El ganado pasta otra vez en las colinas verdes de la provincia de Kivu del Norte, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), señal de la frágil paz que goza otra vez esta región devastada por la violencia étnica hace 20 años.
Creada en los años 60 por un sacerdote católico llamado Carbonel, la granja de Lushebere fue obligada a cerrar en 1993 cuando estallaron serios conflictos étnicos en Ntoto, en el territorio de Walikale, para luego propagarse a otras partes de Kivu del Norte: Masisi y Rutshuru, así como a Kalehe, en la vecina Kivu del Sur.
Campos, escuelas, iglesias y centros de salud fueron incendiados, y los animales sacrificados o expulsados por las milicias.
Los administradores de la granja se vieron obligados a suspender sus actividades, y muchas familias huyeron a la capital provincial, Goma, o a las vecinas Ruanda y Burundi.
Durante los 10 años en que estuvo cerrada la granja, los árboles de eucalipto fueron talados y vendidos para pagar los salarios de los trabajadores, que se quedaron para vigilar la propiedad.
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En toda la región, donde el carbón es la única fuente de combustible, la tala ilegal de árboles crece, incluso dentro de parques nacionales.
"Nueve de cada 10 hogares usan este oro negro para calentar y cocinar", dijo el director del Instituto Congoleño para la Conservación de la Naturaleza, Emmanuel de Mérode.
"Desde 2003, hemos plantado 20.000 árboles de eucalipto para reemplazar los que fueron cortados y vendidos", dijo a IPS el sacerdote Diogène Harerimana, director de la granja de Lushebere.
El establecimiento rural, de 558 hectáreas, comenzó a operar nuevamente en 2003 gracias a una donación de 33.000 euros (42.100 dólares) hecha por Saint Ave-Goma Entraide (SAGE), asociación creada en Francia en 2002 para ayudar a construir la paz entre los grupos étnicos de Masisi a través de actividades económicas conjuntas.
Los fondos llegaron en forma de equipamiento. SAGE también suministró una cámara frigorífica para almacenar productos lácteos y una camioneta 4×4 para transportarlos al mercado de Goma.
En julio, la granja recibió otro aporte, esta vez por 61.000 euros (77.000 dólares), del Rotary Club de Vannes, ciudad en el noroeste de Francia, y del Rotary International. Este dinero fue usado en la compra de equipos para la pasteurización y el envasado de la leche.
Un técnico de la compañía europea que vendió la maquinaria a Lushebere instruyó a los trabajadores rurales sobre cómo realizar el mantenimiento. "Ahora funcionamos en forma autónoma", destacó Harerimana.
Con el nuevo equipo, la granja ahora envasa leche en bolsas de un litro, que vende a un dólar cada una, aunque la producción diaria no supera los 50 litros.
"Los residentes de Goma y los trabajadores humanitarios dentro del radio de 20 kilómetros (de Lushebere) se están acostumbrando lentamente a este tipo de envasado para la leche", dijo Harerimana.
El establecimiento rural de Lushebere tiene hoy 420 cabezas de ganado, mucho menos de las 2.000 que contaba en 1990. También supo tener 1.000 empleados hace 20 años. Ahora funciona solo con 60, con salarios mensuales de entre 25 y 130 dólares.
No obstante, desde julio ha podido incrementar su producción de queso, de cinco a 35 kilos diarios.
"Ahora, nuestra leche es primero sometida a pruebas para detectar rastros de bacterias, antes de ser derivada a grandes tanques y procesada como queso", explicó Harerimana.
El queso es vendido a cinco dólares el kilo, mientras que en otros lugares es comercializado a tres dólares. Pero es una diferencia que muchos consumidores están dispuestos a pagar porque el producto de Lushebere es hecho con leche pasteurizada.
"Lo bueno cuesta, y lo que cuesta es bueno", dijo Jacques Bonana, uno de los clientes de la granja. Bonana trabaja para una agencia humanitaria en el campamento para desplazados de Lushebere.
Muchas personas coinciden en que los productos lácteos de la granja son los mejores de la región, destacó Charles Balume, propietario de un restaurante en Goma.
En diálogo con IPS a mediados de octubre, el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural de Kivu del Norte, Carly Kasivita Nzanzu, señaló: "Estas nuevas instalaciones volverán a ser una verdaderas herramientas del desarrollo económico para la región".
Sin embargo, las sospechas y la desconfianza entre las comunidades y pueblos permanecen en la región tras años de enfrentamientos. El obispo de Goma, Théophile Kaboy, no oculta su preocupación.
El religioso teme el regreso de la milicia Raïa Mutomboki, de Ntoto, que frecuentemente se enfrenta a la de Nyatura. Cada grupo armado cuenta con respaldo de distintos líderes políticos.