Cuando transcurre el tercer año después del derrocamiento del dictador Zine El Abidine Ben Ali, la verdadera democracia todavía es una obra en construcción en Túnez.
“La libertad es una decisión, pero la democracia es un proceso de transformaciones”, dijo a IPS el director de programas del Centro Al Kawakibi para la Transición Democrática, Amine Ghali.
“Hasta ahora, nuestras expectativas sobre la vida luego de la revolución no se han cumplido”, agregó.
“Atravesamos una importante transformación inmediatamente después de la revolución que condujo a las elecciones en octubre de 2011. Sin embargo, desde entonces hubo una falta de cumplimiento de los procesos democráticos, incluida la justicia transicional, la independencia del Poder Judicial, la mejora de la economía y la lucha contra la corrupción”, cuestionó Al Kawakibi.
“Necesitamos fijarnos fechas. No podemos permanecer indefinidamente en la transición”, planteó.
La lucha por la democracia tiene lugar en medio de los problemas económicos de Túnez. “Padecemos inflación, depreciación del dinar y una caída del poder adquisitivo”, dijo Ghali.
“Las personas no pueden comer la Constitución, beber las elecciones o comprar libertad de prensa. Necesitan alimentos para sus hijos, educación y transporte barato”, añadió.
A pesar de estos problemas, la transición hacia la democracia en Túnez ha sido relativamente exitosa. A diferencia de las prolongadas y sangrientas revoluciones en Libia o Siria, la partida de Ben Ali fue más rápida y más pacífica.
Túnez también ha evitado muchas de las dificultades que afrontó Egipto, donde el creciente resentimiento contra el gobierno posterior a la revolución derivó en protestas y episodios de violencia.
Las elecciones democráticas en Túnez, evaluadas como libres y limpias, se realizaron apenas 10 meses después de que Ben Ali huyó del país, e hicieron que el gobierno del partido islámico moderado Ennahda, que obtuvo la mayoría de los votos, liderara una coalición.
Sin embargo, el gobierno de transición afrontó grandes desafíos. Ben Ali se fue de Túnez apenas un mes después de iniciada la revolución, sin dejar ninguna chance para un traspaso de poder cuidadosamente planeado. Décadas de dictadura significaron que muchas instituciones estatales fueran corruptas, y hubo que desmantelar un brutal servicio de seguridad.
[related_articles]Además, la fuerte represión política y las persecuciones implicaron que no hubiera ninguna oposición significativa que estuviera lista para asumir el poder. Los políticos que habían languidecido en las prisiones de Ben Ali carecían de la experiencia política y de las necesarias habilidades de gobierno.
Osama Al Saghir, integrante del partido Ennahda y de la Asamblea Constituyente, admitió que esto puede haber contribuido a algunas de las dificultades enfrentadas por el gobierno. Sin embargo, dijo a IPS: “Lo que intentamos hacer es tener ‘un funcionamiento limpio’ y aprender a liderar este país”.
“Los tunecinos prefieren tener un gobierno que está aprendiendo que tener políticos que están robando y están involucrados en hechos de corrupción, que los ponen en prisión, los torturan y les niegan sus derechos. Hoy es muy diferente del primer día en el gobierno, y mañana será aún mejor”, sostuvo.
Pero la población está cada vez más impaciente por un cambio. Había expectativa de que la nueva Constitución estuviera escrita en el plazo de un año luego de las elecciones, pero esta fecha pasó hace muchos meses. La consulta abierta y los debates sobre su redacción han contribuido a prolongar el proceso, pero algunos sospechan que hay otros motivos para el retraso.
“Es una táctica”, dijo Ghali. “La popularidad de Ennahda estaba cayendo hace cuatro o cinco meses, y puede haber mejorado levemente ahora. La demora en finalizar la Constitución, lo que debe preceder a las elecciones, les dará tiempo para recuperar su popularidad”.
En las calles de Túnez, algunos tienen otras ideas. “El retraso en la nueva Constitución tiene que ver con dinero”, opinó el taxista Mekni Abdesatta. “Los diputados cobran un buen salario, así que quieren mantener el proceso en marcha por tres o cuatro años y continuar recibiendo el dinero”.
Saghir, sin embargo, planteó que “estos argumentos no son ciertos”.
“Queremos una gran Constitución, así que no tenemos un plazo estricto. Hasta ahora hemos elaborado cuatro borradores y ahora estamos por empezar la versión final”, dijo.
“Tenemos un diálogo abierto con políticos de partidos electos y no electos, de expertos nacionales e internacionales, de la sociedad civil y de ciudadanos de todas las regiones, y es por esto que el proceso ha insumido algún tiempo. No queremos estar en una situación como la de Egipto, donde se apresuraron a hacer la Constitución y ahora ya están hablando de volverla a cambiar”, declaró Saghir.
Aparte de la Constitución, una de las preocupaciones más acuciantes en el nuevo Túnez democrático es la reforma judicial. El gobierno está en proceso de establecer la Alta Comisión de los Magistrados, que separará claramente a los poderes Ejecutivo y Judicial. Pero, mientras, varios casos de alto perfil ponen de relieve las sentencias aparentemente artitrarias que se emiten actualmente.
En junio, un rapero tunecino fue condenado a dos años de prisión por escribir e interpretar una canción que insultaba a la policía.
Tres activistas europeas de la organización feminista Femen fueron sentenciadas a cuatro meses de prisión por llevar a cabo una protesta semidesnudas frente al Palacio de Justicia. Tras una apelación, esta última sentencia fue revocada.
En contraste con estos casos, a los 20 hombres acusados de atentar contra la Embajada de Estados Unidos en Túnez en 2012 se les suspendieron sus sentencias a prisión.
“Estos fallos se hacen debido a la presión. El gobierno quiere meter mano en el sistema judicial”, dijo a IPS el abogado izquierdista Mehdi Zaoui, activista por la democracia.
“El anterior ministro de Justicia destituyó el año pasado a 82 jueces (que estaban bajo sospecha de corrupción). Pienso que este fue un mensaje claro a los otros magistrados: ‘Si no quieres seguir instrucciones, te echarán’”, señaló.
Es probable que en el período previo a las elecciones la atmósfera se tense más. En los últimos días hubo un acalorado debate sobre una ley propuesta para la “inmunización de la revolución”. Según el gobierno, esta legislación impedirá que exmiembros del gobierno de Ben Ali y de su partido político, así como otros asociados, se postulen como candidatos en los comicios.
La oposición sostiene que la ley puede afectar a unas 60.000 personas y que es una manera para que el gobierno bloquee a sus opositores políticos. Este debate es particularmente sensible, ddo que los tunecinos todavía no se han recuperado del impacto que les produjo el asesinato de Chokri Belaid, un líder de la oposición a quien mataron a tiros en febrero, en lo que se señala como un ataque motivado políticamente.