Cuando faltan apenas dos meses para las elecciones presidenciales en Irán, sus ciudadanos siguen sin tener claro qué candidatos serán aprobados por el Consejo de Guardianes, y mucho menos quién tendrá más posibilidades de ganar.
Hasta la fecha, casi 20 exfuncionarios han o bien declarado o bien expresado interés en postularse para los comicios del 14 de junio.
Pero la posibilidad de que el expresidente Mohammad Jatami (1997-2005) se postule ha generado emoción y esperanzas, por lo menos entre la parte de la población que no se siente representada por los resultados de las disputadas elecciones presidenciales de 2009 y por la represión posterior a las mismas.
Al mismo tiempo, hay duras críticas e indignación de parte de los conservadores e incluso de algunos reformistas, que ven su potencial candidatura como una traición a los dos candidatos presidenciales de 2009, Mir Hossein Mussavi y Mehdi Karrubi, quienes pasaron buena parte de los últimos cuatro años bajo arresto domiciliario.
La campaña para reclutar a Jatami fue confirmada en una carta pública divulgada a mediados de marzo y firmada por 91 individuos, entre ellos varios desatacados reformistas, que le solicitaron que fuera candidato.
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Al día siguiente, el Consejo de Coordinación del Frente Reformista, la coalición más importante de partidos y organizaciones de esa ideología, se hizo eco de la solicitud.
Estas peticiones se basan en la creencia de que Jatami es el político más popular de Irán. Sus defectos, entre ellos su timidez para confrontar instituciones no elegidas y el aparato de seguridad del Estado durante su mandato (1997-2005), son ampliamente reconocidos.
Pero hay esperanzas de que una parte sustancial del electorado le brinde su apoyo, dado que les cae bien su conducta urbana y refinada y les atrae la idea de hacer que el país vuelva a un entorno de más apertura política y menos rigidez cultural, donde la política económica y la exterior sean menos erráticas y bombásticas que bajo el gobierno de su sucesor, Mahmoud Ahmadineyad.
No obstante, el pedido de que Jatami sea candidato ha indignado a muchos reformistas radicales, particularmente a los que ahora están en el exilio, quienes lo ven como un líder poco eficiente y consideran que su postulación no derivará en el cambio fundamental que, sostienen, requiere la República Islámica.
Pero su llamado a un boicot electoral no es compartido por la mayoría de los reformistas dentro del país. Para ellos, los recuerdos de la presidencia de Jatami alcanzan para querer que participe en el proceso electoral.
"Las libertades civiles, sociales y culturales del período de Jatami son un recuerdo nostálgico para todos nosotros", dijo a IPS un conocido novelista, a condición de preservar su identidad.
"Dejó un antecedente defendible de gobernar como intelectual", agregó.
Según otro partidario de Jatami que también es un renombrado traductor, "él nos hace sentirnos orgullosos de nuestra cultura y civilización".
De modo similar, en el sector privado muchos recuerdan sus políticas económicas, pese a las debilidades y los contratiempos, por haber sentado las bases de un proceso más sólido en materia de toma de decisiones económicas.
"Durante la presidencia de Jatami nos abrimos al comercio con el mundo, se prestó más atención a la producción y a las actividades económicas de los jóvenes y, lo que es más importante, se creó el Fondo de Estabilización Petrolera" para apoyar al sector privado durante las crisis económicas.
Pero no todo el apoyo a Jatami se basa en la nostalgia. También hay consideraciones políticas y tácticas.
Su postulación aumenta la posibilidad de que diversas facciones reformistas se alíen detrás de un solo candidato. Además, mantenerlo en el centro de la atención maximiza el impacto del apoyo que pueda terminar dando a otro candidato reformista. Esto fue lo que ocurió en 2009, cuando Jatami retiró su candidatura y apoyó públicamente a Mussavi.
El propio Jatami ha decidido no comprometerse. "Ustedes no tienen que preocuparse por mi decisión", dijo ante una audiencia de estudiantes universitarios. "Soy apenas un individuo en el gran colectivo reformista. Tengo mi propia opinión, pero en la práctica también respeto la decisión colectiva".
La falta de disposición de Jatami a declarar sus planes es, por lo menos en parte, el resultado de la incertidumbre en relación al área en la que potencialmente competiría.
La actual cantidad de los candidatos potenciales puede aumentar de aquí a la tercera semana de mayo, cuando el Consejo de Guardianes complete el proceso de veto y anuncie los nombres de quienes están "calificados" por él para postularse.
En 2009, solo cuatro de 475 registrados la mayoría de los cuales no eran suficientemente conocidos como para cumplir con el requisito constitucional de estar "entre las elites religiosa y política" del país- fueron aprobados por el Consejo, mientras que, en las elecciones abiertas de 2005, solo ocho de más de 1.000 aspirantes cumplieron con los requisitos.
Jatami puede ser descalificado por el conservador Consejo de Guardianes por ser demasiado cercano a Mussavi y Karrubi, y por lo que el régimen ha identificado como la "corriente sediciosa" en el país.
El 9 de marzo, el Kayhan Daily, de línea dura y señalado como cercano al líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, publicó un duro artículo titulado "¿Quién dijo que ellos te dejarían postularte?". La columna citaba los "múltiples delitos" de Jatami durante la "sedición estadounidense-israelí" de las elecciones de 2009, insistiendo en que estos lo descalificaban y llamando a sus partidarios a olvidar su candidatura presidencial.
El ministro de Inteligencia, Heydar Moslehi, fue más allá y dijo que Jatami no tenía vergüenza, reprochándole haber olvidado el daño que le había hecho al país al cuestionar los resultados de las elecciones de 2009 y de todos modos querer postularse.
Pero el hecho de que Jatami pueda ser descalificado no ha disuadido a sus partidarios, que creen que es mejor obligar al Consejo de Guardianes y, en última instancia, al propio Jamenei, que muchos creen es la mano que se esconde detrás de la descalificación de Jatami- a cargar con los costos políticos de tal medida.