Anarkia Boladona hace de las paredes de las calles de Brasil un instrumento contra la violencia doméstica. Autodefinida como una «grafitera política feminista», la artista representa una nueva corriente por los derechos de las mujeres que busca lenguajes menos académicos, más osados y populares.
La entrevista transcurre en movimiento. Anarkia Boladona, nacida como Panmela Castro, está pintando un mural frente a una escuela municipal del suburbio de Río de Janeiro, junto a otras jóvenes.
Pero a diferencia del pasado, cuando comenzó a pintar paredes como "pichadora", ahora las autoridades la apoyan.
"Ya tenía el hábito de escribir en las calles desde adolescente y después comencé a dibujar. Cuando pasé al dibujo vi que a las personas que pasaban les gustaba y comentaban al día siguiente", cuenta a IPS.
La grafitera comenzó a pintar paredes "por indignación" hasta que descubrió que podía utilizar sus dibujos para "contribuir con algo" que sirviera a su comunidad, un suburbio pobre de Río de Janeiro.
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"Por ser parte de una familia de mujeres, una de las temáticas que percibía era la de la violencia contra la mujer. Siempre estuvo muy presente en mi vida, por mis hermanas, mis primas, mis tías", recordó.
La transición hacia lo que llama un "feminismo político grafitero", tuvo que ver también con su origen familiar. Mujeres "influenciadas por la revolución feminista de los años 70".
"Al mismo tiempo que estaban presas al casamiento y al patriarcado, eran mujeres que entendían que todo estaba caminando para ser diferente. Yo y mis primas fuimos criadas de una forma diferente de ellas", agregó.
La educación fue diferente, y el camino escogido para luchar por los derechos de las mujeres también. Hoy, con 31 años, se siente parte del feminismo de una nueva generación.
"Creo que las feminista antiguas tenían que ser muy radicales para romper los estereotipos. Por eso tenían esos conceptos muy fuertes, como el de no explotar el cuerpo ni la imagen del cuerpo", explica.
Habiendo luchado en el pasado por un mundo "sin sostenes", hoy estas nuevas feministas no dudan en sacárselos si es para defender una buena causa por sus derechos.
"Avanzamos tanto que nuestra pelea no es más por ejemplo para no explorar la imagen del cuerpo sino para usar nuestro cuerpo de la manera que queremos y aún exponiéndolo. Tenemos la opción de trabajar con nuestro cerebro, con nuestro cuerpo, de la manera que se nos dé la gana", analiza.
La grafitera escogió "trabajar" con su arte con las paredes como su instrumento. Las utiliza para retratar los dramas sufridos por millones de mujeres. A veces la pintada comienza con una representación teatral.
El mural que la grafitera está haciendo es contra la violencia de la mujer. Un número de teléfono les indica a dónde acudir para pedir auxilio.
La ley María da Penha, aprobada en 2006 para combatir la violencia doméstica y familiar contra la mujer, aumentó el rigor de las penalizaciones hasta llegar a la de cárcel.
Un informe del Instituto Sangari indica que una mujer es golpeada cada cinco minutos en Brasil, siendo responsables del ataque en 70 por ciento de los casos novios, maridos, exparejas o familiares.
Los temas de los murales de Anarkia Boladona no se agotan. Un mundo mítico femenino de flores, libélulas, Evas, brujas apelando a un mundo con igualdad de derechos laborales, culturales, libertad sexual.
"Yo lucho principalmente por la igualdad de género. Que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres y, cuando digo derechos, no es solo en la ley. Es un derecho de igualdad cultural también", dice Anarkía Boladona.
Silvana Coelho, de 23 años, participa del mural. Dentro de un ambiente considerado revolucionario como el de los "pichadores" callejeros, supo de qué se trataba esa lucha cultural.
"Es un mundo de hombres. Yo sufría mucho acoso de los propios artistas. A veces me llamaban a pintar ya con segundas intenciones. Pero yo me enojaba y les decía: soy artista de la calle, no soy de esas mujeres cualquiera de calle, estoy aquí para hacer mi arte", relata a IPS.
Mientras la pintura del mural avanza, aumenta la curiosidad entre hombres y mujeres. Un grupo de señoras, que se enorgullece de tener en promedio más de 90 años, aprueba la obra.
"Antes era muy difícil que un hombre le pegara a una mujer. Ahora hay hombres que además de sacarle el dinero a su pareja, le pegan", comenta la jubilada Francisca de Oliveira, de 92 años.
Un abuelo con sus dos nietas también contempla la obra. "Hay personas que usan este arte para denigrar para desmoralizar. En cambio el arte de ellas levanta, hace reflexionar, educa, y en la calle, o sea que es accesible para todo el mundo", comenta el gráfico Mauro Torres.
"Es importante, porque hay personas que maltratan a las mujeres", reflexiona su nieta Ingrid da Costa, de nueve años. La niña es parte de una generación que, según Anarkia Boladona, hoy vive nuevas temáticas feministas.
A la grafitera le preocupa que, así como en el pasado la lucha era la libertad sexual, hoy las preadolescentes y adolescentes de la fuerte "cultura del baile funk" de las favelas (barrios pobres y hacinados) se sienten obligadas a tener relaciones sexuales porque "sino su novio las deja por otra".
"Hay una inversión de papeles. Antes la obligación era mantener la virginidad. Hoy la obligación es no ser mas virgen", compara.
A veces las paredes no alcanzan para abordar tantos temas. Por eso la grafitera fundó una organización llamada "Nami" (mina al revés, que en el lunfardo carioca quiere decir mujer), que usa las artes urbanas para promover el derecho de las mujeres, especialmente de las más pobres.
Daniele Kitty, estudiante de arte y vicepresidenta de Nami, tuvo que enfrentar a sus padres que no aceptan "que una mujer ande pintando por ahí". "En verdad, yo estoy aquí como ustedes ven haciendo un trabajo", dice.
Se trata de un trabajo que Nami usa para acercarse a las mujeres que ni tienen acceso a un diario.
"No se puede ignorar un mural así. Termina siendo casi como un mensaje comercial en la televisión. Un mensaje subliminal que de tanto ver una y otra vez cuando pasas, queda en tu cabeza", sostiene.
El mural aludido llama a poner "fin a la violencia contra la mujer". Una mujer flor que pintó Coelho lo complementa.
"La mujer es sagrada, una flor que hay que cuidar de no lastimarla. Hay que regarla con agua pero también con amor", interpreta.