Tres pueblos indígenas del altiplano de Chile acaban de recibir otros tantos equipos de energía solar. Las destinatarias son cinco pobladoras que cruzaron el planeta y las barreras idiomáticas para aprender en India técnicas fotovoltaicas que ahora aplican en sus aldeas.
Las atacameñas Luisa y Liliana Terán, primas de la comunidad Caspana, las quechuas Elena Achú y Elvira Urrelo, de Ollagüe, y la aymara Nicolasa Yufla, de Toconce, tienen el desafío de instalar esos equipos y develar sus misterios al resto de los habitantes de los tres pueblos, algo menos de 1.000 personas.
En esas localidades, a más de 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar y casi en el límite con Bolivia, no hay electricidad y el agua escasea.
«Obtenemos luz por generador solo dos horas y media en la noche», relató a IPS por teléfono la artesana en pintura rupestre Luisa Terán.
El año pasado, las cinco viajaron a la aldea india de Tilonia, en el estado noroccidental de Rajastán, donde se encuentra la sede del Barefoot College (Universidad Descalza).
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Allí, durante seis meses se entrenaron para instalar paneles solares, fabricar lámparas y prestarles mantenimiento.
«Nos llegó un aviso de que buscaban mujeres entre 35 y 40 años para capacitarse en la India. Al principio me interesé, pero cuando me dijeron que eran seis meses, dudé. ¡Era mucho tiempo lejos de la familia!», contó Terán.
Impulsada por su hermana, que se hizo cargo de sus dos hijas, y su madre, decidió emprender la travesía, pero salió de su pueblo sin decir nada a nadie más.
Ahora teme haber olvidado lo que aprendió, luego de seis meses sin aplicar sus conocimientos.
«Yo sabía a lo que iba, pero igual me tomó tres meses adaptarme, principalmente a las comidas y al calor inmenso que hacía», relató.
Las cinco partieron el 15 de marzo de 2012, en el marco de una iniciativa organizada por Barefoot College, el chileno Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), la Secretaría Regional Ministerial de Energía y la empresa italiana Enel Green Power, que donó el equipamiento.
Cada «kit solar» que llegó este mes a las comunidades consta de un panel de 12 voltios, una batería de 12 voltios, una lámpara LED de cuatro amperios y una caja de control de ocho amperios.
Barefoot College, fundado en 1972, trabaja con comunidades rurales vulnerables e inaccesibles, y en particular con las mujeres.
Hasta el momento, 700 mujeres de 49 países de Asia, África y América Latina tomaron el curso para convertirse en «ingenieras solares descalzas».
Eso las hace responsables de instalar, reparar y dar mantenimiento a las unidades fotovoltaicas en sus aldeas, por un período mínimo de cinco años, y armar un taller electrónico rural, donde guardar los componentes necesarios y que funcione como una minicentral eléctrica con una potencia de 320 vatios por hora.
Gracias a esta y otras iniciativas solares de Barefoot, 450.000 personas accedieron a la electricidad en distintas regiones, lo que entraña una reducción de emisiones de dióxido de carbono, procedentes de la quema de combustible y leña, de 13 toneladas diarias.
En América Latina el objetivo del proyecto es llevar energía a 1.000 hogares.
En Chile, «es muy importante que las comunidades conozcan el potencial que tenemos en el desarrollo de energías renovables y, particularmente, en proyectos de energía solar», dijo a IPS el secretario regional ministerial de Energía para la Macro Zona Norte, Carlos Arenas.
Esa región posee un vasto potencial, en especial el desierto de Atacama, que concentra la mayor radiación del planeta, de entre siete y 7,5 kilovatios/hora por metro cuadrado, según estudios de la Universidad de Chile. Si se instalaran allí paneles fotovoltaicos cubriendo un área de 400 kilómetros cuadrados, se podría abastecer el consumo eléctrico nacional.
Pero la gran demanda norteña corresponde a la industria minera, que absorbe 90 por ciento de la generación, mientras el porcentaje restante va a usos residenciales, comerciales y públicos.
«Nuestro sistema se está desarrollando y en muchos poblados se obtiene electricidad por generadores en base a combustibles fósiles, como el diésel, y en algunos casos estamos complementando con fuentes renovables, particularmente la eólica y la solar», afirmó Arenas.
Por eso «dimos apoyo a la iniciativa…, una experiencia muy enriquecedora para las mismas personas que viven en localidades tan apartadas y tienen un suministro discontinuo y, en algunos casos, con altos costos», añadió.
Cuando las chilenas llegaron a India, descubrieron que la instrucción era en inglés. Les costó mucho entender, contó Terán, pero al fin lograron comunicarse por señas, gestos y dibujos.
También hallaron un entorno radicalmente distinto al de sus aldeas. «Había muchos bichos, lagartos y otros animales. Dormíamos en colchonetas, en unas camas de madera bien duras. Además, la pobreza era tremenda», añadió.
En el grupo había cinco indígenas de Perú «que estaban tristes, llorando», contó. Pero ahora, esas madres y abuelas peruanas ya hacen funcionar la energía solar en la aldea de Japopunco, a 4.800 metros de altura sobre el nivel del mar, a la que llegaron también los equipos para cada casa, relató Terán.
«Se trata de mujeres que tienen habilidades, pero que habitan lugares muy apartados, por lo que la experiencia personal resultó increíble», dijo a IPS la directora del Departamento de Mujer y Trabajo del Sernam, Paola Diez.
Su institución y la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena implementan un plan para capacitar a mujeres indígenas de todo el país en materia de emprendimientos sustentables, superando la subsistencia.
La iniciativa apunta a la inserción laboral femenina, que en Chile es de 47,7 por ciento y que el gobierno busca elevar hasta 50 por ciento.
Terán ya puede aplicar sus conocimientos en Caspana. «La idea es partir entregando luz a nuestras casas y, quizás más adelante, podamos instalar un refrigerador, como todos y todas queremos», dijo.
También «queremos ofrecer nuestras experiencias, pero necesitamos ayuda para comenzar haciendo lámparas solares y venderlas. Además, la gente quiere que le enseñemos, por lo que las señoras mismas estarían capacitadas para hacer la instalación en su casa», concluyó.