La llegada del monzón a Sri Lanka es siempre un evento muy esperado. Hay algo extrañamente cautivante en esas escenas de grandes nubarrones, lluvias intensas y árboles sacudidos, que seduce hasta a los más indiferentes.
Las lluvias monzónicas ahora llegan a Sri Lanka generalmente en breves ráfagas, que duran unos 15 minutos, acompañadas por truenos.
Puede que el día esté sereno y soleado, y que al minuto siguiente fuertes vientos azoten peligrosamente las palmeras y se desate una tormenta.
Las ráfagas de lluvia son comunes en las planicies occidentales. Pero cuando la tormenta se hace más larga, la belleza del fenómeno desaparece y surge el temor. Las ciudades y aldeas se inundan, las calles se saturan y miles de personas quedan varadas, a veces por días.
Esta nación insular de Asia meridional ya se enfrentó a este escenario a comienzos de año, cuando el ciclón Mahasen azotó su costa oriental, dejando a ocho personas muertas, más de 100.000 desplazadas y más de 2.000 infraestructuras destruidas.
Nadie ha podido borrar de su memoria el tsunami de diciembre de 2004, que dejó 35.000 muertos y cerca de un millón de desplazados.[related_articles]
Esa tragedia obligó al gobierno a adoptar un sistema de alerta temprana y programas de mitigación de desastres.
“Estamos acostumbrados a los monzones y a los ciclones ahora. Estamos mejor preparados que antes”, dijo a IPS el subdirector del Centro de Manejo de Desastres, Sarath Lal Kumara.
El Centro fue creado en agosto de 2005 como punto nodal para las operaciones del Consejo Nacional para el Manejo de Desastres, que luego se convertiría en el Ministerio de Manejo de Desastres y Derechos Humanos.
Cada una de las más de 300 divisiones secretariales de Sri Lanka tiene su propio comité de manejo de desastres, con presupuesto para emergencias. Los fondos son provistos por Colombo.
El Centro, a su vez, cuenta con sus propias unidades en cada uno de los 25 distritos de las nueve provincias del país. Sus actividades son coordinadas también desde el gobierno central, aunque cada unidad cuenta con su propio jefe.
“Tienen su base en las regiones para que podemos tomar rápidas decisiones sin tener que ir y venir”, explicó Kumara.
A las unidades se les suministran además recursos para difundir alertas tempranas y coordinar tareas iniciales de rescate y ayuda, explicó.
Otras organizaciones no gubernamentales también actualizaron sus propias herramientas de alerta temprana.
La Sociedad de la Cruz Roja de Sri Lanka, por ejemplo, cuenta con unidades de manejo de desastres en cada distrito, y sistemáticamente moviliza a miles de voluntarios en esfuerzos de advertencia y ayuda.
El personal y los voluntarios participan regularmente en cursos sobre preparación ante desastres, que resultaron especialmente útiles cuando el ciclón Mahasen azotó el país.
“Creo que estamos en una mejor posición para afrontar los desastres naturales”, dijo a IPS Bob McKerrow, jefe de una delegación de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC).
Expertos advierten que toda la región de Asia meridional sufrirá eventos climáticos extremos, y por tanto debe estar preparada.
Más de 25 millones de personas fueron desplazadas en la región entre 2011 y 2012 por desastres naturales, según el Centro de Vigilancia del Desplazamiento Interno, con sede en Ginebra.
Millones de personas están en situación de riesgo en Asia meridional frente a eventos climáticos extremos, dijo a IPS el director de la división de género, reducción de pobreza y desarrollo social del Banco Asiático de Desarrollo, Bart Édes.
“Además de ser vulnerables a ciclones, inundaciones y sequías, los que viven en las costas de Asia meridional se enfrentan a un paulatino amento del nivel del mar”, alertó.
Frente a un desastre, que a veces afecta a millones de personas, los ya limitados servicios de agua, salud, educación e infraestructura pueden colapsar, añadió Édes.
“El desplazamiento ambiental está exacerbando la tendencia a la urbanización que se constata en toda Asia meridional”, explicó a IPS.
“La infraestructura física y social de muchas ciudades ya está al límite de su capacidad”. Como resultado, las migraciones relacionadas con el clima se están convirtiendo en un importante tema en la región, indicó.
Un estudio sobre el impacto de las inundaciones que afligieron a Sri Lanka entre diciembre de 2012 y enero de 2013, elaborado en conjunto por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y los ministerios de Manejo de Desastres y Desarrollo Económico, ofrece un resumen del grado de daño que un desastre puede provocar.
El estudio indica que más de medio millón de personas en todo el país fueron afectadas.
Y estas personas sufrieron por partida doble: 67 por ciento de las víctimas consultadas dijeron que también habían sido impactadas por la sequía de 10 meses que precedió a las inundaciones.
Una evaluación realizada por la IFRC en noviembre de 2012 calculó en más de 1,2 millones el número de srilankeses afectados por la sequía.
El informe del PMA también concluyó que 37 por ciento de los hogares encuestados sufrían inseguridad alimentaria severa, mientras que 44 por ciento estaban al borde de la inseguridad alimentaria.
Además, la mayoría de los que habían sido afectados por la sequía y las inundaciones trabajaban en la agricultura o tenían empleos casuales.
“La pérdida de los medios de sustento, la extrema pobreza y la destrucción de cultivos son los principales factores de la inseguridad alimentaria entre los hogares”, indica el informe.
El estudio también señala que más de 67 por ciento de los afectados por las inundaciones vivían por debajo de la línea de pobreza.
Kumara señaló que esas víctimas se estaban trasladando a las ciudades, sobre todo cuando las cosechas se perdían.
“No podemos detener los eventos naturales, ni tampoco alterarlos. Lo que podemos hacer es estar preparados para el peor escenario”, sostuvo.