El cambio climático es una suerte de bendición disfrazada para Rosamund Benn y otros agricultores de la región agrícola The Pomeroon, en Guyana.
Ascender en el negocio del coco no le resultó nada fácil a Benn, que durante los últimos 32 años ha trabajado en una plantación de 20 hectáreas en The Pomeroon,
La región limita con el océano Atlántico al norte, con la región de Islas Esequibo-Demerara Occidental al este, con Cuyuni-Mazaruni al sur y con Barima-Waini al oeste. Se caracteriza por grandes ríos, muchas fincas y frutos, especialmente cocos.
El fruto del cocotero permite obtener una amplia variedad de productos: agua, aceite, leche y el coco desecado, que tienen demanda regional e internacional.
Junto con su hija y su esposo, Benn produce aceite de coco virgen desde su hogar. De unos 400 cocos secos se obtienen entre 19 y 23 litros de aceite.
“Es un trabajo duro. Tras recolectar los frutos, los rompemos y extraemos la pulpa, la rallamos y obtenemos la leche. Todo se hace a mano”, dijo Benn, de 48 años, a IPS.
“Con tres personas haciendo ese trabajo solo se puede producir entre 57 y 68 litros de aceite de coco virgen”, explicó.
Benn cree que el cambio climático también ha jugado un rol importante en la cantidad de aceite que puede producir.
“Con el tiempo caluroso y la estación seca, que en Guyana es cada vez más seca, se obtiene mayor rendimiento de los cocos”, señaló.
Según los científicos, el cambio climático es responsable del aumento de las temperaturas del aire y el mar, más sequías, de lluvias más intensas, transformaciones en las estaciones tradicionales y de mayores extremos meteorológicos, entre otros.
Janet Lawrence, una entomóloga jamaiquina que trabaja para el Instituto de Investigación y Desarrollo Agrícola del Caribe, con sede en Trinidad y Tobago, también cree que el calentamiento global puede tener algunos aspectos positivos.
Sin embargo, con las temperaturas más elevadas y mayor sequedad, los agricultores deberían esperar la llegada de muchas más pestes, alertó.
[related_articles]“La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indica que cada año se pierden entre 20 y 40 por ciento de los cocos y otros cultivos por pestes y enfermedades”, dijo a IPS.
Pamella Thomas, una campesina de Antigua y Barbuda que integra la Red de Agricultores Caribeños (CaFAN), señaló a IPS que, aunque los miembros de su asociación están listos para afrontar los impactos del cambio climático, la mayoría de los productores rurales son ancianos y “es un poco más difícil educarlos”.
Por tanto, la CaFAN se ha embarcado en una campaña para dar participación a los agricultores más jóvenes.
“También tenemos acciones educativas, porque la gente sabe que el cambio climático está ocurriendo, pero necesita comprender su dinámica, y eso requiere educación”, expresó.
Aunque en las escuelas de Antigua se enseña ciencia agrícola, es necesario modernizar toda el área de estudio, observó.
“Se enseña el aspecto práctico, pero lo triste es que todavía se usan métodos antiguos. No se capacita considerando el cambio climático o la agricultura protegida”, dijo a IPS.
Vilma Da Silva es una pequeña productora de agua de coco que también vive en The Pomeroon. Se dedica a la agricultura desde hace más de 33 años y lamenta la falta de apoyo y reconocimiento a las mujeres que practican esta actividad.
“La agricultura es un trabajo duro, y las autoridades tienen que trabajar con los cultivadores y alentarlos a permanecer en la tierra», dijo Da Silva a IPS.
“Cuando eres una recolectora de cocos se te debe reconocer que estás haciendo un excelente trabajo y que eres necesaria”, sostuvo.
En el Caribe hay además otros desafíos: drenaje deficiente, altos costos de producción, falta de mercados redituables y pocas opciones de manufactura y procesamiento.
Da Silva cree que hay potencial para producir grandes volúmenes de cocos y sus derivados.
“No usamos ningún fertilizante y producimos mucho. No tenemos pestes ni enfermedades. Así que The Pomeroon puede sostenerse por sí mismo para obtener aceite de coco virgen y agua de coco”, dijo a IPS.
Las agricultoras de la zona crearon la Asociación de Mujeres Agroprocesadoras de The Pomeroon, de la cual Da Silva es cofundadora.
Gracias al trabajo de la Asociación en el procesamiento del fruto, se transformó la calidad de vida de sus integrantes y, en general, de las mujeres de la comunidad, pues se les dio la oportunidad de manejar su negocio y de generar un ingreso.
Benn dijo que su lista de sueños incluye mercados seguros, su propia fábrica y expandir la producción de aceite de coco virgen con fines comerciales.
“The Pomeroon tiene una gran variedad de cocos”, destacó a IPS.
En Guyana, el coco es el tercer producto con más superficie cultivada, después del arroz y el azúcar. Se estima que hay 24.000 hectáreas del fruto en todo el país, con una producción anual promedio de entre 90 y 100 millones de unidades.
“Las mujeres estábamos en el hogar, a menudo con grandes familias, y necesitábamos estar ocupadas para mantenernos a nosotras mismas. Ahora lo logramos”, dijo Benn.