Iniciativa privada se abre camino en la basura de Cuba

Un hombre descarga latas vacías de refresco en la cooperativa de San José de las Lajas, en la provincia Mayabeque. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS.

La iniciativa privada en la Cuba socialista y de economía centralizada se está haciendo un lugar en un rubro impensado: la recolección y reciclaje de basura. Para muchos es un medio de subsistencia, otros han encontrado una mina de oro.


Para «Pitusa», los desechos que botan los habitantes de La Habana son fuente inagotable de recursos útiles. «No desperdicio nada, recojo, selecciono, limpio y guardo para cuando me haga falta», dice este hombre que lo mismo recompone una ventana que fabrica un mueble «multifuncional».

«Tengo  43 años y desde hace 19 trabajo en el reciclaje», añade a Tierramérica, tras pedir que se lo identifique como Pitusa, porque no tiene licencia de cuentapropista. «Hago tantas cosas que no sabría cómo registrarme y pagar impuestos», se justifica.

En la basura hay muebles rotos, botellas, cristales, tubos plásticos o de hierro, carretes de pesca, sillones, puertas o ventanas viejas.»Nada es inservible, aunque lograr un mueble nuevo de un ‘tareco’ (utensilio en desuso de poco valor) no es fácil. Para mí es algo artístico darle un uso a aquello que fue abandonado y nadie le hace caso», comenta con un dejo de orgullo.

Pitusa es un «buzo», el nombre local del eterno oficio de encontrar en la basura algo que sirva para ganarse unos pesos.

«En este momento hay 5.800 recuperadores con licencia de cuentapropistas, pero sabemos que son muchos más que no se han inscrito”, dice Marilyn Ramos, la vicedirectora general de la Unión de Empresas de Recuperación de Materias Primas, la entidad estatal que se ocupa de reciclar desechos.

Odilia Ferro se dedica «legalmente» a recoger y vender desechos reciclables desde hace unos 10 años en San José de las Lajas, cabecera municipal de Mayabeque, provincia vecina de La Habana. “A veces salgo a la calle a buscar yo misma, pero como la gente ya sabe que trabajo en esto vienen a mi casa a venderme”, cuenta a Tierramérica.

[related_articles]Ella compra aluminio, bronce, acero, plástico y botellas de ron y cerveza. Hasta julio los vendía a la empresa estatal de recuperación de Mayabeque, convertida entonces en cooperativa de nueve integrantes, cuatro de ellas mujeres.

«Lo bueno es que ahora siempre hay dinero para comprar lo que una trae, y en efectivo», comenta Ferro.

En este país de régimen socialista, las cooperativas estuvieron restringidas por muchos años a la agropecuaria. A mediados de año, el gobierno de Raúl Castro les abrió otros espacios como parte de las reformas para crear un «socialismo próspero y sustentable».

En las primeras 124 que se crearon, hay dos dedicadas a recuperar materiales desechados.

La intención del gobierno es que en cada uno de los 168 municipios cubanos haya una cooperativa de recuperación de desechos.

Ramos admite que la empresa estatal no tiene condiciones para llegar hasta la puerta de cada hogar que genera esta basura. Eso le queda al incipiente sector privado, mientras el Estado se reserva las grandes fuentes de desechos recuperables, indica en entrevista con Tierramérica.

Más allá de los prejuicios, la contadora Eida Pérez, de 39 años, encontró un filón en la recuperación de basura. La cooperativa que dirige logró en dos meses utilidades equivalentes a 14.750 dólares. En Cuba, el salario medio ronda los 19 dólares.

«Tres años atrás no nos imaginamos que esto podía suceder», asegura. Pérez se encamina así a la autonomía laboral superando temores y lastres de un pasado reciente en el que solo se hacía lo orientado «desde arriba», apunta.

«Hemos aumentado los productos recuperados… Ahora nos consideramos más eficientes y en ventaja con las empresas estatales, porque no estoy frenada», describe. «Operamos en efectivo, podemos pagar más si el producto lo amerita, arrendar nuestros camiones y contratar los servicios de cuentapropistas».

«A todos los productos que compramos les sacamos 50 por ciento» de diferencia, agrega Pérez. Sus socias y socios, que la eligieron presidenta, esperan llegar a fin de año con un buen margen de utilidades, pero en estos dos meses ya pudieron pagar el préstamo inicial, sin intereses, un monto equivalente a 5.400 dólares.

Al comienzo, la mayoría de estas nuevas cooperativas se crearon por iniciativa estatal, entregando la operación de una actividad que hacía el Estado a los empleados.

«Es un mal arranque, porque un principio básico de estas formas de gestión empresarial es la voluntad individual», comenta a Tierramérica un economista que pide no ser identificado.

Pero para Ramos «el beneficio es doble. Aumentamos la recuperación de residuos reciclables y evitamos que vayan a dar al vertedero, o sea que también hay un impacto ambiental».

En este país funcionan 986 vertederos que en 2012 recibieron algo más de 5,33 millones de toneladas de basura, según la Oficina Nacional de Estadística e Información.

El año pasado se recuperaron alrededor de 420.000 toneladas de desechos: acero, hierro fundido, plomo, bronce, aluminio, papel, cartón, desperdicios de plástico y textiles, chatarra electrónica y envases de vidrio.

Esos productos se exportaron o se vendieron a industrias nacionales: siderúrgica, fábrica de cables y empresa de papel y cartón.

Si esas industrias hubieran tenido que importar esos insumos, el país habría pagado 120 millones de dólares, según Ramos.»Queremos industrializar cada vez más este trabajo y aumentar el valor agregado de los productos reciclados».

La Unión estatal de reciclaje quiere propiciar cooperativas provinciales que se encarguen de procesar “al menos de forma sencilla” los residuos que obtengan. Hoy funcionan solo dos plantas separadoras de basura.

Lo ideal, admite Ramos, sería que los hogares clasificaran la basura. Pero ese sueño, que requiere fuertes inversiones, está lejos para Cuba.

 

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