Carnicería de ataques terroristas traumatiza a personal médico

Enfermeras tratan a un niño herido en el hospital Lady Reading de Peshawar. Crédito: Ashfaq Yusufzai/IPS

El recuerdo de la sangre no abandona a Ajab Gul. “No puedo dormir”, dice el joven de 25 años, que trabaja en un hospital donde se atienden las víctimas del terrorismo en esta ciudad pakistaní fronteriza con Afganistán. El Lady Reading Hospital (LRH) de Peshawar recibe a 98 por ciento de las víctimas de los atentados terroristas en la conflictiva provincia de Jiber Pajtunjwa.

El trabajo de Gul es especialmente difícil. Debe coser y vendar las heridas de los pacientes que ingresan a la unidad de accidentes y emergencias del hospital, uno de los más grandes de este país del sur de Asia.

“Veo imágenes de rostros y cuerpos ensangrentados. Y toda la noche siento en mis oídos los gritos de mujeres, niños y niñas que llegan a recibir tratamiento”, dice Gul a IPS.

La ferocidad y la frecuencia de los ataques suicidas o con bombas en Jiber Pajtunjwa y en las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) están dejando un impacto imborrable en la vida del personal médico, paramédico y de enfermería de la zona.[pullquote]3[/pullquote]

Sus heridas no son visibles, pero sí profundas. “La mayoría desarrollamos problemas psicológicos”, dijo Gul. Peshawar, la capital de Jiber Pajtunjwa, solía ser una ciudad de paz. Pero luego de que el movimiento islamista Talibán fuera derrocado en 2001 en Afganistán, muchos de sus guerrilleros cruzaron a la vecina Pakistán para refugiarse en las zonas fronterizas de las FATA.

El proscrito movimiento talibán pakistaní Tehreek Talibán Pakistán (TTP) ha atacado durante años a objetivos militares y el gobierno, pero también lugares públicos como mercados y escuelas. La policía asegura que al menos 210 atentados perpetrados en Peshawar desde 2005 fueron obra del Talibán.

“El personal de salud trata a las víctimas y ve de cerca las consecuencias traumáticas del terrorismo. Muchos toman antidepresivos, tranquilizantes y pastillas para dormir para evitar las pesadillas”, comenta el profesor Arshad Javaid, director del LRH.

Hay unos 12 grandes hospitales en Jiber Pajtunjwa, donde viven 22 millones de los más de 182 millones de habitantes de Pakistán.Pero la mayoría de las víctimas del terrorismo son atendidas en las 1.650 camas del estatal LRH.

Este centro hospitalario atendió a más de 6.000 víctimas desde 2005, explica Javaid a IPS. “Nuestra misión es reducir la mortalidad de los atentados terroristas”, agrega.

Pero los encuentros cercanos con miembros amputados, rostros ensangrentados,  lágrimas y gritos dejan sus cicatrices.

“En mis sueños sigo viendo los cuerpos carbonizados de los niños”, comenta Rifat Bibi, enfermera de 28 años. “Muchas veces me despierto”. “Te rompe el corazón ver a los niños que sufren o mueren sin tener culpa de nada. Me recuerdan a mis propios hijos, a mis hermanas y a mi madre”, dice.

Algunos no pueden soportar el estrés postraumático. “Una docena de mis colegas de emergencias pidieron que los transfirieran a otros pabellones porque no podían tolerar el estrés”, relata.

Los dos ataques suicidas contra la iglesia de Todos los Santos el 22 de setiembre, que acabaron con la vida de 80 personas, siguen vívidos en los recuerdos de Bibi.[related_articles]

“Una mujer, con la cara cubierta de sangre, lloró tanto sobre los cadáveres de sus dos hermanos menores muertos ese día, que su recuerdo no me deja en paz”, dice Bibi a IPS.

Jauhar Ali es presidente de KP Paramedics, una empresa que opera en varios hospitales de la ciudad. Sus 560 paramédicos brindan servicios de diagnóstico y tratamiento a todo tipo de pacientes. “Pero nuestra prioridad son quienes sufren heridas en atentados con bomba. Debemos detener la hemorragia y vendar”, explicó.

“Incluso cuando no estamos trabajando, las escenas siguen volviendo a tu mente”, dice Ali, que también se encarga de las radiografías.

En 2011 debió asistir a tres niños de primer grado de escuela gravemente heridos. “Me preguntaron quién los había atacado y por qué. No tenía respuesta”. Ahora se preocupa sin cesar por sus propios hijos.

Amjad Ali, psiquiatra de LRH, añade que el personal de la salud también queda expuesto a maltratos de familiares de las víctimas.

El 22 de septiembre «recibimos 233 víctimas en una hora. A todas se les dio tratamiento. Pero algunos familiares furiosos atacaron al personal”, relata. Es frecuente que enfermeras y paramédicos desarrollen problemas de salud mental, agrega.

“Estallan en llanto cuando ven pacientes con dolor. Uno de cada 10 exhibe síntomas de dolencia psicológica. He examinado a decenas de trabajadores de la salud a los que receté antidepresivos y terapia”, sostiene Amjad Ali. “¿Cómo es posible no verse afectado tras ver tantos cuerpos ensangrentados?”, se pregunta.

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