercado Común del Sur (Mercosur) a raíz de la devaluación de la moneda y la flexibilización del mercado de divisas en Argentina.
El ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, aseguró que la depreciación del peso argentino, y una consecuente disminución de su poder de compra, no impactaría su economía. Pero los especialistas sí temen que afecte sus exportaciones.
La unión aduanera del Mercosur es, indican, el espacio para contrarrestar vaivenes económicos internos de la potencia latinoamericana, en especial Argentina, la segunda economía del bloque, conformado también por Paraguay, Uruguay y Venezuela.
Argentina es el mayor mercado para las exportaciones manufactureras brasileñas, con 20 por ciento de las ventas al exterior de su sector de transformación.
En terminos globales, Argentina fue el tercer destino de las exportaciones brasileñas en 2013, aunque muy detrás de China y Estados Unidos.
“No será sorpresa si este año Brasil registra un déficit en el comercio bilateral con Argentina, lo que no ocurre desde 2003”, dijo a IPS el vicepresidente de la Asociación Brasileña de Comercio Exterior, José Augusto de Castro.
“Es el sector automovilístico el que más sufrirá porque concentraba hasta el año pasado 44 por ciento de las exportaciones brasileñas a Argentina”, detalló.
El gobierno argentino de Cristina Fernández eliminó, desde el lunes 27, la prohibición de adquirir dólares para los ahorristas, en vigor desde 2011, y redujo los impuestos sobre esa operación, aunque mantuvo el requisito de declarar al fisco el origen de los fondos.
La flexibilización del llamado “cepo cambiario” fue adoptada luego que el peso argentino tuvo una devaluación histórica en los útimos 12 años y su valor respecto al dólar cayó en 11 por ciento en un solo día, el viernes 24.
El gobierno explicó que liberó el mercado de divisas al alcanzar la relación con el dólar un nivel adecuado para sus cuentas internas. [pullquote]1[/pullquote]
Pero Castro opinó que estas medidas serán insuficientes para “contener sus importaciones”, lo que forzará al gobierno de Fernández a nuevas decisiones para limitar las compras al exterior.
Ante un ciclo de menor demanda internacional de las materias primas, base de la economía argentina, exportaciones como las de trigo caerán en cantidad y aporte de divisas, explicó. Eso también “obligará” a Buenos Aires a “comprar menos”.
La moneda brasileña, el real, también se depreció en 15 por ciento en 2013 respecto al dólar y podría caer más este año arrastrada por lo que suceda en Argentina. En este país la divisa estadounidense se revalorizó en 60 por ciento respecto del peso oficial el año pasado y en este mes lo hizo en 35 por ciento adicional.
Las pérdidas de Brasil “en el comercio con Argentina serán mayores que los beneficios de la devaluación del real». Argentina representa “pérdidas concretas contra ganancias teóricas de la devaluación del real”, analizó Castro.
“Es malo para Brasil, pero era lo esperado”, acotó a IPS la consultora de la brasileña Confederación Nacional de la Industria, Sandra Ríos.
La también directora del Centro de Estudios de Integración y Desarrollo consideró que la devaluación del real “compensa en parte” las pérdidas de la industria brasileña.
En términos globales el comercio exterior brasileño presentará “en 2014 resultados mejores que los de 2013”, gracias a la devaluación del real, “pero una mejora nada significativa”, reflexionó.
Para Ríos, el Mercosur “ya venía en un deterioro que se agravó”. “No veo mecanismos del bloque para lidiar la situación”. Mientras Argentina trata sus “ajustes domésticos”, los demás socios intentarán mantener sus intereses, sostuvo.
Diego Coatz, economista jefe de la Unión Industrial Argentina, dijo a IPS que todavía es “muy prematuro hacer aseveraciones contundentes” sobre la relación con Brasil. El panorama cambiario argentino es incierto y requiere de nuevas acciones del gobierno, subrayó.
Lo que hubo en Argentina “no fue una depreciación competitiva, que busque generar ventajas en particular en el comercio”, sino “la respuesta a un problema financiero”, aclaró.
Argentina sufre una vertiginosa caída de sus reservas de divisas, de unos 23.000 millones de dólares desde 2011. Eso, sumado a sus dificultades para acceder al crédito internacional tras la cesación de pagos de 2001, obligó al control cambiario en octubre de 2011.
Los efectos en la balanza bilateral “están por verse” y también van a depender “del menor dinamismo de la economía brasileña”, planteó Coatz.
Para el experto argentino, este es el momento oportuno para reflotar “una agenda positiva” en la región. No “competitiva y negativa”, sino de “complementariedad” con énfasis en la “interacción productiva”.
Brasil, con una situación financiera más sólida y mayor respaldo de reservas internacionales que Argentina, “tiene una responsabilidad importante” ante su principal socio comercial, para evitar que a su vez se resienta su economía.
“Fortalecer la demanda a argentina favorece a Brasil”, destacó.
Esa agenda de integración más profunda apuntaría a balancear los desequilibrios comerciales cuando la situación macroeconómica de uno de los miembros del Mercosur pueda afectar la producción del otro.
Los mecanismos de asistencia podrían ser, por ejemplo, financiar grandes obras de impacto en la competitividad del Mercosur, en sectores como infraestructura y transporte, o apoyar a economías latinoamericanas vinculadas al grupo, a través del brasileño Banco Nacional de Desarrollo (BNDES).
También podrían incluirse medidas como préstamos contingentes del gobierno de Brasil para evitar que una crisis cambiaria afecte la compra de sus productos, o una línea de crédito para financiar las adquisiciones por socios del Mercosur.
Una especie de “ayuda al otro para ayudarte a ti mismo” que el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), llamó “generosidad” en términos de cooperación Sur-Sur, que requeriría postergados mecanismos de diálogo y coordinación permanentes.
Para Coatz la coyuntura cambiaria podría ser la oportunidad para impulsar una integración complementaria, a partir del desarrollo productivo de recursos naturales, como hierro y petróleo, o de infraestructura de transporte y energía.
“Eso abre la oportunidad de generar negocios conjuntos a gran escala”, puntualizó.
La integración productiva se ha discutido mucho en el Mercosur, y se intentó principalmente en el sector automotor, recordó Coatz.
Pero Brasil, con el apoyo de BNDES, avanzó más en esa integración con Perú e incluso con Bolivia, Colombia y países de América Central, que con Argentina.
Pasadas las crisis coyunturales, habrá que establecer una explicación sobre los motivos y cambios de rumbos, coincidieron analistas entrevistados en uno y otro país.
Con aportes de Mario Osava desde Río de Janeiro