La sociedad civil de Brasil se movilizó este miércoles 5 para denunciar que en los últimos 10 años murieron asesinadas medio millón de personas en este país sudamericano.
Las arenas de la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, fueron ocupadas por 500.000 semillas desparramadas sobre una bandera nacional y franjas de alfombras rojas de 40 metros de largo cada una, en una intervención urbana promovida por la organización no gubernamental Rio de Paz.
En la mañana, fueron muchos los que se detuvieron a observar ese despliegue, que desembocaba en una cruz de madera, y un cartel con la leyenda "Brasil: medio millón de asesinatos en diez años. VERGÜENZA".
"Queremos una reforma estructural y la valorización de la policía, que sufre serios problemas de corrupción, así como la transformación del sistema penitenciario, pues los detenidos viven en condiciones infrahumanas, sin perspectiva de reintegración", dijo a IPS el presidente de Rio de Paz, Antônio Carlos Costa.
Además, reclamamos "que todos los estados tengan metas de reducción de homicidios", añadió.
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La organización actúa desde 2007 en protestas pacíficas en grandes ciudades. Esta semana realizó intervenciones en Brasilia, la capital federal, y en la sureña São Paulo, a raíz de las últimas estadísticas divulgadas por el no gubernamental Instituto Sangari con el Mapa de la Violencia en Brasil.
"Fueron 157 homicidios por día entre 2001 y 2010. Solamente en 2010, fueron asesinadas 57.000 personas. Queremos que las estadísticas de criminalidad y muertes violentas se presenten con rapidez y transparencia en todos los estados", sostuvo el activista.
Según la organización, la población negra, pobre y joven, de 18 a 25 años, es la que más muere en estas circunstancias.
"Están creciendo los homicidios en la población negra, que constituye dos tercios del total de muertos. Faltan políticas públicas para las comunidades pobres. Es imposible alcanzar la paz en una sociedad de consumo y desigual como la que vivimos", dijo Costa.
El Mapa de la Violencia, subtitulado "Los nuevos patrones de la violencia homicida en Brasil", muestra desde 2002 una tendencia de caída de los homicidios a personas blancas y un aumento de los sufridos por personas negras.
En la madrugada de este miércoles, 10 activistas de Rio de Paz llegaron a la playa para montar el escenario.
"Las alfombras rojas representan la sangre, y de las 500.000 semillas de 'feijão' (fríjol) dos tercios son negras y un tercio blancas, en correspondencia con la proporción étnica de las víctimas. Es una oportunidad para que la gente mida la cantidad de muertes", explicó.
Costa cree que los años de movilizaciones han arrojado algunos avances.
Se cerraron las cárceles superpobladas de la policía civil, y el gobierno estadual de Río, que antes carecía de metas de reducción de asesinatos, ahora las incluye en el planeamiento de la seguridad pública, indicó.
Las Unidades de Policía Pacificadora, que prestan seguridad en barrios marginales antes dominados por el narcotráfico y se acompañan de asistencia social y educativa, también son un cambio. "Pedimos mucho una ocupación pacífica. Hubo mejoras, pero menores que las que soñábamos. Queríamos una reforma profunda del trabajo policial", dijo Costa.
Según encuestas del Instituto de Investigación Económica Aplicada, casi 80 por ciento de los entrevistados tienen miedo de ser asesinados.
La cifra global de medio millón de muertes se asemeja e inclusive supera los números de víctimas de países en guerra o en conflictos armados internos.
La guerra civil en Somalia, que estalló en 1991 y todavía persiste, ronda las 500.000 muertes, según distintas fuentes. Más de 200.000 personas murieron durante la ocupación militar indonesia de casi 25 años en Timor Oriental.
También la guerra civil de Angola dejó unos 500.000 muertos en 27 años (1975-2002), según algunas fuentes.
Las cifras divulgadas no sorprenden, pues reflejan el estado de la seguridad pública en Brasil y en América Latina, dijo a IPS el abogado penalista Gustavo Teixeira, miembro de la comisión de derechos humanos del Instituto dos Advogados Brasileiros.
"Lo que asusta más es saber que muchas muertes ocurrieron en enfrentamientos con entidades estatales, como la policía", dijo.
"Tenemos una construcción de seguridad pública originada en el período imperial y en las dictaduras, que adquirió el perfil de una policía militar armada. Esto es un sentimiento que lleva años construir", agregó.
En su opinión, los grupos de elite y armados a guerra no deben ser la regla de la vigilancia en las calles, incluso para evitar accidentes como los disparos o balas perdidas que afectan a muchas personas.
La reforma del Código Penal que data de 1940, motivo de intensos debates, no necesariamente reducirá la criminalidad.
"Debe haber una reforma conceptual para no crear superposición de estatutos. Brasil tiene penas que varían de 12 a 30 años para delitos contra la vida. Si la amenaza de la pena de muerte fuese suficiente para inhibir los delitos, no habría más homicidios en Estados Unidos", alegó.
Por otra parte, si se aplicaran todas las leyes penales existentes, la realidad sería otra, dijo.
"Si nuestra Constitución y legislación penal se cumplieran, estaríamos en una realidad más humana. No se trata de crear más leyes, sino de poner en práctica las que ya existen, y de dotar a las policías judiciales, que son cuerpos civiles y federales, de los medios para una investigación de calidad", argumentó Teixeira.
Si se califica el trabajo policial, será un importante subsidio a la capacidad de juzgar del Poder Judicial, agregó.
La sensación de impunidad sobreviene por la demora en juzgar, resaltó. "La morosidad de la justicia existe por falta de jueces, pero también por una investigación policial mal hecha. No por falta de leyes. Elevar a 40 o 50 años la pena no lo va a resolver", insistió Teixeira.