Meteorólogo de larga trayectoria, José Rubiera prefiere hablar de “perspectivas” en vez de pronósticos ante esta nueva temporada de huracanes en la región caribeña. Su apuesta pasa por la reducción de vulnerabilidades y una buena preparación de las personas, al margen de vaticinios.
Expertos del Instituto de Meteorología de Cuba prevén para el período que va del 1 de junio al 30 de noviembre la formación de 17 tormentas tropicales, nueve de las cuales podrían alcanzar la categoría de huracanes en toda el área norte del océano Atlántico, que incluye el Golfo de México y el mar Caribe. Uno de esos organismos podría impactar en Cuba.
Rubiera, director del Departamento de Pronósticos del Instituto de Meteorología, comienza la entrevista con IPS aclarando que se trata de un área muy grande, en la que una ciudad cualquiera, como la propia La Habana, cabe millones de veces, porque “son punticos en el mapa”. No es posible saber con tanta antelación por dónde va a cruzar un huracán.
“La perspectiva de una temporada activa solo quiere decir que las condiciones meteorológicas generales (…) son conducentes a que pueda haber una generación mayor que en un año normal”, sostiene el también vicepresidente del Comité de Huracanes de la Región Cuarta de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
IPS: La temporada ciclónica de 2012 fue activa. Después de tres años de calma para Cuba, pasó Sandy por la región oriental, causando estragos y tomando por sorpresa a muchos de sus habitantes. ¿Por qué?
JOSÉ RUBIERA: Hubo varios factores. En primer lugar, por Santiago de Cuba habían pasado hasta entonces solamente dos huracanes, ninguno de gran intensidad, y sus trayectorias fueron de este a oeste. Son los casos de Ella en 1958 e Inez en 1966.
[related_articles]Sandy fue el primero que azotó a la provincia de Santiago de Cuba, y con trayectoria de sur a norte. Su centro tocó tierra en la madrugada del 25 de octubre, cerca de playa Mar Verde, al oeste de la urbe santiaguera.
Por lo tanto, el anillo de vientos máximos de Sandy cruzó la ciudad de Santiago de Cuba, cuya topografía es montañosa y tiene edificios con una gran concentración de personas. Sus habitantes no tenían la visión histórica de lo que era en realidad un huracán.
IPS: ¿Sandy dejó alguna lección a Cuba?
JR: Yo creo que sí. La lección que deja Sandy es que todo huracán es peligroso y que no se deben menospreciar los efectos que pueda ocasionar. También que toda gran ciudad tiene que estar preparada, puesto que presenta una mayor vulnerabilidad que cuando se trata de poblaciones aisladas o más pequeñas.
En áreas del país que no sufren estos eventos con frecuencia o gran intensidad hay que reforzar la educación y elevar la percepción del riesgo.
IPS: ¿Qué condiciones propiciaron este tipo de huracán tan intenso y devastador?
JR: Yo no diría que fue muy intenso. Al llegar a Cuba ya era categoría tres. Sí hablaría de su rápida intensificación, que no es lo mismo.
Desde que Sandy se hizo huracán categoría uno, al sur y próximo a Jamaica, hasta que llegó a la costa de Santiago de Cuba mediaron 17 horas. En ese lapso fue de categoría uno a tres.
¿Por qué razón? Bueno, allí había condiciones extremadamente favorables para ese desarrollo. La temperatura del mar era altísima, de 31 grados, y en la atmósfera superior había condiciones que propiciaban una gran inestabilidad atmosférica.
IPS: ¿Ese fenómeno es nuevo?
JR: En los últimos huracanes de este comienzo de siglo XXI, estamos acostumbrados a ver casos de rápida intensificación como el Wilma, que en su tránsito por el mar Caribe, en octubre de 2005, pasó de categoría uno a cinco en 18 horas.
Esa es una manifestación de que estamos viviendo una época en la que la temperatura del mar crece y las condiciones de la atmosfera superior propician la intensificación. Estos casos son ahora un poco más frecuentes, quiere decir que algo está cambiando.
IPS: Parece haber consenso en que el cambio climático no es causante de más huracanes, pero sí de que estos sistemas aumentarían su intensidad. ¿Cuál es su opinión al respecto?
JR: Exacto. Aunque el huracán es un fenómeno de escala muy pequeña, comparable con los modelos que se usan para la estimación del cambio climático, hay determinados elementos que parecen apuntar a que el número no será mayor, quizás sea igual o incluso pudiera ser menor. Pero la intensidad de estos sistemas será mayor, lo mismo que los niveles de pluviosidad hacia 2100.
Ese es el consenso del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de especialistas en ciclones tropicales que han discutido el asunto. Yo concuerdo con esa apreciación.
IPS: ¿Qué desafíos impone el cambio climático a la meteorología?
JR: El cambio climático impone retos en muchos aspectos. Para la meteorología, el desafío mayor es poder saber con la mayor exactitud posible qué va a pasar. Eso no es posible en el momento actual. Hay un factor de incertidumbre, pero que está acotado. Puede haber un grado de temperatura por encima de lo normal, y hasta cuatro grados.
Es decir, hay cosas ciertas. Si se siguen emitiendo gases de efecto invernadero, la temperatura va a subir, pero ¿cuánto? Ahí está el factor de incertidumbre que depende mucho de los modelos. Ese es uno de los retos, poder conocer en cierta medida qué va a ocurrir en el futuro.
IPS: ¿Cómo es la relación de los servicios meteorológicos de Cuba con los de Estados Unidos?
JR: Entre los especialistas estadounidenses y cubanos hay muy buenas relaciones. Ellos han estado aquí, nosotros hemos estado allá. Existe un intercambio muy fluido.
El gobierno cubano autoriza el vuelo por nuestro territorio de sus aviones caza huracanes cuando se solicita por los canales diplomáticos establecidos. Nunca ha habido dificultades en ese sentido.