Como barquitos de papel en la tormenta

Una vendedora ofrece sus productos en un mercado de Dominica. Crédito: Desmond Brown/IPS.

Malcolm Wallace siempre supo cuál sería su destino. A los 19 años construyó su propio invernadero en la finca de su padre en Dominica, y allí plantó lechugas, pimientos dulces, tomates y pepinos.

“Era una actividad muy lucrativa y realmente gané dinero”, relata Wallace, hoy científico del Instituto de Investigación y Desarrollo Agrícola del Caribe, con sede en Trinidad y Tobago.

“La motivación era financiera. Uno hace cosas y ve que realmente está haciendo dinero, y es capaz de mantener a su familia y de divertirse un poco. ¿Qué joven no quiere eso?”, dice a IPS.

Los gobiernos caribeños intentan atraer a los jóvenes a la agricultura desde hace tiempo. La Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS) ha declarado los sectores agrícola y turístico como “pilares del desarrollo de la región”.

[pullquote]3[/pullquote]Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, Montserrat, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas son los nueve miembros activos de la OECS. Anguila y las británicas Islas Vírgenes son países asociados.

La OECS pone el acento en esos dos rubros para crear una base económica sólida, mejorar la calidad de vida de la población, brindar empleo y reducir la pobreza, explica Samuel Carrette, secretario permanente del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de Dominica.

Pero es lamentable que tanto la agricultura como el turismo estén seriamente amenazados por el cambio climático, apunta.

“Hay muchos invernaderos afectados, arrasados por huracanes o vientos fuertes. También tenemos cultivos inundados y el acceso a las rutas bloqueado o inexistente”, dice Carrette a IPS.

En cuanto al turismo, “la variabilidad meteorológica nos plantea un desafío muy serio para programar actividades”, señala.

En 2011, Dominica experimentó las peores inundaciones de su historia, tras casi un año de sequía, entre 2009 y 2010, que dañó mucho al sector agrícola.

En 2008, el huracán Omar destruyó la industria pesquera de la isla.

“El gobierno tuvo que conseguir fondos para reconstruir la industria y entregar a los pescadores las artes de pesca que necesitaban”, afirma Carrette.

Los países del bloque tienen recursos naturales, físicos y financieros muy limitados y economías y mercados pequeños.

Ignatius Jean, representante del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Jamaica y exministro de Agricultura de Santa Lucía, dice a IPS que “la seguridad alimentaria es la seguridad nacional”.

Parte del mandato del IICA es apoyar a los Estados miembros en el manejo de los recursos naturales y la adaptación al cambio climático. También se trabaja para hacer visibles los vínculos entre agricultura y turismo.

La situación actual requiere «un enfoque multidisciplinario» para evaluar los impactos del cambio climático y trazar estrategias de mitigación y adaptación, indica.

“No podemos escapar de nuestro territorio. Tenemos que aprender a vivir en él. De eso se trata la adaptación”, dice Jean.

El IICA está ejecutando programas para ayudar a que las estrategias de desarrollo agrícola de Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Dominica y  República Dominicana sean a prueba de clima.

Keith Nicholls, experto del Centro de Cambio Climático de la Comunidad del Caribe, cree que el recalentamiento planetario perjudicará los nichos del mercado turístico de la región.

Por ejemplo, el aumento de las marejadas afecta la práctica del buceo, en particular en los arrecifes coralinos, dice Nicholls a IPS.

“En definitiva, si los corales sufren, la pérdida de biodiversidad representa una pérdida de las ventajas competitivas del turismo”, señala.

La severidad cada vez mayor de tormentas y huracanes también ahuyentará a los visitantes, sostiene Nicholls. Los turistas no van a una región que se considera insegura, sobre todo considerando lo vulnerables que son a las marejadas los centros hoteleros en las playas.

“Los turistas vienen aquí buscando sol y mar. Esas propiedades pierden su atractivo por la erosión de la costa”, dice Nicholls.

“La sequía extrema determina que no tengamos agua, y la industria turística depende en gran medida de los recursos hídricos. Si los turistas no tienen agua en tu país, irán a buscarla a otra parte”, plantea.

A Nicholls no le preocupa solo la falta de agua, sino también su abundancia.

“Si llueve en la temporada seca y todo el tiempo, tampoco querremos venir a semejante lugar”, dice.

Carrette señala que su país, Dominica, padece una meteorología “muy errática».

«Dominica se ubica exactamente en la ruta de los huracanes, expuesta a las condiciones desfavorables de los sistemas de vientos tropicales», explicó.

La mayoría de las Islas de Barlovento están abandonando su dependencia de la industria bananera e intentan diversificar sus economías, pero las condiciones meteorológicas son obstáculos mayores para lograrlo, indica.

[related_articles]“Como pequeños estados insulares en desarrollo, con cada paso que damos hacia adelante probablemente demos dos hacia atrás, porque todo el tiempo tenemos que reconstruir carreteras y malecones, rehabilitar caminos secundarios para la agricultura y reprogramar actividades turísticas”, dice Carrette a IPS.

“Debemos entender que el dinero para rehabilitación y restauración del sustento humano no está disponible aquí, en nuestro propio presupuesto, y no tenemos suficientes reservas a las que echar mano”, describe. Entonces hay que pedir prestado.

Randolph Cato, director de asuntos económicos de la secretaría de la OECS, estima que el costo total del cambio climático para la industria turística del bloque puede llegar a 12.000 millones de dólares en los próximos 40 años.

“Debemos hacer algo al respecto”, alerta. “Adaptarnos al cambio climático costará menos que pagar sus daños potenciales”.

 

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