La gigantesca central hidroeléctrica de Itaipú, compartida por Brasil y Paraguay, se está volviendo también referencia en una fuente de energía a microescala que no solo es limpia, sino que higieniza el ambiente y promueve el desarrollo local, el biogás.
Evitar la contaminación del embalse por residuos orgánicos para preservar la eficiencia generadora de la central es el objetivo primordial de Itaipú, cuyo principal programa socioambiental, Cultivando Agua Buena, comprende 65 acciones de protección de la cuenca del río Paraná III, el área afectada por la represa del lado brasileño, en el oeste del estado de Paraná.
El biogás, que se obtiene a partir de excrementos animales, cumple esa función de saneamiento. Pero también reduce la emisión de gases de efecto invernadero y suma una fuente de ingresos para los agricultores locales, resume Cícero Bley, superintendente de Energías Renovables de Itaipú Binacional, en diálogo con Tierramérica.
La perspectiva de incorporar el negocio energético a su actividad agropecuaria alienta a Gedson Vargas, cuyo entusiasmo debe haber sido decisivo para su ascenso a la presidencia de la cooperativa Coperbiogás, aunque fuera casi un recién llegado entre pobladores tradicionales del valle del río Ajuricaba, buena parte de ellos descendientes de inmigrantes alemanes.
A los 51 años, y con tres hijos jóvenes, en 2007 realizó su sueño al adquirir allí 17 hectáreas por el equivalente a unos 100.000 dólares. “Siempre fui campesino”, asegura, pero soportó cinco años como revendedor de leche en la ciudad, para acumular ahorros que le permitieran comprar el pequeño predio.
“Empecé con 12 vacas prestadas, pero crecí y tengo hoy 40, más 12 becerras”, cuenta a Tierramérica. Con eso, produce harto biogás para el consumo doméstico y excedentes. Pero lo limita el pequeño biodigestor de solo 10 metros cúbicos. Espera obtener otro más grande a través de Itaipú, que podría ser uno abandonado por una vecina.
“Da mucho trabajo, pero antes era igual, pues teníamos que limpiar los excrementos del establo”, compara. Ahora hay beneficios ambientales, se fueron el mal olor y los mosquitos, y el río y una laguna cercana están limpios.
Además, después de que se extrae el biogás, los restos de los excrementos sirven como biofertilizante, “que mejora los pastizales y es gratis”, celebra. Se ahorra así unos 150 dólares mensuales de fertilizantes químicos.
Vargas siembra solamente maíz, en 10 hectáreas, y aprovecha todo, grano, paja y tallo, para almacenarlo y alimentar a sus vacas en el invierno austral. La compra de un tractor es prueba de que el negocio va bien.
Los percances de la cooperativa no le quitan el buen ánimo. Todo empezó en 2009 con el Condominio de Agroenergía para la Agricultura Familiar de la Cuenca del Río Ajuricaba, luego formalizado como Coperbiogás. Eran 41 familias, pero ocho desistieron o dejaron el valle.
[related_articles]Hace más de un año está todo listo para generar electricidad en la microcentral termoeléctrica de biogás, construida con donaciones de Itaipú en terreno cedido por la alcaldía del municipio Marechal Cândido Rondon. La venta de electricidad representará ingresos adicionales para los 33 socios de la cooperativa.
La microcentral ya cuenta con insumos de los biodigestores familiares conectados por tuberías, pero su operación espera una decisión de la Compañía Paranaense de Energía (Copel), empresa pública y estadual que compraría la electricidad para distribución.
Una alternativa es la venta directa a la Cooperativa Agroindustrial Copagril, de Marechal Rondon, que manifestó interés.
Pero el “pulmón”, un gran balón de plástico que almacena el biogás en la microcentral, ya tiene agujeros, denunciados por el mal olor. Será necesario sustituirlo por uno más resistente y más grande.
Además, habría que instalar 1.200 metros de tuberías y asegurar un abastecimiento regular con existencias de reserva. Las inversiones indispensables superan la capacidad de la cooperativa, reconoce Vargas.
Los técnicos de Itaipú estiman que los cooperativistas poseen un rebaño de 1.000 vacunos y 3.000 porcinos, lo que implica 15.800 metros cúbicos de excremento al año que pueden generar 266.600 metros cúbicos de biogás y 445.000 kilovatios/hora de electricidad, suficiente para abastecer 2.200 residencias.
Por ahora, Coperbiogás ofrece servicios de un pequeño secador de granos, que usa el biogás para generar flujos de aire caliente.[pullquote]3[/pullquote]
La iniciativa de Ajuricaba es clave como modelo para los agricultores familiares, que solo en grupo pueden viabilizar un emprendimiento energético. La empresa energética estatal de Uruguay, por ejemplo, ya decidió llevarlo a su país.
La experiencia podría diseminarse en el mismo oeste de Paraná, donde 80 por ciento de las propiedades rurales tienen menos de 50 hectáreas, hay 26.000 agricultores familiares y una gran producción agroindustrial de bovinos, suinos y aves, señala Bley, un agrónomo y reconocido experto en energías alternativas.
Pero la pionera en producción comercial de biogás es una empresa mediana. La Granja Colombari, con cerca de 4.000 puercos en el municipio São Miguel do Iguaçu, vende electricidad de biogás a la Copel desde 2009.
Están en marcha otros proyectos de termoeléctricas a biogás, como el de una hacienda lechera y tres de una gran cooperativa agrícola-comercial.
Brasil vivió más de cuatro décadas de concentración eléctrica, de la que Itaipú es un ejemplo, en busca de mayor eficiencia, pero el modelo se agotó y debe incorporar la generación distribuida y descentralizada, dando un papel importante a los microgeneradores que, además de energía, producen desarrollo local y mejoras ambientales, arguye Bley.
La opción de Itaipú por ese camino “no es por una aventura publicitaria, sino por una decisión profunda”, afirma. Por eso se creó el año pasado, junto con la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), el Centro Internacional de Energías Renovables, el primero del mundo con énfasis en biogás, bajo dirección la general de Bley.
La actividad rural gana dinamismo con los ingresos energéticos y con la “economía del biogás”, su cadena de suministros, servicios y conocimientos, pero también el saneamiento urbano puede aprovechar el agua servida, gran fuente de gases, acota.
Ajuricaba, por ejemplo, impulsó una pequeña industria local. Sus biodigestores azules y “pulmones” negros, visibles junto a los establos, son fabricados por BioKohler, empresa incubada por Itaipú.
Los nuevos empresarios iniciaron sus innovaciones hace 10 años en la propiedad del padre, pequeño productor de leche en el mismo municipio de Marechal Rondon, dice Paulo Kohler a Tierramérica. Hicieron unos biodigestores de plástico y luego su hermano Pedro inventó los de fibra de vidrio, presentes en Ajuricaba en tres tamaños, de 10 a 40 metros cúbicos.
Ahora se dedican a hacerlos de hormigón, mayores y más caros, a adaptar fogones para el biogás y a mejorar “pulmones”. “Estamos solo sobreviviendo”, pero el mercado de biogás es prometedor, sostiene Paulo.
Este artículo fue publicado originalmente el 31 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.