Alimentar en la escuela a 45 millones de estudiantes que lo necesitan es un logro notable de Brasil. Pero la iniciativa enfrenta dificultades específicas y otras propias de cualquier plan nacional en este extenso país habitado por más de 192 millones de personas.El Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) evolucionó del mero asistencialismo con que vio la luz hace 58 años a una estrategia de desarrollo multipropósito, con metas educativas y de animación de las economías locales. IPS dialogó con su coordinadora, Albaneide Peixinho, de sus logros y problemas.
IPS: El PNAE existe desde 1955. ¿En qué avanzó desde entonces?
ALBANEIDE PEIXINHO: Hoy se basa en varios principios, como el derecho humano a una alimentación adecuada con miras a garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, mediante la universalidad y la gratuidad de la atención para todos los matriculados en la red pública de educación básica (niños y adolescentes).
Y, además, en la equidad, que comprende el derecho constitucional a la alimentación escolar, como forma de asegurar el acceso igualitario a los alimentos.
El PNAE forma parte de la estrategia Hambre Cero del gobierno federal, que engloba a 30 programas destinados a combatir las causas del problema y contribuir a erradicar la indigencia.
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La visión social del gobierno fue determinante para la caída drástica de la pobreza en este país y se reflejó en el PNAE, que desde 2003 obtuvo un aumento de recursos de 300 por ciento y amplió la atención a alumnos de enseñanza media.
Al mismo tiempo, por la obligatoriedad de comprar productos de la agricultura familiar local, tiene un rol importante en la reducción de la desigualdad social.
IPS: ¿Cuáles son sus logros?
AP: El PNAE nació como una mera asistencia a los alumnos. Hoy llega a 45 millones de estudiantes de enseñanza básica durante los 200 días del año lectivo. A lo largo de estos años fue acumulando experiencias en un ámbito cada vez más amplio, promoviendo la mejora de los indicadores educativos, el desarrollo económico y social y la participación social en la salud, mediante la enseñanza de buenos hábitos alimentarios.
En la Constitución de 1988, se garantizó el derecho a todos los matriculados en la escuela primaria. A partir de 1994, el programa antes centralizado, con un órgano director que elaboraba los menúes, adquiría los alimentos y los distribuía por todo el país, pasó a gestionarse localmente, por medio de convenios.
Desde 1998, experimentó más mejoras, como la exigencia de respeto a los hábitos alimentarios y a la vocación agrícola de cada lugar, la formación de consejos de alimentación escolar como órganos fiscalizadores, con representantes de los padres, los alumnos, los profesores, la comunidad y los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Uno de los marcos principales fue la ley 11.947 de 2009, que impuso la exigencia de que por lo menos 30 por ciento de los recursos del Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación se destinen a comprar alimentos de la agricultura familiar, además de atender a todos los alumnos de educación primaria, incluyendo jóvenes y adultos.
IPS: ¿Cuáles son los problemas del programa?
AP: Hay dificultades propias y otras inherentes a cualquier programa que deba abarcar a todo Brasil: su extensión territorial, las diferentes vocaciones agrícolas de las regiones, la baja capacidad productiva de la agricultura familiar para suplir la demanda.
También las diferentes costumbres locales, las necesidades de nutrición diversas de los alumnos, la ausencia de infraestructura para almacenar, transportar y preparar las comidas y de espacios para los comedores, así como problemas para desarrollar una enseñanza alimentaria y nutricional permanente e intrínseca del proceso educativo.
Existe también "competencia" entre las comidas que ofrece la escuela y las cantinas o bares con sus dulces, bebidas gaseosas, alimentos salados y fritos, los "favoritos" de niños y adolescentes. Una resolución de 2009 restringe la cantidad de grasa, azúcar y sal de los alimentos del PNAE.
IPS: ¿Y cuáles son los desafíos que se proponen abordar?
AP: Realizar un diagnóstico bien hecho de las necesidades nutricionales de los estudiantes y compatibilizarlas con una alimentación adecuada y que ellos acepten, y con la cultura agrícola y de dietas de cada lugar. Otro desafío es contar con profesionales bien formados en esta área.
IPS: ¿Es posible llegar a todas las escuelas de enseñanza primaria, federales, estaduales y municipales?
AP: El programa atiende a todas las escuelas que hayan constituido su propio Consejo de Alimentación Escolar y contratado a un nutricionista. En 2012 fueron 161.670 escuelas, 83 por ciento del total.
IPS: ¿Qué pasa con la elaboración de los menúes?
AP: Se deben confeccionar respetando la franja de edad, la modalidad de enseñanza y el horario en que el estudiante permanece en la escuela. Cuando se ofrecen dos o más comidas, se debe satisfacer como mínimo 30 por ciento de las necesidades nutricionales diarias. Si hay escuelas de tiempo completo, el mínimo debe ser 70 por ciento.
IPS: ¿Se ha comprobado que tomar una comida en la escuela mejora el desempeño escolar?
AP: Existen diversas evidencias del papel de la alimentación en el desarrollo neurológico, cognitivo e intelectual durante la infancia. Las proteínas, el calcio, el hierro, el iodo, el zinc, las vitaminas y los aceites de pescado cumplen funciones esenciales, tal como demuestran diversos estudios.
El ambiente escolar es muy propicio para formar hábitos. Estos se van conformando desde el nacimiento, por medio de las costumbres familiares y las inducidas por la sociedad la escuela, los círculos sociales y los medios, hasta la vida adulta, cuando junto con los aspectos simbólicos pautan el consumo individual y de la sociedad.
El PNAE incentiva el consumo de frutas, verduras y legumbres y prevé el control sanitario de los alimentos, preceptos que conducen a una oferta adecuada y a una ingesta saludable. Cuanto más pronto se aquieran estos hábitos, mayor es la probabilidad de que se perpetúen en la adultez.